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Lo que pasa es que un político debe ser (y lo es raras veces) un estadista en su ámbito de actuación para saber y poder administrar los bastantes y las necesidades. Dice el académico José Luis Pinillos que tenemos muchas necesidades innecesarias. Y Antonio Machado lo poetizaba con belleza y profundidad: ¿Cuál es la utilidad de nuestras utilidades? Como si más que profesor de francés lo fuera de inglés para españoles, a pesar de que en su tiempo aún no conocíamos las utilidades informáticas que nos fueron tan familiares y que ya tenemos casi olvidadas ahora.


Alegrémonos de conocer la buena noticia que ofrece nuestro libro: Los altos niveles actuales del caudal productivo no son necesarios para sostener un nivel de vida digno de todos los habitantes del planeta. En los países ricos tenemos miedo a cambiar, nos da pereza, nos falta valor para enfrentarnos a la propaganda esa que nos grita: Lo veo, lo quiero, lo tengo! El resultado es la esquizofrenia de nuestro planeta que se manifiesta en cosas como éstas:

En la lista de 182 países (todos los del mundo con más de un millón de habitantes), Noruega ocupa el Nº 1 por HDI, el Índice de Desarrollo Humano que tiene en cuenta la esperanza de vida, el grado de alfabetización y educación, además del GDP (Producto Interior bruto). Níger ocupa el 182, con 50 años de esperanza de vida, 80% de analfabetos y dos médicos por cada 100.000 habitantes.

Eso sí, en Noruega, de cada mil muertes, 13 son por suicidio, y en Níger las compañías de móviles los han implantado en un visto y no visto por todo el país. Claro, que es mejor (incluso es bueno) que los nigerinos se comuniquen, frente a que los noruegos se suiciden.


Cuando todavía no habían aparecido en el horizonte los descomunales 4x4 que ahora vemos ocupando dos plazas de aparcamiento, me decía el presidente de una gran firma de automoción: “Sí, van a ser muy útiles para ir a tomar el aperitivo a los Campos Elíseos”. Se quedó corto él, que como yo, vivimos aventuras con los 4x4 de verdad, los que nos permitían vadear ríos, sacar tractores de sus atascos, llevar gasoil para repostar una cosechadora en un lugar remoto del campo, o llevar al taller su enorme rueda motriz averiada.


Pero claro, enseguida llegan los de la libertad y las necesidades y te dicen: “Y si uno tiene necesidad de tomarse el aperitivo en los Campos Elíseos transportándose hasta allí en su robustísimo y seguro 4x4, por qué no se lo va a permitir?”


Los 4x4 del mar son esos aspirantes a yate provistos de uno o varios motores fuera borda enormes, muy necesarios para deslumbrar a nuestros invitados cuando, a gran velocidad sobre el oleaje, los ponemos de manos.


Aparte de las otras buenas cualidades que destila Meadows a lo largo de su obra, me gustaría destacar la de la generosidad. En el capítulo sobre la sociedad sostenible dice: En 1987, la Comisión Nacional de Medio Ambiente y Desarrollo [supongo que de EE.UU] expresó la idea de la sostenibilidad con palabras memorables (y cita): Una sociedad sostenible es una sociedad que “satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones para satisfacer sus propias necesidades”.


Para mí, como he apuntado más arriba, las palabras satisfacer y necesidad, más que memorables, me parecen una fuente de confusión. Prefiero la definición del propio Meadows:

     Una sociedad sostenible es la que es capaz de persistir durante generaciones; que es suficientemente clarividente, flexible y sabia para no socavar sus sistemas de apoyo físicos ni sociales. Y yo destaco que entiende por socialmente sostenible el que la combinación de población, capital y tecnología se configuren de manera que el nivel de vida material sea suficiente y seguro para todos y esté repartido equitativamente.


Pero claro, como estamos en el modelo en que estamos, es prácticamente imposible prohibir actuaciones tan absurdas como las que acabo de señalar. Eso nos dicen, al menos, los más renuentes si llegan a condescender con el sentido común.

Además de insensatos, hay que decir que somos unos hipócritas. Ahora que nos aqueja la crisis de 2007 en adelante todo el mundo clama por más regulación. Palabra ésta que no es sino un eufemismo de otra, ley, que a su vez equivale a prohibición. Todo lo que va contra una ley, está prohibido. En las bocas actuales, regulación no es sino el conjunto de las leyes y sus reglamentos.

Claro, que las nueves leyes que se piden son para poder seguir sin sobresalto (se piensa) en el mismo modelo, es decir, para poder volver a caer en sus mismas trampas poco después. Pero no importa, lo sustancial es la continuidad del modelo.

Cito al Galbraith de 1971 nada menos: Los crecientes producción y consumo, y el terco empeño de aumentarlos aún más, fue lo que nos metió en este lío [la primera crisis del petroleo]. Para salir de él, debemos preguntarnos qué cosas son más perjudiciales para el gran público, que beneficiosas para unos cuantos particulares.

Sin embargo nuestra bendecida democracia no sólo permite prohibir: es que vive de ello. De hacer leyes, que es la ocupación de su expresión genuina, los parlamentos, ya sean supranacionales, nacionales o regionales.

Luego, si somos sinceros, estaremos de acuerdo en que sí se pueden cambiar las cosas. Lo único que hace falta para ello es tener, como ahora se llama, también eufemísticamente, voluntad política. Es decir, simplemente hay que querer y para ello lo primero que hace falta es que la gente cambie de mentalidad, y antes, claro, que quiera cambiar.

Después de ver cómo se ha conseguido, y en tan poco tiempo, que la gente no fume en el Metro de Madrid, estoy convencido de que se puede conseguir lo que se quiera, si se quiere.

Pero no, de lo que hay que cambiar es de todo lo demás; de coche, por ejemplo. Que hay un stock enorme de coches invendidos? Pues el Estado regala dinero a la gente para que se compre uno nuevo. ¡Pero si no le hace falta, si ya tiene uno! No importa; que lo tire a la chatarra! Claro, no se dice así de crudamente: se dice que el coche viejo ha de ser reciclado, que es una práctica muy bendecida y respetuosa con el medio ambiente, que por añadidura produce empleo.

Es como la cronista de sociedad que resalta, con toda la malicia posible, que tal princesa ha repetido vestido en esta ocasión, cuando lo que tenía que haber hecho es reciclarlo, según interpretará  seguramente la lectora panoli.

Decía Dennis Gabor en La sociedad madura (1972) que con aumentar la fiabilidad (y con ella la duración) de los bienes producidos se podían conseguir grandes ahorros, y señalaba a la industria de la moda como causante de grandes perjuicios. Hoy habría que apuntar a la industria de la moda en toda la extensión de la palabra y no sólo en lo referente a los textiles. Pero claro, no son esos ahorros los que interesan en el momento actual. Ahora sabemos, aunque Dennis Gabor sólo lo intuyera, que él estaba pensando en ahorros en huella ecológica.

Lo de reciclar necesita una puntualización seria. Hoy se persigue a muerte (al menos eso se dice) el blanqueo de capitales, es decir, el blanqueo de dinero negro, proceda de donde proceda. Es decir de cualquier procedencia, excepto si procede del reciclado.



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