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QUIÉN hay detrás

QUÉ hay detrás

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85 El fin del trabajo es triple:

a) obtener aquello que se necesita.

b) … transforma el medio natural en el cual el hombre vive.

c) … hace al hombre apto para tareas nuevas.


Reflexionaré sobre cómo este despliegue se ve, primero (1) en la era del crecimiento, y luego, (2) sobre cómo se verá cuando este tiempo esté superado por el de la estabilidad.


(1a)- Naturalmente, lo que se necesita tiene que ver con las necesidades que tan bien analizó en el plano teórico A. Maslow con su famosa pirámide.


Pero, ¿qué pasa con la necesidad? Pues que en Haití, la gente (no incluyo a los pocos ricos y a los mafiosos) tienen una pirámide muy chata: trabajan sólo para tener cubiertas sus necesidades fisiológicas y de seguridad. Y no les llega. En cambio, en un país rico, cualquiera puede tener resueltas sus necesidades y, además, sus metanecesidades. Si Maslow hubiera descendido a la realidad habría visto que existen otras necesidades además de las que él trata y que yo llamo de capricho. Esto no es nuevo ahora ni lo era en tiempos de Maslow. Ya lo denunciaba Malthus en los tiempos de la Revolución Francesa.


Con la habilidad propia de los ricos, las necesidades de capricho encajan perfectamente en cualquier capítulo clásico: si una señora dispone de un fondo de armario inconmensurable, ello se explica como necesidad de pertenencia (necesidad de expresarse, de relación …). El que tiene un yate de 30 metros lo posee para demostrar su autorrealización (fíjense hasta dónde he podido llegar!). Pero con un pringado o pringadilla, pasa lo mismo: una trabaja para poderse comprar un complemento en cada puesto del mercadillo y el otro para poderse pagar un diamante para su pendiente.


Así que, mucho cuidado con eso de las necesidades.


(1b)- Ahora se transforma el medio natural a costa del propio medio natural aunque de boquilla no se habla de otra cosa que de ser respetuosos con el medio ambiente. Hoy se tiene la 1ª, la 2ª, la 3ª vivienda … ¿Por qué no tener una más en cada una de las 17 Comunidades Autónomas y así poder cambiar de aires a la vez que repartimos nuestro ingresos entre todos?


Hace nada, cuando teníamos que crecer en población y en todo lo demás, importamos cinco millones de inmigrantes de países en situación precaria para que nos hicieran casas que no necesitábamos. Todavía seguimos sin saber qué hacer con ellos y con las casas. A ver si nos lo arregla la UE con esos 100.000 millones de € de los que he oído hablar.


Lo importante es crecer. Crecer en deuda, también: A la deuda  por los inmigrantes, se añadió la deuda por las casas que construyeron y ahora añadimos 100.000 millones de € de la UE. Que se puedan pagar o no las deudas crecientes que se acumulan (todo el mundo sabe que no se pueden pagar) es irrelevante. Lo que cuenta es crecer.


(1c)- Efectivamente, el oficio hace maestro. Lo malo es que en tiempos del crecimiento próximo a la saturación, los oficios que crecen son de chicha y nabo. Mi experiencia de muchos años en el observatorio de Secot es que los negocios que más prosperaban eran los de bares de copas y chiringuitos de trapos. ¡Vaya porvenir!


Eso sí, estábamos felices por una parte, porque la gente se empleaba y, por otra, porque eso hacía correr el dinero y se generaban impuestos para todos (para los políticos, especialmente) y se difundía bienestar a la vez que se satisfacían necesidades. Todo perfecto.


(2a)- Hay que tener en cuenta que la era de la estabilización no tendrá lugar sólo en los países ricos: ha de darse en todos los países, lo que significa que habrá un margen de crecimiento de los que no tienen, en perjuicio de las necesidades de lujo de los ricos. Es decir, se establecerá un mecanismo de trasvase de necesidades: Se trabajará para que las de lujo se destilen y den como producto de su destilación, la satisfacción de las necesidades de los pobres.


Es un espectáculo bochornoso ver que los países ricos importamos pobres para que aquí nos satisfagan necesidades de capricho mientras ellos, en su país de origen no tienen satisfechas sus necesidades básicas.


O que, tanto da, importemos nuestros productos de capricho de un país pobre (o de los pobres de un país en enriquecimiento como India) pagados a un precio de miseria que enriquece, no a los que ponen su trabajo (unos indios trabajando en un cuartucho debajo de una mesa sobre la que trabaja el resto de la plantilla -las imágenes son de sobra conocidas-), sino a los nativos intermediarios que se lucran calzando de capricho (zapatos adornados con diamantes) a las rusas, mujeres de los nuevos ricos que abanderan el ranking mundial de la corrupción.


O que, encima, aprovechemos la ocasión para inocular en esos trabajadores pobres el virus del consumismo crecimientista a fin de que se extienda en sus países de origen en beneficio, una vez más, de los países ricos.


A esto se llama libre mercado.


(2b)- Hay que transformar el medio natural con cabeza y no como se hace ahora con el parche perverso del reciclado. No hay que engañarse: ese parche está inventado con cabeza, pero con una cabeza perversa que pone un ojo en la galería y el otro en el consumismo crecimientista. Estimula el crecimiento exponencial y lo justifica con un respeto al medio natural, elaborado con tanto cuidado que, la gente que es poco dada a pensar, se lo cree.


Reciclado sí, pero tenido como último recurso, entendiendo lo de último recurso como dilatado en el tiempo todo lo que la naturaleza y la inteligencia humana (la técnica, en definitiva), puedan dar de sí. La fiabilidad de los productos debe ser la máxima posible, y su misión de diseño, óptima. Hoy se diseña para que las cosas duren poco (el mal ya se le ha hecho a la naturaleza), para que se reciclen (como si el reciclado no dañara a la naturaleza -materia y energía-) y vuelta a empezar la rueda consumista en una secuencia de ciclos cada vez más cortos.


Decía D. Gabor (ya mencionado) en su obra La sociedad madura que la industria de la moda era lo más nefasto que se podía haber inventado a los efectos que vengo comentando. Y yo añado que es lástima que ese autor no haya conocido los tiempos de los pantalones gastados e incluso rotos, de fábrica, para que hubiera tenido ocasión de profundizar un poco más en su tesis.


El resultado de todo esto está en una noticia de prensa que he visto el otro día: Uno de los hombres más ricos del mundo (si no el más rico, no recuerdo bien) es, precisamente, el dueño de Zara, la famosa empresa de moda para todos que ha levantado un español excepcional. Una vez que está en el primer puesto, y que no puede ir más allá, yo desearía que se alineara con un economista que invente la nueva economía de la estabilidad para que juntos, nos abran a los demás los ojos del nuevo paradigma. Tal vez Bill Gates pudiera colaborar. Y, por supuesto, los sistemistas de la Escuela de Jay Forrester en el MIT. Y un contable, tal como apuntaba más adelante al plantear la actuación de equipos multidisciplinares. A este respecto, nuestro autor dice en la página 263:

“… la previsión primera y radical del quehacer económico es la que estriba en echar la cuenta de los medios.”

Lo de la moda es muy grave porque empezó con los trapos pero se ha extendido a todo, desde los automóviles hasta los azulejos.


Debe llegar un momento en el que El hombre del traje blanco (1951), la memorable película de Sir Alec Guinness, pueda verse como simétrica de sí misma, como elogio de la duración de las cosas. Sólo basta que nos demos cuenta de que podemos ser igualmente felices repitiendo vestido, coche o azulejo.


(2c)- Para tratar de nuevas tareas en el paradigma del porvenir, hay que aclarar primero algunas cosas fundamentales.


¿Cuáles son las tareas fundamentales del hombre en su vida?

- Empezar a vivir.

- Prepararse para una vida plena.

- Vivir esa vida plena.

- Enfrentarse a su etapa de dejar de vivir.


¿Cuál debe ser la actitud del individuo y de la sociedad ante este despliegue?

- Cada individuo debe componérselas por sí mismo hasta el límite de sus posibilidades.

- Alcanzado ese límite, la sociedad próxima (familia, sociedad local) debe acudir en ayuda hasta un nuevo límite.

- Llegado a éste, será la sociedad global quien intervenga.


¿Quién debe participar en la tarea?

Todo el mundo: niños, jóvenes, maduros y mayores de ambos sexos, cada uno dentro de sus posibilidades y de sus especialidades. Dos ejemplos a este respecto:

- Los niños pueden educar a sus educadores si éstos tienen los ojos bien abiertos: un niño, con su lógica, puede poner en evidencia la tontería que comete su padre cuando abusa del modo premio que le han enseñado a practicar.

- La mujer, por su instinto innato hacia la maternidad (esto habrá que explicárselo muy bien a las feministas hasta que lo entiendan) podrá aportar a la sociedad algo para lo que los hombres no están entrenados: la dedicación a los más débiles, los más necesitados, por su ejercicio con los niños, paradigma de la indefensión.

Es una aberración que por mor de una mal entendida igualdad de sexos se estimule a la mujer a emular la agresividad masculina.

Naturalmente que la memoria, entendimiento y voluntad están repartidos estadísticamente por igual entre hombres y mujeres. De lo que se trata es de aprovechar adecuadamente este gran beneficio.


De lo expuesto saltan a la vista dos cosas:

- Que las cuatro tareas están muy relacionadas entre sí.

- Que tareas, actitudes y participantes dan de sí para muchos empleos, a poco que se profundice.


Sería excesivo entrar en ello con todo detalle, pero me voy a permitir dar algunas pinceladas sueltas.

Es evidente que las tareas primera y cuarta están íntimamente ligadas. Hoy no se oye hablar de otra cosa sino de que la sociedad del bienestar se viene abajo (con lo que nos ha costado conseguirla, suelen añadir los que no han dado golpe en su vida) porque una población envejecida como la española o la japonesa no da de sí para que los activos mantengan a los pasivos. Y es cierto, estando como estamos en  el régimen económico y poblacional que tenemos.


No pensamos sino en una estructura demográfica piramidal que es la que hemos conocido de siempre. Pero la estructura adecuada para el nuevo paradigma ya no es la triangular, sino la rectangular, la de chimenea que decía recientemente el profesor chino Wang Feng (por cierto, los chinos ya están de vuelta de su política del hijo único).


Así, no es raro que yo haya podido oír más de una vez, en boca de R. Termes, presidente que fue de la AEB, que, como la SS es insostenible, cada cual debe componérselas por su cuenta para tener asegurada su vejez. Evidentemente, el presidente de la Asociación Española de Banca no pudo leer lo que yo acabo de escribir sobre la actitud del individuo y de la sociedad ante este problema.


Naturalmente, queda en pie la pregunta de ¿cómo pasar de una estructura demográfica triangular a otra rectangular?


Desde luego, no practicando ni el aborto ni la eutanasia, sino la inteligencia. Tampoco la política demográfica seguida en España parece haber resultado adecuada: como nuestros matrimonios jóvenes practicaban los métodos anticonceptivos, se llegó a una tasa de crecimiento inferior a la de reposición vegetativa. En vista de ello importamos cinco millones de emigrantes que, encima, parece que no los practicaban, a la vista de los resultados.


¿No sería más lógico que en todas partes se emplearan métodos anticonceptivos en la medida necesaria para mantener estabilizado el crecimiento vegetativo de la población? Por cierto, he leído a algún descerebrado que llama genocidas a los del Club de Roma por plantear esta idea de estabilización poblacional.


Dios nos ha dado la inteligencia para que la empleemos en beneficio de todos y me consta, en cambio, que Dios no me ha dicho nunca: ¡Hijos, los que Yo quiera!, como he oído decir imperativamente a algunos en mi juventud, arrogándose el papel de portavoces de la Divinidad. Me decía no hace mucho el coadjutor de una parroquia: “Pero, quien es la Iglesia para meterse en la cama de los casados?”


Otra pincelada tocante a la relación entre las tareas 2ª y 3ª. La segunda que, evidentemente, se refiere a la formación tanto libresca como profesional en todos sus escalones, primario, secundario y superior, penetra en la tercera, pues hoy en día es imposible vivir sin seguir aprendiendo. Por eso en la segunda se aprenderá, sobre todo, a pensar, a aprender, a investigar y a desarrollar la creatividad.

La tercera debe ocuparse muy principalmente, y durante toda su andadura, en la investigación, pero también en el estudio, porque sin éste ella es impensable.


Vivir la vida en plenitud incluye no poner freno a la imaginación, a la creatividad, esto es, a la libertad de crear. De crear para que nos podamos llevar bien entre nosotros y con la naturaleza, no malgastando materia ni energía.


El único contrapeso que se espera del hombre es el que él mismo se ponga con su inteligencia y con el razonable sentimiento que posea de el bien para todos [el bien es lo que todos apetecen -Aristóteles, Ética a Nicómaco- pag. 33]. Ya sé que esto es difícil, pero para las dificultades estamos los hombres. Las cosas fáciles se resuelven sin nosotros.


Esto del bien y las dificultades me trae a la memoria aquello tan bello de S. Agustín de “… pero nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti!” (el bien por excelencia, el bien último, el sumo bien).


Y lo que me pasó hace unos veranos en un convento de agustinos. En la hospedería de ese convento pasaba el verano acogiendo mi descanso a la tranquilidad del lugar, hasta que aparecieron los chicos de un colegio de agustinos que acamparon en aquellos dominios. Sus insoportables altavoces me llevaron a quejarme al fraile responsable. Su respuesta: “Pues mire, esto es lo que hay. Si no le conviene, el verano próximo váyase a otro sitio”. Se ve que el fraile agustino estaba persuadido de que no estábamos hablando del bien por excelencia, sino del bien de los agustinos. Tampoco funcionó inteligentemente el mínimo sentimiento razonable de la realidad, porque habría sido suficiente con rebajar un poquito el nivel de los decibelios y habría habido bien para todos.


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