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Mónica continuó …

La tradición de la empresa tiene un hito de cambio que es cuando la propiedad y la dirección de la empresa se separan. Esto tiene mucho que ver con la ética. Por definición, una empresa tiene vocación de permanencia; nace con vocación de sobrevivir al emprendedor o al empresario.

Sólo las organizaciones saludables tienen continuidad, igual que el cuerpo humano: si abusas de él, lo harás perecer. Análogamente, si en una empresa tienes comportamientos abusivos, la continuidad, la perdurabilidad de la empresa se amenaza.

Que el objetivo de quien dirige la empresa no coincida con el del dueño de la misma suele ser consecuencia de que los objetivos del primero están muchas veces influidos por otro horizonte temporal. Es el horizonte temporal que se ha exacerbado en las últimas décadas primando los resultados de los trimestres, y asociando el valor de la compañía a su cotización o a su resultado trimestral. Eso ha llevado a que la dirección de la empresa esté orientada al muy corto plazo y a que su bonus esté ligado a ese corto plazo.

Esto que parece una tontería ha tenido un efecto letal sobre las esencias de una empresa porque el buen hacer perdura y en cambio, las malas prácticas sólo se notan a posteriori. Pero dejadme que haga un paralelismo. Es lo mismo que los ciclos políticos. Cuando el ciclo político está en una media de 18 meses, los políticos hacen políticas de a 18 meses; pero los efectos de las políticas profundas nunca se recogen antes de cuatro años. Y digo 18 meses porque teóricamente en España tenemos elecciones cada cuatro años, pero olvidamos que vivimos en permanente campaña electoral porque tenemos Ayuntamientos, Comunidades Autónomas, Gobierno Central y Gobierno Europeo. Y la corrupción o el cortoplacismo, el recoger los resultados en el corto plazo, porque tengo que hacer el botín lo más rápido posible ya que no sé si estaré aquí mañana, hace que los ejemplos de malversación, mala administración o corrupción no se queden sólo en el mundo de la empresa, sino que también se noten en cualquier ámbito en el que se trabaje a corto plazo.

Creo que eso es lo que explica el debate. Hemos pasado de una cultura en la que el horizonte político era de una generación, desde luego en las empresas era de una generación, a que el horizonte temporal de las cosechas es muy corto. Los múltiples escándalos son además voceados y estimulados por nuestro propio morbo; multiplicados y comentados por una prensa muy amarillista, hace que parezca que no hay más que comportamientos escandalosos.

Yo vivo el mundo empresarial, fundé mi propia empresa hace ya 25 años y sigo viviendo en ella y dejándome ahí la mayor parte de mis horas; os aseguro que vivo el mundo empresarial todos los días: proveedores, clientes, trabajadores. Los escándalos están en los titulares; no están en la vida corriente. Hay muchísimas más empresas que son éticas y responsables que empresas que no lo son.

Es un descanso escuchar estas palabras de una mujer joven y emprendedora. Lo malo es que el descanso dura poco y nos conduce inmediatamente al desasosiego.

Si la empresa tiene un comportamiento viciado, es decir, a corto plazo, es porque, en definitiva y en el mejor de los casos, el dueño lo consiente. Porque también pudiera ocurrir que fuera el propio dueño quien lo estimulara. Y el dueño puede ser personal, familiar o de S.A.

Comprendo las dificultades del dueño de largo al enfrentarse al corto de lo global. No encontrará ejecutivos acordes con sus principios porque se le irán a otros negocios más just in time en que ganen más en menos tiempo. O no los encontrará hábiles en el largo plazo no sea que el corto fuera el que se enseña en las escuelas de negocio. Si por añadidura, la bolsa le obliga al cortoplacismo de su cotización, va a tener difícil salida.

Una solución sería que el dueño planifique a largo y luego vaya troceando esa planificación por trimestres con todas las consecuencias que de ello puedan derivarse. Tal vez esta estrategia no resulte fácil de mantener en el ámbito de lo global pero, seguro que habrá escuelas de negocio como esa en la que enseña el profesor Antonio Argandoña, en las que se puedan aprender esas nuevas habilidades. Tendría la ventaja añadida de dar una mayor consistencia a la planificación a medio y largo plazo.

Y ahora vamos a hablar de la dosis. Creemos que hay una simetría en el comportamiento de las personas. Que el regulador va a resolver todos los problemas que se generan en el sector privado y creemos que más regulación significa mayor facilidad para reducir las tentaciones que se pueden tener en el sector privado, olvidando que el regulador es una persona con las mismas fragilidades y fortalezas que el empresario. Pero es que también nos olvidamos del trabajador, otra persona con fragilidades y fortalezas.

Conviene hacer una observación previa a los vocablos regulador y regulación que tanto se emplean ahora y que parecen novedosos cuando no crípticos o misteriosos. Regulación es la traducción facilona de la palabra inglesa Regulation que en inglés significa Legislación en el ámbito administrativo, pero legislación a fin de cuentas.

Es decir, la regulación es la ley (incluidos sus reglamentos) y el regulador es el legislador. Todo esto, como se ve, en dependencia del Poder Legislativo.

Luego está la función inspectora dependiente del Poder Ejecutivo (del Gobierno) que siempre se ha materializado en los Inspectores dependientes de los respectivos Ministerios (Inspectores del Magisterio, de Hacienda, de Trabajo, etc).

Lo novedoso ahora es la institución llamada Reguladora que depende del Gobierno y que no legisla sino que establece Normas (nunca contra la Ley ni contra su Reglamento) para facilitar a sus usuarios el cumplimiento de la ley, y que asume además la función del Inspector.

Un ejemplo de ente regulador es la CNMV que depende del Gobierno. Cuando se nos dice que las tarifas eléctricas o un determinado banco están regulados, un cursi nos estaría dando a entender que es que están bajo el imperio de la ley. Vamos, como todo lo demás.

Es decir, todos somos iguales. Si nos permiten hacer las cosas de manera fácil o difícil, es evidente que por instinto de supervivencia administramos nuestro esfuerzo y vamos a coger el atajo. Hacer laboriosamente un trabajo que se puede hacer con menos esfuerzo no es muy racional.

Hasta tal punto es esto cierto que la asignatura de mi Carrera que me ha resultado de más utilidad es la que mi inteligente profesor Ignacio de Echaide nos daba sobre su libro y bajo el nombre de Planificación y Control de la Producción, que incluía el estudio de “tiempos y movimientos”. Y no sólo por su técnica, siempre en evolución, sino por su concepto, de general aplicación en todos los órdenes de la vida.


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