Estás en: LOS LÍMITES DEL CRECIMIENTO EN EL UMBRAL DE UN NUEVO PARADIGMA

QUIÉN hay detrás

QUÉ hay detrás

INICIO

    Pgs.  1    2    3     4     5     6     7     8         

El libro es asequible para los ingenieros en general aunque, naturalmente, lo es más, parcialmente, según especialidades. El ingeniero de sistemas se sentirá a veces más cómodo que el químico, pero éste encontrará natural lo que lea sobre química de la atmósfera o de la estratosfera. Sin embargo muchos nos podemos sentir aludidos por explicaciones curiosas. Por ejemplo, respecto del agujero de ozono en la Antártida, y sin entrar en su evolución química, cualquiera puede pensar: Bueno, a mí, mientras yo no vaya a broncearme a la Antártida, el agujero ése me deja al fresco. Pues no, y el libro explica por qué.


Se ve que lo sistémico es muy importante en el libro; es imprescindible, pero no lo es todo. Contiene éste también una fuerte carga ingenieril que justificaría que todo ingeniero lo tuviera como libro de cabecera. Sirve para ver qué pasa en la tierra y qué puede pasar. Pero después, el ingeniero, los de todas las ramas deben venir a ayudar a dar interpretaciones y explicar las soluciones que se ofrecen.


Segunda razón. Un libro como éste es tan importante y necesario ahora que no estaría de más mostrarlo continuamente en todas las plazas públicas del mundo. No es excesivo, pues, que lo tratemos en un foro como este del Ateneo de Madrid en el que hoy concurren el Comité de Inventiva del Instituto de la Ingeniería de España y la Sección Científica del Ateneo de todos.



Y, para qué ha servido el libro, digamos el libro en sus tres versiones?

La primera fue un aldabonazo científico, es decir, no demagógico, ideológico o sesgado, a toda la humanidad sobre algo que le concierne muy de cerca.


Hubo reacciones varias (Tamames las llamó polémica): Los interesados en mantener el statu quo que el libro ponía en entredicho iniciaron sus estrategias, debidamente orquestadas por la propaganda y siempre que hizo falta, acuñando etiquetas eufónicas torcedoras del lenguaje.


Pero los autores no se quedaron quietos y siguieron trabajando con el tiempo a su favor. Fue éste el que demostró que las hipótesis del primer libro se habían cumplido al cabo de 20 años: Y lo contaron, y confirmaron, también científicamente, en su segundo libro: Al seguir creciendo, nos habíamos salido de límites.


El tercer libro no describe la autopsia de las vísceras de algunas aves para saber qué va a pasar en el futuro (que es lo que a muchos hubiera gustado que fuera). Más bien describe, en sus aspectos más significativos, esto otro:


Un potente programa informático (World3) que interrelaciona multitud de ecuaciones representativas de otras tantas situaciones que se dan en nuestro universo, una vez modelizadas; que recibe como inputs los datos disponibles hoy sobre dicho universo, con su evolución, y la forma de interrelación que en cada caso quiera adscribirse a las ecuaciones en función de los escenarios que vayan a analizarse cada vez; los outputs son resultados en forma de gráficos (algunos de los cuales se muestran en el libro). Los datos proceden de fuentes públicas fidedignas tales como la ONU, FAO, el Banco Mundial, la Agencia Internacional de la Energía y otras muchas.


No estará de más recordar que un modelo no es otra cosa que una representación simplificada de la realidad. Y que ésta, a su vez, no es nunca la absoluta o verdadera, sino la que responde a la percepción subjetiva que cada cual tenga de ella.

Está muy de moda el fonema huella ecológica que Wackernagel define así: Es la cantidad de terreno que se ha calculado como preciso para suministrar los recursos naturales consumidos por la población de varios países y para absorber sus residuos.


Los cálculos se hicieron para 150 países (todos los que tenían más de un millón de habitantes) de manera que integrando al globo terráqueo completo llegamos a que (copio literalmente de nuestro libro) Desde finales de 1980 los habitantes de la tierra han consumido cada año más recursos producidos por el planeta que los que han podido regenerarse durante ese mismo año. En otras palabras, la huella ecológica de la sociedad mundial ha sobrepasado la capacidad de abastecimiento de la tierra. Nos hemos extralimitado en un 20%.


Los de siempre responden: De acuerdo, pero no ha pasado nada, y encima hemos puesto en pie muchas unidades eoléctricas, así que lo único que hay que hacer es arreglárnoslas para hacer elásticos esos límites y seguir estirándolos.


Lo de que no ha pasado nada, es un decir, y si no, veamos lo que opinaba en 1997 un foro de 2000 economistas (seis Nóbel incluidos) a propósito de las pérdidas económicas mundiales causadas por catástrofes relacionadas con el clima, que crecen exponencialmente; según ellos:


     Todo indica, a fin de cuentas que hay una influencia humana discernible en el clima mundial. Como economistas, creemos que el cambio climático planetario encierra riesgos ambientales, económicos, sociales y geopolíticos significativos y que está justificado tomar medidas preventivas.


Voy a copiar dos breves citas que se leen en el libro y que pueden resumir lo que piensan quienes se aferran a lo que tenemos y no quieren ver lo que nos espera:

     “Hace 20 años algunos hablaban de límites del crecimiento. Pero ahora sabemos que el crecimiento es el motor del cambio. El crecimiento es amigo del medio ambiente”.

     “En 1972 el Club de Roma publicó Los límites del crecimiento que ponía en tela de juicio  la sostenibilidad del crecimiento de la economía y de la población … El Club de Roma se equivocó”.


La primera afirmación es del Presidente G. Bush senior en 1992. La segunda fue acuñada por Exxon Mobile en 2002, la Compañía petrolera propietaria del petrolero Exxon Valdés que chocó contra un arrecife de coral en las costas de Alaska en marzo de 1989 produciendo un magno y trágico desastre ecológico.


Naturalmente estas cosas sólo se les ocurren a los ricos de la tierra. Los pobres de la tierra bastante tienen con sobrevivir. Por otra parte a muchos les conviene seguir creyendo que el mercado y la tecnología lo pueden arreglar todo como si de autómatas programables se tratara. Si leemos en el libro los párrafos de “la aventura del agujero de ozono antártico” veremos que en el papel jugado por la tecnología no hay ningún automatismo, sino más bien una acumulación de sabiduría, conocimientos, imaginación, tesón, empeño contra el desaliento, paciencia (es decir, tiempo, y sin desfallecer), dialéctica, persuasión, trabajo, cordura, voluntad decidida, habilidad, comprensión y, seguramente, muchas más cosas que no se aprecian a primera vista.


La gente tiene buena memoria para recordar que, a pesar de todo, la tecnología es muy arregladora. Y se acuerda  de cuando las calles de Nueva York estaban saturadas de excrementos de caballo que eran el indeseable producto de los escapes de los coches de entonces, y de cómo el ciclo Otto del motor de explosión resolvió el problema de un plumazo en 1875, para no hablar de los coches Ford fabricados en serie a partir de 1903. Asunto resuelto ya para siempre.


Pero como dicen los polacos, a la humanidad se le cayó la gran piedra que le oprimía el corazón … solo que le cayó sobre un pie! Véase si no cómo los escapes de los coches de hoy ya no llenan sólo las calles de NY, sino las de las ciudades de todo el mundo atacando desde la atmósfera. ¡Quien lo iba a pensar! Kant ya había profundizado en el tema: la solución que resuelve un problema entraña nuevos problemas.


ANTERIOR                                                                                                                      SIGUIENTE

                                                                                PAG. 2 / 8