<Un relámpago iluminó la sombría escena. Vio en torno suyo una extensa, arraigada y, casi universal hostilidad personal hacia él. Pronunció entonces una de aquellas expresiones, que se le atribuían en aquel interesante periodo, y que muestran la fuerza y la calidad de su comprensión de la vida. “Me parece como si hubiese ido a visitar a un viejo amigo y me encontrase con que había muerto”.


Explicadlo como queráis: La dureza de los tiempos en todo el mundo, la incapacidad política del partido monárquico, la tendencia de la época, la propaganda de Moscú, pero lo cierto es que, sin disfraz, fue un gesto de repulsa de la nación española que llega al corazón.>


Y ya, damos un salto para ver como el dictador Francisco Franco hizo a mediados del siglo XX de nuevo Martínez Campos Restaurador de la Monarquía Borbónica. Se saltó el eslabón Don Juan y propició que el nieto de Alfonso XIII fuera rey de España a partir del 22-11-1975 (dos días después de morir el propio Franco) con el nombre de Juan Carlos I. Duró como Rey hasta su abdicación en su hijo Felipe VI el año 2014.


En 2020, ya emérito, el Rey Juan Carlos I abandona España en solitario dando así carta de naturaleza a la separación matrimonial que ya era manifiesta. La Reina Sofía se queda, bien querida por los españoles y siempre responsable de su papel de madre de familia y de Reina.


Si uno ha de juzgar por lo conocido se dará un punto positivo al Rey Juan Carlos I por su comportamiento democrático institucional pero otro bien negativo por lo que se refiere a la conducta personal, tanto en el ámbito de lo afectivo como de lo económico, cosas ambas que suelen ir bien ligadas. Dice nuestro autor:


<Hemos ido a las comisiones, al “me lo llevo”, al “culo veo culo quiero”>


Habrá que añadir, sin embargo, una notable disfuncionalidad en la real pareja: él amante de la carne promiscua y ella, excesivamente vegetariana, por decirlo de forma muy simplificada.


Les invito a la boda borbónica que se celebrará el domingo por la mañana en la iglesia de San Jerónimo el Real, la que está a la espalda del Museo de El Prado. Los contrayentes son el Rey Juan Carlos I y la Reina Isabel II (… ¡menuda broma!...)


El Rey en ejercicio, Felipe VI, merece hasta hoy, el beneplácito de la mayoría del pueblo español, con un aprobado alto, después de sus ocho años en el trono de España.


Seguimos con el artículo de nuestro autor.

<¿Cómo hubiera sido la cosa en el norte de África si en 1492 no se hubiese descubierto América?¿Qué cordón sanitario y territorial y de qué anchura no se hubiese trazado sobre el Sahara por los reyes católicos al punto de terminarse la Reconquista en esa fecha, musculados por casi ochos siglos de pelea encarnizada, a brazo partido con mandobles y cartas pueblas, para el que no hubo plazo alguno ni medio-suficiente?  

Esto inquietaba a Ángel Ganivet, con mucha razón y lo dice en sus escritos. Se abrió una puerta enorme, que podía haberse abierto diez años después y otro gallo nos hubiese cantado. No cabe duda de que toda una enorme franja hubiesen sido nombres españoles y Europa hubiese llegado al corazón de África. ¡Cuánto mejor!>

No tengo necesidad de llevar la contraria a Ganivet y a nuestro autor, porque de ello ya se ha ocupado la historia. Sí, fue una lástima que se descubriera América porque ello impidió que el Sahara estuviera hoy poblado de nombres españoles tales como Arenas de Guecho, Arenas de san Pedro o Arenas de Cabrales.

De todas maneras, ya ha dicho  Joseph Conrad cómo Europa llegó al corazón de África (al de las tinieblas), y todos sabemos cómo llegaron allí Bélgica, Francia, Alemania, Inglaterra, etc. Incluso Italia, que se quedó, como España y Portugal, en la periferia. Y también sabemos cómo salimos todos hace nada.

Podemos decir, pues, que cuánto mejor es que Colón apoyara la punta de su pértiga en La Gomera para dar el salto al Nuevo Mundo.

Continúo acercándome al artículo de nuestro autor cuando expresa:


<Si la soberanía reside en el pueblo soberano, es el pueblo soberano quién la debe ejercer>


Con este apunte pone de manifiesto la incoherencia que existe en la Constitución entre estos tres artículos que deberían constituir un silogismo:


1.2 La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado.

56.1 El Rey es el Jefe del Estado.

57.1 La Corona de España es hereditaria en los sucesores de S. M. Don Juan Carlos I de Borbón, legítimo heredero de la dinastía histórica.


De las dos premisas se sigue una conclusión falsa. No hay silogismo, sino sofisma: Siendo la Corona uno de los poderes del Estado, la conclusión hurta al pueblo español su soberanía sobre la sucesión de la Corona al obligar a que sea hereditaria.


Nuestro autor pretende arreglar el conflicto cambiando la Monarquía hereditaria por la electiva a fin de dotarnos de una


<nueva y rigurosa búsqueda de la excelencia en la Jefatura del Estado, en el monarca>.

Y para evitar

<demasiadas guerras sucesorias…>


No sé si está pensando en las tres guerras civiles que protagonizaron los carlistas o en la de Sucesión al otro Carlos, el Segundo. Para ello pone al descubierto un activo impresionante de unos 2000 españoles que, a buen seguro, reunirán cualidades de excelencia como estas pocas que copio; él reseña un total de 72 condiciones para que después, el pueblo español elija entre los concursantes:


<… edad propicia, amor a España, quince años cotizados al menos en la privada, idiomas dominados de verdad, facilidad verbal, clavamiento de codos, honradez y bonhomía, preparación y titulación de excelencia …>



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