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REALEZA


Título:  Realeza por mérito y competitividad (sujeta a revisión periódica)

Autor: Pelayo del Riego.

Edita: https://www.tradicionviva.es/2022/04/24/realeza-por-merito-y-competitividad-sujeta-a-revision-periodica/?print=pdf


Se trata de un alegato bien intencionado para mejorar la calidad de nuestra monarquía. Está sintetizado por la imagen que lo preside: en medio de las dos filas de peones de ajedrez se muestra a uno de ellos, coronado. En la propuesta, no hay testa coronada que valga, ni por altura, ni por atribuciones: el rey y, no digamos la reina, siempre tienen ventajas de maniobra en el ajedrez: las que faltan a los peones. Eso hay que mejorarlo ya en origen, propone nuestro autor.


<En los tiempos que corren, algunos piensan que los últimos Borbones se han cargado a la monarquía>


Veamos lo que ha pasado con los últimos Borbones desde que Goya pintó en 1800 a la familia de Carlos IV. Los dos anteriores, Felipe V y Carlos III pasaron a la historia como reyes benéficos para España. Por no abrumar con datos, un par de hitos significativos: la creación de la Real Academia Española por el primero, y las reformas hacia la modernidad (fue “el mejor alcalde” de Madrid) por lo que toca al segundo.


El cuadro:

A la izquierda están los dos hermanos; de 16 años, el que sería Fernando VII, delante y, detrás, abrazándolo por la cadera, Carlos María Isidro, que podría tener unos 10 años. A la izquierda de Fernando, ha retratado Goya a una mujer bien plantada, pero de cara desdibujada: Es la desconocida que habría de ser, en su momento, su esposa.


Fernando VII se casó cuatro veces y sólo tuvo descendencia con su última esposa. Ésta fue Mª Cristina, hija de su hermana Mª Isabel, la que en el cuadro está pegada a la Reina Mª Luisa. De ese último matrimonio de Fernando VII nació la que sería reina, Isabel II.


Al morir Fernando VII (1833) se disputaron la sucesión  su hermano Carlos María Isidro y los partidarios de Isabel, la hija de Fernando VII, con la Pragmática Sanción de por medio (establecía ésta que si el rey no tenía heredero varón, heredaría la hija mayor).


La Pragmática Sanción de 1830 (Fernando VII) no es otra cosa sino la publicación del acuerdo de las Cortes de 1789 (Carlos IV) convertido en Ley fundamental; por tanto, la vuelta a la Ley tradicional de las Siete Partidas de Alfonso X de Castilla (1221) y al derecho de las hembras a la sucesión al reino si no tenían hermanos varones.


Así el pequeño del cuadro, a la izquierda del todo, se convirtió en cabeza del Carlismo en las consiguientes guerras civiles entre carlistas (de don Carlos María Isidro) y liberales (de Isabel II).


Con la perspectiva que da la historia de las cosas pasadas, resulta asombroso ver que el tradicionalismo actual se apoye en el pretendiente borbón Carlos María Isidro, el que rompió con una tradición sucesoria de más de seis siglos y metió a toda España en las tres guerras civiles sucesivas entre carlistas (tradicionalistas) e isabelinos (liberales). Los carlistas, en apoyo de sus respectivos pretendientes Carlos V, Carlos VI y Carlos VII.



Veamos otro borbón del cuadro, el cabeza de familia Carlos IV. La verdad es que yo no hubiera querido nunca verme en su pellejo después de mi propia experiencia de 2014 que referiré luego.


Carlos IV, a instancias de Napoleón, firmó en Bayona el 5 de mayo de 1808 su carta de abdicación. El Rey informaba  al Gobernador interino del consejo de Castilla en estos términos: “Así pues, por un tratado firmado y ratificado, he cedido a mi aliado y caro amigo el Emperador de los franceses todos mis derechos sobre España e Indias”.


Firmó la carta dos días después de que los fusileros de su caro amigo asesinaran de noche a unos madrileños en la montaña del Príncipe Pío. Quiero suponer que lo hizo, sin éxito, para evitar una guerra. Pero la guerra fue, y se llamó “de la Independencia”. Duró cinco años; en 1813-14 Fernando VII fue repuesto como rey.


En mi experiencia de 2014 yo soy vicepresidente de la junta rectora de mi comunidad de vecinos en compañía de dos mujeres: la presidenta y una vocal. Hay que añadir a dos personajes clave: el administrador y otro al que llamaré “el vecino”.


Este último venía intentando desde meses atrás, hacerse con la obra de elevado presupuesto que veníamos obligados a realizar en la comunidad. Pretextaba que él lo haría más barato  que lo propuesto por la junta rectora; así engañó a un vecindario ilusionado por una baratura que nunca existió. Jamás demostró cómo lo haría; al final lo hizo, pero mucho más caro.


La “carta de Bayona” que el administrador y el vecino nos obligaron a firmar a los tres de la junta rectora contenía estos tres puntos:

1-Se nombra una Comisión que está autorizada con plenas facultades, para tramitar cualquier gestión relacionada con este asunto.

2- La Junta Rectora avala y ratifica todas las gestiones realizadas hasta la fecha por los miembros de la Comisión.

3- Cualquier actuación realizada por cualquier otro propietario ajeno a la Comisión, deberá ser considerada nula.


Hubo algún propietario que me comentó después: Pero ¿cómo es posible que firmaras eso? No deberías haberlo firmado! Yo no lo hubiera firmado nunca!


Al propietario le di las razones que me llevaron a firmar y que ahora no vienen al caso.


El fondo de la cuestióull —n era que, desde siempre, el vecino estaba empeñado en vender a nuestra Comunidad una moto que no tenía. Los “papeles de la moto” estaban en manos de la Junta Rectora, así que lo único que él necesitaba era apoderarse de ellos. Y lo consiguió mediante un “golpe de estado”. Como se sabe, todos los golpes de estado son legales con tal de que resulten victoriosos. Y éste, resultó serlo.