Estás en: TRES

QUIÉN hay detrás

QUÉ hay detrás

INICIO


-¿Qué pasa ahí? -exclamó en esto el molinero, asomando su feo rostro entre los pámpanos de la parra.

El Corregidor estaba todavía en el suelo boca arriba, y miraba con un terror indecible a aquel hombre que aparecía en los aires boca abajo.>

Todo serenado, los ilustres compañeros de merienda estaban de vuelta en la ciudad. El Corregidor, entre ellos; él y Garduña (que lo esperaba sentado en la ramblilla) subieron al Ayuntamiento donde mantuvieron una conversación familiar que no se correspondía con el lugar, tan oficial, en que estaban.

La molinera está perdidamente enamorada de Usía, dijo el innoble alguacil, y todo lo que Usía acaba de contarme, me lo confirma. Además, ella es capaz de tirarse por la ventana con tal de agarrar el nombramiento de su sobrino…

<El Corregidor se dirigió al bufete y escribió algunas líneas en un pliego de papel sellado, que selló también por su parte, guardándoselo luego en la faltriquera.

-¡Ya está hecho el nombramiento del sobrino ¡Mañana me las compondré yo con los regidores [el alcalde y los concejales]..., y, o lo ratifican con un acuerdo, o habrá la de San Quintín! ¿No te parece que hago bien?

-¡Eso!, ¡eso! -exclamó Garduña entusiasmado.>

….

Acabas de decirme que el molino pertenece al término del lugarcillo inmediato, y no al de esta población... ¿Estás seguro de ello?

-¡Segurísimo! La jurisdicción de la ciudad acaba en la ramblilla donde yo me senté esta tarde a esperar a Vuestra Señoría.

-Ahí tienes la carta que me has pedido para el alcalde del lugar. Tú le explicarás de palabra todo lo que tiene que hacer. ¡Ya ves que sigo tu plan al pie de la letra!

-¡No hay cuidado! -contestó Garduña-. El alcalde Juan López tiene mucho que temer, y en cuanto vea la firma de Usía, hará todo lo que yo le mande. ¡Lo menos le debe mil fanegas de grano al Pósito Real, y otro tanto al Pósito Pío!... Esto último contra toda ley, pues no es ninguna viuda ni ningún labrador pobre para recibir el trigo sin abonar creces ni recargo, sino un jugador, un borracho y un sinvergüenza muy amigo de faldas, que trae escandalizado al pueblecillo … ... ¡Y aquel hombre ejerce autoridad!... ¡Así anda el mundo!

-Lo primero que tienes que hacer es ir a casa y advertirle a la Señora que no me espere a cenar ni a dormir. Dile que esta noche me estaré trabajando aquí hasta la hora de la queda, y que después saldré de ronda secreta contigo, a ver si atrapamos a ciertos malhechores. En fin, engáñala bien para que se acueste descuidada.

- Mi cuartel general será la ramblilla. Vaya Usía a pie, y no lleve linterna. No llame a la puerta grande que da a la plazoleta del emparrado, sino a la puertecilla que hay encima del caz y da al mismísimo dormitorio de los molineros. Él no entra ni sale nunca por ella. Por último, procure Usía escurrir el bulto antes del amanecer.

¡Buena suerte! -exclamó el alguacil, alargando lateralmente la mano al Corregidor que puso en ella una peseta. Garduña desapareció como por ensalmo.

<A las nueve de aquella misma noche los molineros iban a acostarse; en ese momento sonaron dos fuertes golpes aplicados a la puerta grande del molino que sobresaltaron al matrimonio porque nunca había ocurrido tal cosa a semejante hora.

El molinero salió a la plazoleta y preguntó: ¿Quién es? Del otro lado del portón respondió una voz: ¡La justicia; abra usted al señor alcalde!

El molinero abrió después de comprobar a través de una rendija que la voz había salido del alguacil del alcalde López cuya orden decía:

< Para el mejor servicio de S. M. el Rey Nuestro Señor (Q. D. G.), prevengo al molinero de estos vecinos, que tan luego como reciba la presente orden, comparezca ante mi autoridad sin excusa ni pretexto alguno; advirtiéndole que, por ser asunto reservado, no lo pondrá en conocimiento de nadie: todo ello bajo las penas correspondientes, caso de desobediencia. El Alcalde,

JUAN LÓPEZ >

El molinero intentó diferir la cita y la molinera acompañar a su marido. Todo inútil: el alguacil hizo cumplir la orden a rajatabla. El molinero había de partir solo y al instante. Pocos minutos después el molinero encendió un candil para entrar en la cuadra y salir luego del molino, caballero en una hermosa jumenta, seguido del alguacil. Ni el molinero ni el corregidor lo sabían por causa de la oscuridad de la noche, pero ambos se cruzaron, esquivándose, a medio camino entre la ciudad y el molino. El molinero había dejado a su mujer en su dormitorio haciendo calceta hasta que él volviera, y el Corregidor iba en sentido contrario para poseerla. El molinero sospechó certeramente de todo (se sentía quitado de en medio por el Corregidor), pero confiaba sin límites en su mujer. Así llegaron hasta casa del señor alcalde.

¿A qué viene esta orden, había preguntado el molinero al alguacil?

< -No lo sé... –había contestado el rústico; hombre de unos treinta años, cuyo rostro esquinado y avieso [propio], de ladrón o de asesino, daba muy triste idea de su sinceridad-. Creo que se trata de averiguar algo de brujería, o de moneda falsa... Pero la cosa no va con usted... Lo llaman como testigo o como perito. En fin, yo no me he enterado bien del particular... El señor Juan López se lo explicará a usted con más pelos y señales.>

El alcalde halagó zalamero al molinero invitándole luego a sentarse y descansar porque <no tenemos prisa>. Y continuó: <Supuesto que no tiene usted gran prisa, dormirá usted acá esta noche, y mañana temprano despacharemos nuestro asuntillo...>

< -Lo que sí va usted a permitirme -dijo el molinero bostezando de un modo atroz- es que me acueste en seguida. Anoche he tenido mucha molienda, y no he pegado todavía los ojos...

-¡Concedido! -respondió majestuosamente el alcalde-. Puede usted recogerse cuando quiera.

-Hasta mañana, señores -añadió el Molinero.

pag. 1     2     3     4