Estás en: LOS TRABAJOS DE PERSILES Y SIGISMUNDA


QUIÉN hay detrás

QUÉ hay detrás

INICIO

Pgs.  1   2   3    4    5    6    

ELOGIO DE LA POESÍA

Los peregrinos habían coincidido en Badajoz con un grupo de recitantes, uno de los cuales pone palabras al amor que Cervantes sentía por la poesía, a pesar de no haber disfrutado él de fama de buen poeta. El recitante dijo:

… la excelencia de la poesía es tan limpia como el agua clara, que a todo lo no limpio aprovecha; es como el sol, que pasa por todas las cosas inmundas sin que se le pegue nada; es habilidad, que tanto vale cuanto se estima; es un rayo que suele salir de donde está encerrado, no abrasando, sino alumbrando; es instrumento acordado que dulcemente alegra los sentidos y, al paso del

deleite, lleva consigo la honestidad y el provecho.

PRIMER PREMIO a la mejor propaganda turística de España.

Otorgado a Auristela por lo que dice en el Capítulo cuarto, tercer libro del Persiles:

… ya los Cielos, a quien doy mil gracias por ello, nos ha traído a España sin la compañía peligrosa de Arnaldo; ya podemos tender los pasos seguros de naufragios, de tormentas y de salteadores, porque, según la fama que, sobre todas las regiones del mundo, de pacífica y de santa tiene ganada España, bien nos podemos prometer seguro viaje.

El premio duró hasta que a Carlos III se le ocurriera traer seguridad a los caminos de Sierra Morena en beneficio de otros viajeros.


T. Gautier dice en su Viaje por España que los atracadores de caminos de Sierra Morena no son tan peligrosos como los venteros de aquellos lugares que esquilman los bolsillos de los viajeros poniendo con ello en dificultades la relación entre bandoleros profesionales y viajeros desplumados.


UN ENCUENTRO CRUCIAL (en cruz).

Fue precisamente el de T. Gautier que recorría España de norte a sur (1840), con el escuadrón peregrino del Persiles que lo hacía de oeste a este (1616). Sucedió en el espacio (en Toledo) pero no en el tiempo ni en la circunstancia. El escritor francés pisaba el terreno español entonces, pero Cervantes pisaba el umbral de su marcha hacia la eternidad (en Madrid).


Gautier era un entusiasta de Toledo: de sus calles, de la catedral, del alcázar, de su río … Curiosamente apreciaba mucho la obra que Juan Bautista de Toledo plasmó en su alcázar; era el mismo arquitecto que iniciara la obra de El Escorial, y que terminaría Juan de Herrera.


Pero a Teofile Gautier no le gustaba El Escorial. Decía de él que nunca había visto tanta piedra junta, excepción hecha de las Pirámides de Egipto. Habría que ver su opinión sobre el Ministerio del Aire de Gutiérrez Soto.


El Tajo le entusiasmaba; era como el abrazo de la ciudad y a él acudió un caluroso día de verano para bañarse y empaparse de él haciéndose cuerpo con Toledo. Puesto que este viaje había comenzado en París, seguramente el autor francés hubo de pasar por Blois y Tours, y eso me recuerda cómo yo mismo me bañé también por allí otro caluroso día de verano en el Loira para quitarme de encima el polvo de la cosecha y de la cosechadora y guardar un recuerdo vivo de la maravilla de sus castillos.


Cervantes dijo:

No es la fama del río Tajo tal que la cierren límites ni la ignoren las más remotas gentes del mundo; que a todos se estiende y a todos se manifiesta, y en todos hace nacer un deseo de conocerle.

Y puso en boca del nórdico Periandro.

¡Oh venturosas, pues, cristalinas aguas, doradas arenas! ¡Qué digo yo doradas! ¡Antes de puro oro nacidas! Recoged a este pobre peregrino, que, como desde lejos os adora, os piensa reverenciar desde cerca. Y, poniendo la vista en la gran ciudad de Toledo, fue esto lo que dijo: —¡Oh peñascosa pesadumbre, gloria de España y luz de sus ciudades, en cuyo seno han estado guardadas por infinitos siglos las reliquias de los valientes godos para volver a resucitar su muerta gloria y a ser claro espejo y depósito de católicas ceremonias! ¡Salve, pues, oh ciudad santa, y da lugar que en ti le tengan estos que venimos a verte!