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QUIÉN hay detrás

QUÉ hay detrás

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-Hay quien bebe para olvidar. Un amigo mío me dijo en una ocasión que bebía para olvidar que era alcohólico. Luego se pone insoportable y confuso y si es verano acaba pidiéndole al barman un helado de salchichón.


- El anarquismo consiste precisamente en que el único plan sea suprimir los planes. Y para eso, además de ideología, se necesita una beca de comedor. O sea, que la pobreza del anarquismo sólo se la pueden permitir los ricos…


- "Sirve de poco cuidarse. Al final sólo consigues tener el peso de tu cadáver…"


- El pueblo quedaba alejado de las grandes vías de comunicación que atravesaban el país. Recuerda Chester que "el tren había que descarrilarlo para que parase". "Cuando veíamos un avión sobrevolar el pueblo —recuerda Chester— el reverendo Nithingale corría a la iglesia a rezar para que se

desplomase allí mismo. ¡Joder, Al! —me dijo Chester— es que en Hunter Falls no había otra forma de conocer gente".


- En California, como hay terremotos, los rascacielos los hacen de planta baja y dice el jefe del

'Savoy' que Los Ángeles tiene el extraño encanto de una ciudad en la que el segundo edificio más alto es un paso de cebra.


- La última vez que pagó sus honorarios al Dr. Erdhart descubrió que le cobraba doble. El siquiatra se lo dejó claro: "Tienes desdoblamiento de personalidad, Billie, muchacho. Esa es la razón de que desdoble mis facturas".


-No volvimos a volar. Después de aquella experiencia, comprendí por qué en la ventanilla de la compañía aérea la gente hacía cola para huir. ¡Maldito viaje! El avión tenía por tren de aterrizaje las ruedas de una ambulancia. Nada más verlo supe que no puedes esperar nada bueno de un avión en cuya bodega acabas de ver que cargaron dos docenas de ataúdes. Pero nos acomodamos a bordo.

Cuando se estabilizó el aparato, sentimos el saludo del comandante: "Me llamo Jack Forrester, mi mujer me engaña incluso con mis hijos, visité quince ciudades y debo dinero en veinte, tengo un cáncer capaz de perforar una caja fuerte y antes de subirme a este avión, era buzo en el puerto de Nueva Orleans".

Una azafata quiso consolarnos a Ernie y a mí: "No le hagan caso, señores, está loco".

"No mires las instrucciones de supervivencia —me dijo el jefe— porque juraría que vienen en latín". Luego salió una azafata: "Me llamo Dora Lowenstein y el único familiar que tengo me espera siempre en tierra con un perro de caza para buscar mis restos". Luego se calló la boca y nos enseñó a santiguarnos. Recuerdo a Ernie Loquasto jurando que no volvería a subirse a un avión que volase más alto que el Metro de Nueva York.


- Francisco tiene una voz sonora y aterciopelada, potente y honda, pero le falta franqueza, y cuando le escucho, me suena como un villancico interpretado por un cañón.


- Yo creo que Bernard Montgomery es un buen soldado, un tipo prudente que si no avanza más rápido contra el África Korps de Rommel será porque todavía espera a que lleguen de Londres los tipos encargados de pintar en la arena los pasos de cebra.


- Si el general Montgomery sucumbiese en las dunas de El Alamein, ¡joder!, está tan delgado, tan leñoso, que sólo le metería el diente un pájaro carpintero.

- Ese talante mórbido y resignado se percibía en la voz de Amalia Rodrigues, que sentía los robos con una soberbia mezcla de existencialismo y úlcera de duodeno. ¡El fado! Pocos pueblos disponen de algo así para expresar la soledad y la amargura, el desencanto por el amor fallido, la ausencia del ser amado y el ardor de estómago.


- ¿Es malo el boxeo? Pues será como el sexo, que es malo si metes el cuerpo donde no debes.


- ¿Qué fue de los redentores del 68? Resulta de repente que al lado de Manuel Fraga, el pobre Engels era un seminarista de Sigüenza.


-Va siendo tarde en nuestros cuerpos, amigo, así que en adelante, hemos de acostumbrarnos a dormir con las manos cruzadas sobre el pecho para ahorrarle trabajo a la funeraria.


- Tenía ganas de meterle el diente a algo de Sánchez Dragó y aproveché para leerlo a oscuras. Fue una manera de tranquilizar mi conciencia y de paso recordé lo que una fulana le dijo al matón que la asediaba: "No te hagas ilusiones, encanto; si me he subido a tu coche, fue sólo para evitar que me atropelles".


-Mi tos resulta tan encantadoramente equívoca que es como si tosiera en euskera. Ahora comprendo que el nacionalismo contado por un tipo como Xabier Arzalluz no es más que una manera de toser.


-A los tipos como Van Gogh, como Poe, como Rimbaud o Verlaine, los críticos le miran los ojos cuando sería más razonable mirarles la orina. Personalmente no me hago ilusiones. A Van Gogh la orina le olía a talento; la mía sólo huele a tabaco.


- Los presidentes venezolanos van y vienen, imperecederos, con la tensión y el ritmo de una comedia de Bernard Shaw. Ocurre todo a un ritmo tan frenético que el destino de Venezuela no parece pensado para la Historia sino para la televisión. Al final, como suele ocurrir en las repúblicas bananeras, aparecerá en un rinconcito de palacio, extenuado y sin aliento, el pobre sastre presidencial,

desbordado por ese frenético ir y venir de presidentes, víctima de un país al que se le acumulan la injusticia y la plancha.


-Titanic: Al poco rato mi contertulio del agua se hundió en silencio, como si le arrastrase al fondo del mar el ancla de su propio esqueleto.


-Malgasté dos matrimonios y tres hijos porque viví demasiado rápido, sin frenos, desbocado. Aspiraba al podio y al cabo de los años me siento como si sólo hubiese conseguido subirme a un agujero.

-El periodismo es un asunto urgente pero no puede ir más rápido que la realidad. Un veterano me dijo: "Muchacho, hay que medir la velocidad, no sea que llegues al crimen antes que el asesino".


-Las entrañables galletas de Aguilar de Campoo se salvarían si los españoles no nos empeñásemos en inventar el fuego bajo en calorías.


- Pero el amor dura poco y a veces ni siquiera es tan sólido como para sobrevivir al olor a pies. Un día descubres que no es lo que esperabas. Hay una derivación práctica y materialista en el amor que siempre nos hace daño. Lo descubrimos cuando ella aprovecha para servilletas los calzoncillos de su padre.