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Para terminar con la referencia a la Antología gongorina de Gerardo Diego, no se puede pasar por alto la aportación en ella de Rubén Darío con sus tres sonetos extraídos de sus Cantos de vida y esperanza. De una forma muy original Rubén Darío simula en el primero que Góngora le dedica el poema a Velázquez; el segundo es una réplica del pintor al poeta y el tercero es una intervención del propio Rubén Darío que trata con ambos, pintor y poeta. En el Museo del Prado está el retrato, por Velázquez, del Góngora que todos conocemos.


De entre los poetas de la Generación del 27 hay que destacar, como queda dicho, a Gerardo Diego, pero sobre todo, a Dámaso Alonso. Visto lo difícil, excepcional e inimitable de la obra de Góngora, el propio Dámaso Alonso publicó en 1935 las Soledades, la obra capital de Góngora acompañadas de una traducción en prosa de las mismas, ilustrada con todo género de notas y acotaciones. Con propiedad se le puede llamar traducción, pues es como tratar un texto latino que ha de ser ordenado e interpretado.


¿Cómo afrontó Gerardo Diego la cuestión gongorina? Pues de una forma muy inteligente. Hizo algo parecido a lo que Picasso acometió con las Meninas. A ningún pintor con sentido se le hubiera ocurrido en el siglo XX copiar el genial cuadro de Velázquez con ligeras variaciones para poner al pie su nombre. Picasso lo deformó por completo, lo desestructuró y con ello adquirió derecho a firma.


A propósito, me voy a permitir una digresión que me conducirá a relacionar Góngora, Gerardo Diego, Mingote y Picasso. Decía este último de nuestro humorista y académico que no sólo era un gran dibujante, sino un excelente pintor y retratista.


Pues bien, en una línea distinta de la de Picasso, pero también tomando el famoso cuadro como fundamento, tiene Mingote una viñeta en la que desfigurando las Meninas hace que una de ellas, inflada como globo aerostático, ascienda al techo del estudio mientras el pintor y resto de personajes del cuadro miran hacia arriba con admiración y asombro.


Copio a continuación la última estrofa del poema Idilio, de Poemas adrede (1926-1941), muy en la línea de la Fábula de Equis y Zeda que el propio Gerardo Diego escribió con resonancias gongorinas. Dice así aquella estrofa:


        Allí podremos hija

        desatar la cerviz del desconsuelo

        Verás de tu sortija

        dilatada de anhelo

        henchirse un monje hasta emprender el vuelo


Veamos las habilidades de Gerardo Diego para acercarse al Góngora de las Soledades con sus pies asentados en la modernidad:


        * Combinación de versos hepta y endecasílabos.

        * Falta de signos de puntuación.

        * Fuerte hipérbaton.

        * Piruetas atrevidas a la vez que graciosas.


La Fábula de X y Z (1926-1929) es un poema abstracto ejemplo de lo mismo. En ella, su poema Amor, con la entradilla "Góngora 1927" no tiene como protagonistas a Polifemos, Galateas, Angélicas o Medoros, siempre por parejas copuladas con la i griega. En Gerardo Diego la copulativa une a dos seres llamados uno Equis y otro Zeda.


Es un poema disparatado con mucha geometría (rombo, cuadratura, plano, diedro, arista, tangente), mucho desenfado (el sexo de la mujer visto como una hucha) y mucha hipocresía amorosa (canto al amor de una gorda con "cadera perpetua". Sobre todo, mucha soltura en la rima con fácil e intencionado cachondeo que no tiene más razón de ser que la pura pirueta esperpéntica:


        ... y que es azul la mano del grumete

        -amor, amor, amor- de seis a siete

        ...............................

        ... y en margaritas que pacerá el chivo

        su porvenir listado en subjuntivo

        ...............................

        ... Una sesión de circo se iniciaba

        en la constelación decimoctava


Ni siquiera en sus cabriolas chocantes se aparta Gerardo Diego del desgarro que hay en los Romances Burlescos de Góngora.


Ya he dicho bastantes cosas de Gerardo Diego, es decir, sólo unas pocas, porque su obra es extensísima. En su poema Versos de su Libro IV, Evasión, preconiza:


        Versos tradicionales

        y versos nuevos, raros y diversos.

        .........................

        versos,

        más versos

        ............

        siempre versos.


En todo momento con el cincel en la mano presto al trabajo de escultor de palabras. En plena faena estaba cuando le colgaron la medalla de oro del Trabajo en 1968: sólo un adelanto, porque al final de sus días la Obra Completa de Gerardo Diego atesora un mínimo de 43.000 versos y 3.500 artículos periodísticos. Pero antes de regresar a Soria no quisiera pasar por alto algunas de sus otras inclinaciones:


    * Lo torero. Le viene desde que a sus 14 años asiste a la primera novillada y a los 17 ve torear en Madrid a Belmonte.


        Al verte aquel día

        vestido de luces,

        me bailó por el talle una zambra

        de lances y frunces                (de Exhortación a "Gallito" )


  

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