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QUIÉN hay detrás

QUÉ hay detrás

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Nos habla Quevedo de cómo la senda de la izquierda estaba poblada de lindos caballos e incluso de mulas de médicos, y de cómo ni el caballo de San Pablo se anduvo por la de la derecha. Nuestro anotador Julio Cejador y Frauca explica lo de los médicos de entonces, caballeros sobre mulas. Yo añado ahora que esta actividad ha perdurado hasta no hace tanto en nuestras sociedades rurales. Pío Baroja, además de excelente novelista, era médico, y como tal ejerció la profesión en sus comienzos haciendo de médico de espuela, es decir, del médico rural que atendía a caballo, a varios pueblos de una comunidad.


Quevedo continua con su discurso, vida adelante, por la ancha senda de la izquierda, hasta el umbral de la puerta grande del infierno. En el camino va conociendo toda clase de gentes a quienes despelleja de forma inmisericorde: todos tienen algo reprochable que se pone de relieve para justificar luego lo que ocurre con ellos en el infierno. Véase la incompleta nómina:


Mercaderes, joyeros, médicos, letrados, jueces, doctores, hipócritas, muchas mujeres, ricos, pobres, discretos, necios, funcionarios de la Justicia, negociantes, reyes ambiciosos, muchos eclesiásticos, muchos teólogos, algunos soldados, muchos capitanes, maestres de campo, generales de ejércitos, casados que venían con sus mujeres, boticarios, sastres (algunos con sus mujeres), libreros, cocheros, pícaros, consejeros, bufones, truhanes, juglares chocarreros, aduladores, faranduleros, zapateros, pasteleros, corchetes, alguaciles, plateros, buhoneros, hidalgos, caballeros, tintureros, zurdos, taberneros.


Por si alguien todavía duda de la inspiración quevedesca en los DIÁLOGOS DE LOS MUERTOS de Luciano de Samosata (http://www.caprichos-ingenieros.com/muertos1.html) terminaré entresacando unos cuantos de entre los muchos que tuvo don Francisco con vivos, vivillos, muertos, diablos y demás familia.


Su recuerdo descarnado para los zurdos:

… y en el día del Juicio todos los condenados, en señal de serlo, estarán a la mano izquierda. Al fin, es gente hecha al revés y que se duda si son gente.

De los taberneros, con fama de aguadores del vino, cuenta:

… diome risa ver unos taberneros que se andaban sueltos por todo el infierno, penando sobre su palabra sin prisión ninguna, teniéndola cuantos estaban en él, y preguntando por qué a ellos solos los dejaban andar sueltos, dijo un diablo:


—Y les abrimos las puertas, que no hay para qué temer que se irán del infierno gente que hace en el mundo tantas diligencias para venir; fuera de que los taberneros trasplantados acá, en tres meses son tan diablos como nosotros. Tenemos solo cuenta de que no lleguen al fuego de los otros, porque no lo agüen.

Mujeres guapas y letrados son el cebo preferido por los demonios para pescar nuevas víctimas terrenales que caerán en sus dominios infernales.

Topé muchos demonios en el camino con palos y lanzas, echando del infierno muchas mujeres hermosas y muchos malos letrados. Pregunté que por qué los querían echar del infierno a aquellos solos y dijo un demonio porque eran de grandísimo provecho para la población del infierno en el mundo, las damas con sus caras y con sus mentirosas hermosuras y buenos pareceres, y los letrados con buenas caras y malos pareceres, y que así los echaban porque trujesen gente.

La escasa consideración que los poetas merecen a Quevedo (no sé si estaría pensando en su amigo Góngora), puesta de manifiesto:

—¿Coplica hay?—dije yo—. No andan lejos de aquí los poetas—; cuando volviéndome a un lado veo una bandada de hasta cien mil dellos en una jaula, que llaman los orates en el infierno.


—¿Hay tan graciosa locura —dije yo—, que aun aquí estáis sin dejarla ni descansaros della?