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Hay que temer que en esas estamos cuando hablamos de “la Sociedad del Conocimiento”. Porque la sociedad consumidora que se beneficia de esas innovaciones, tampoco necesita mucho conocimiento: lo que sí necesita es mucho “procedimiento”, es decir debe acordarse de qué botón ha de pulsar antes de tal otro para acceder a la rutina deseada.

Y menos mal si la innovación incremental incorpora algo de tecnología, porque en muchos casos, lo único aparentemente novedoso es su publicidad.

Hemos de ser realistas. Cuando en los años 1960 los informáticos eran dominantes, ellos mismos hablaban de “pantallas inteligentes” y “pantallas tontas”. Las primeras usaban Cobol y Fortran para sus programas y en las otras se seguían procesos rutinarios.

Que hoy nuestra sociedad esté inundada de pantallas no quiere decir que rebose conocimiento. Sería bueno conocer la proporción de pantallas que tenemos hoy. Porque es evidente que ab initio, es decir, en el límite inicial, la razón tendía a infinito a favor de las pantallas inteligentes.

Estas consideraciones, que no son gratuitas, nos llevan de la mano a acercarnos a las definiciones de ciencia, técnica, etc. que antes quedaron pendientes.

La literatura al uso dice de la Innovación tecnológica que surge tras la utilización de la tecnología como medio para introducir un cambio en la empresa.

Pero, ¿qué es la tecnología? Resumiendo mucho diríamos que es un conjunto de técnicas. ¿Y la técnica? Aquí no hay mucho que resumir porque su propia definición ya es resumen: conjunto de procedimientos y recursos de que se sirve una ciencia o un arte.

Avanzando más nos encontramos con nuevos eslabones de la cadena: Ciencia es el conjunto de conocimientos obtenidos mediante la observación y el razonamiento. Y, por fin, conocimiento es el resultado de averiguar.

Con todo esto no se quiere negar el hecho de que existe un avance tecnológico real que es el motor de la globalización y de las nuevas apetencias de los clientes. Lo que sí parece excesivo es pensar que son estos, es decir la sociedad que los sustenta, los poseedores de la ciencia, de la técnica y de la tecnología.

Esta sociedad es, a lo sumo, una sociedad procedimental y, por tanto, cada vez más ajena a la existencia de los eslabones primeros de la cadena intelectual, pero interesa halagarla para así poder seguir vendiéndole cosas.

Sin embargo, la sabia combinación de innovaciones radicales e incrementales hace que no haya nada que oponer a la mejora continua de productos y de empresas, esté esa mejora enfocada hacia la calidad (tomada en el sentido más amplio, es decir, incluyendo la calidad del diseño) o la productividad. Todo lo contrario. Las innovaciones incrementales y radicales deben sucederse siguiendo la razonable y benéfica filosofía del Kaizen y entonces darán frutos a las empresas y suscitarán el reconocimiento de los consumidores. Ello ocurrirá cuando el usuario aprecie la innovación por el valor que tiene y no por lo que una publicidad frívola pueda sugerir.

Sirva lo dicho hasta aquí a manera de preámbulo inevitable de lo que se quiere tratar, es decir, lo concerniente a los Ingenieros Inventores o Innovadores.


INGENIEROS INVENTORES O INNOVADORES

Veamos en primer lugar cuales son los rasgos de esos ingenieros. Tienen estos mucho que ver con el inventor, aunque se diferencian claramente de él: el inventor pretende convertir una idea en riqueza. El ingeniero inventor o innovador pretende lo mismo, pero a partir de un conocimiento.

El inventor tiene mala imagen porque pretende convertir en riqueza su idea a costa de todo, incluso a costa de las leyes de la naturaleza (alguno ha habido que no era partidario del principio de Arquímedes).

El Ingeniero Inventor o Innovador participa de la mentalidad del inventor: para éste, su idea va a redimir la tierra; con ella se va a hacer multimillonario y, además, todo es muy sencillo y tiene garantizado el éxito. Nadie le da facilidades porque le temen, le envidian y pretenden apoderarse de su riqueza (aunque aún no la haya alcanzado). Además, todos los otros son unos irresponsables ignorantes. O lo que es peor aún: son unos listos que, seguros del perjuicio que les va a causar el invento en sus propios negocios, lo boicotean y se las arreglan por medio de sus abogados y su posición privilegiada de gran empresa para evitar los efectos de unas patentes que aún no existen (porque patentar es muy caro y sólo se lo pueden permitir los grupos dominantes).

Pero el ingeniero inventor o innovador tiene con el mero inventor la diferencia radical ya apuntada: parte de un conocimiento científico, o por decirlo mejor, apoya su idea en éste.

Ya apuntábamos al comienzo cómo vivimos sumidos en una sociedad de contradicciones: despilfarramos materia, energía y tiempo (el que detraemos a la reflexión); nos lamentamos de tal despilfarro pero dedicamos nuestra actividad a vivir en él y para él. Somos despilfarradores como los hombres del Paleolítico eran cazadores o los del Neolítico eran recolectores.

Y dedicamos escasa atención a lo que podría sacarnos de esa situación perversa. Tememos lo desconocido. Todo lo que hacemos está orientado hacia su mantenimiento, cuando no hacia su incremento: es imprescindible crecer, y crecer más que los otros, pero sobre todo, crecer dentro de nuestra burbuja.

La innovación que cuenta es la rentable a corto plazo. Nadie se fija en el medio, y menos aún en el largo plazo: ¡Cualquiera apuesta por éste! Para cuando llegue, ya te habrán echado fuera del juego tus competidores.

Lo que vale es la empresa innovadora agresiva, el emprendedor con ideas novedosas, pero también agresivas. Para apoyar a estas figuras hay de todo: Fundaciones de mecenazgo (tipo Cotec); Administraciones para apoyo económico directo (Cedeti); Centros Tecnológicos; Incubadoras de Empresas; facilidades para las Empresas-brote, etc. etc. Hasta los inventores tradicionales tienen sus estímulos: los concursos con medalla en Bruselas o Ginebra.

Y estamos despilfarrando, una vez más, el potencial de los ingenieros inventores o innovadores, esa especie a extinguir si no ponemos pronto algún remedio. Olvidamos que, si bien los medios materiales y los equipos humanos son importantes en toda innovación, lo es mucho más la persona individual con ideas, conocimientos y voluntad innovadora. En ella está el germen de todo lo demás.

Pero claro, como el ingeniero inventor o innovador no tiene por qué ser ni empresario, ni emprendedor (es más, en la mayoría de los casos estas cualidades son incompatibles con su mentalidad), resulta convertido en una especie de lobo solitario que puede pasar años y años elaborando una nueva teoría cósmica o perfeccionando como puede las máquinas de medir existentes sin que nadie le preste la menor atención.

Además de estar en la macro-contracorriente, suele estarlo también en la micro: En su empresa no interesan sus ideas porque normalmente no tienen nada que ver con los objetivos de aquella, cosa bastante natural. Así las cosas, el ingeniero inventor o innovador en su empresa, o es un empleado más, perfectamente adaptado a ella (una forma como otra cualquiera de desperdiciar sus posibilidades), o es simplemente tolerado (desaprovechado), o se le expulsa como todo cuerpo vivo hace con un cuerpo extraño.


ACLARACIONES

CA: Comunidad Autónoma.

CCAA: Comunidades Autónomas.

CPI: Centro Público de Investigación.

I+D+I: Investigación, Desarrollo e Innovación.

ICO: Instituto de Crédito Oficial.

II: ingeniero inventor o innovador.

IIE: Instituto de la Ingeniería de España.

III: Instituto para la Ingeniería Innovadora.

OPI: Organismo Público de Investigación.

OTRI/OTT: Oficina de Transferencia de Resultados de Investigación / Oficina de Transferencia de Tecnología.

PRICIT: Plan Regional de Investigación Científica y Tecnológica.

T de I: Taller de Innovación.



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