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QUIÉN hay detrás

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Como se ve, todo muy moderno: el fanatismo del feminismo morboso contra el sano aprecio por la mujer.


Yo no sé si Freud leyó el Persiles, pero sí sé estas dos cosas: Que Freud leyó el Quijote y que todo apunta a que Cervantes (seguramente por vía de encantamiento) leyó La interpretación de los sueños de Freud; también que nuestro Autor estaba bien enseñado por la Santa Madre Iglesia. En caso contrario no se explica lo que dice por boca del vidente Mauricio, que fue esto:

… si yo no estuviera enseñado en la verdad católica y me acordara de lo que dice Dios en el Levítico: No seáis agoreros, ni deis crédito a los sueños, porque no a todos es dado el entenderlos, que me atreviera a juzgar del sueño que me puso en tan gran sobresalto, el cual, según a mi parecer, no me vino por algunas de las causas de donde suelen proceder los sueños, que, cuando no son revelaciones divinas o ilusiones del Demonio, proceden, o de los muchos manjares que suben vapores al cerebro, con que turban el sentido común, o ya de aquello que el hombre trata más de día.

Efectivamente, cuando a continuación describe Mauricio con pelos y señales el contenido manifiesto de su sueño, que resultó fatal (el navío, sobre el cual ya pasaban las aguas, y no se parecía dél sino el árbol mayor, como en señal que allí estaba sepultado), se ve que tenía mucho que ver con lo que él había tratado en su vigilia.

… [en] el sueño que a mí me turbó me pareció ver visiblemente que en un gran palacio de madera, donde estábamos todos los que aquí vamos, llovían rayos del cielo que le abrían todo, y por las bocas que hacían descargaban las nubes, no sólo un mar, sino mil mares de agua; de tal manera que, creyendo que me iba anegando, comencé a dar voces y a hacer los mismos ademanes que suele hacer el que se anega …

Y luego, la interpretación del sueño que el propio Freud podría haber hecho suya en cualquiera de sus numerosos ejemplos:

… como sé que de la prudencia nacen los acertados discursos, ¿qué mucho que, yendo navegando en un navío de madera, tema rayos del cielo, nubes del aire y aguas de la mar? Pero lo que más me confunde y suspende es que, si algún daño nos amenaza, no ha de ser de ningún elemento que destinada y precisamente se disponga a ello, sino de una traición, forjada, como ya otra vez he dicho, en algunos lascivos pechos.

Quisiera ahora hacer un comentario a lo que antes dice Cervantes por boca de Mauricio, que expresa Dios en el Levítico (en cursiva). Se refiere sin duda a Lev.19-31. Me apoyaré en mi Biblia de la BAC (Biblioteca de Autores Cristianos, 1958, con elogioso prólogo del Nuncio de su Santidad en España. La cita difiere ligeramente de la que aparece en el Persiles. La mía dice textualmente: “No acudáis a los que evocan a los muertos, ni a los adivinos, ni los consultéis, para no mancharos con su trato. Yo, Yabé, vuestro Dios”.


En 1958 la Iglesia no dice nada de no dar crédito a los sueños, seguramente por asegurar que sí se dé crédito a los sueños de inspiración divina y con visos de revelación. Ya se sabe que la Biblia está llena de ellos. Lo que pasa es que, como dice el Persiles no a todos es dado el entenderlos, dando a entender que sólo los entienden quienes Yabé, nuestro Dios, quiere.


A los pescadores de perlas voy a ofrecer algunas variadas y sabrosas. La primera, para los sociólogos de la Historia:

… un anciano varón, al parecer de edad de sesenta años (Persiles, publicado en 1617).


Siempre la pérdida del tiempo no se puede cobrar, y la que se pierde en la navegación es irremediable.


… entre los ricos y los pobres no puede haber amistad duradera, por la desigualdad que hay entre la riqueza y la pobreza.


La baja fortuna jamás se enmendó con la ociosidad ni con la pereza; en los ánimos encogidos nunca tuvo lugar la buena dicha; nosotros mismos nos fabricamos nuestra ventura, y no hay alma que no sea capaz de levantarse a su asiento; los cobardes, aunque nazcan ricos, siempre son pobres, como los avaros mendigos.


Arenga de Periandro:

Una onza de buena fama vale más que una libra de perlas; y esto no lo puede saber sino el que comienza a gustar de la gloria que da el tener buen nombre. El pobre a quien la virtud enriquece suele llegar a ser famoso, como el rico, si es vicioso, puede venir y viene a ser infame


De corto entendimiento fuera, hermosa señora, el que dudara la verdad que dices; que, puesto que la mentira se disimula y el daño se disfraza con la máscara de la verdad y del bien, no es posible que haya tenido lugar de acogerse a tan gran belleza como la vuestra.

Perla esta última muy cortés y de elevada exaltación feminista; incluso de sustancioso contenido moral y filosófico, pero muy frágil. Cervantes, cegado de su buen natural piensa que es dado identificar verdad, bondad y belleza, particularmente si se dan sumadas en un bello rostro de mujer. Parece mentira que sea él el mismo que después vaya a poner en boca de Rosamunda [Rosainmunda la llamará luego su compinche] las palabras que aparecen dentro de poco.

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