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La “Geografía española”; 97


Nuestro autor sitúa este artículo en 1976 y, por tanto, el invento corresponde a la época anterior, a la de Franco.

La expresión, con sus enfáticas expansiones, es una de las muchas acuñaciones lingüísticas del Régimen, mantenida de  arenga en arenga por sus partidarios de tal modo victoriosa que hoy la emplean también muchos de sus enemigos.

Seguramente es así y yo añado que tal invento debió de coincidir con un parte meteorológico que difundió La Codorniz (la revista más audaz para el lector más inteligente) que señalaba algo como esto: “Un fresco general, procedente de Galicia, se extiende por toda España”.


El invento consiste en una metonimia abusiva que expresa una cosa por la ciencia que la estudia o por aquello que resulta predominante en ella.


Como estamos en tiempos de abuso, abusamos, pero será conveniente poner en evidencia los dichosos abusos.

No exclamamos ante el cielo estrellado: “¡Qué maravillosa astronomía!”, aunque algunos aún puedan referirse, aflamencadamente, al cuerpo soberbio de una mujer, como de extraordinaria anatomía.


Cuando oigo o leo eso de a todo lo largo y lo ancho de la geografía española, un calambre me baja del colodrillo al talón … ¡Con lo fácil que es llamar España a España!

Los mismos calambres que se nos producen a todos cuando oímos decir a un presidente del Gobierno en el Senado, precisamente la sede de la representación territorial de España, que la idea de nación es un concepto «discutido y discutible en la teoría política y en la ciencia constitucional».


No sé si alguien creyó entonces que el Sr. R. Zapatero estaba pensando en aquel momento en el Imperio Austro Húngaro; yo no, desde luego: estoy seguro de que pensaba en España olvidándose de que la ciencia constitucional será lo que sea, pero que la Nación española es lo que dice el Artículo 2 nuestra Constitución vigente:


La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas.


Lo que ocurre es que la progresía de izquierdas (y no digamos ya los nacionalistas moderados y los inmoderados separatistas) rehúyen hablar de España y, cuando no tienen más remedio, hablan de … El Estado.

He acudido a un clásico mayor del federalismo, a Pi y Margall. Ni una sola vez habla en Las nacionalidades (1987) de “Estado español”; antes bien, el término Estado aparece en él con connotaciones peyorativas. Se refiere en alguna ocasión a la nación española, pero el término España priva absolutamente en contextos como éste, en que muchos escribirían hoy Estado español: “En 1854 […] se organizaban ya federalmente los jornaleros de Cataluña y federalmente aspiraban a unirse a los demás de España”.


Ni la geografía española ni el Estado español pueden suplantar el nombre viejo, sencillo y austero de esta tierra que deseamos ver mejor.

NOTA 1.- La fecha de publicación del libro de Pi y Margall Las nacionalidades, está equivocada: No es 1987, sino 1877.

NOTA 2.- Cuando nuestro autor dice el término España priva absolutamente utiliza el verbo privar en su acepción intransitiva (dicho de una persona o de una cosa: tener general aceptación).

NOTA 3.- Parece mentira que estos progresistas de vía estrecha que se inclinan por el federalismo para gustar a los independentistas catalanes, no hayan caído aún en la cuenta de que eso del federalismo que pretenden, ni al capitán general del federalismo, al catalán Pi y Margall le moló demasiado: duró poco más de un mes como presidente de la 1ª República democrática federal y huyó a Francia como su antecesor Figueras que también era catalán y duró de presidente menos de cinco meses.

Mono, monada; 99.


Este artículo no tiene nada que ver con Leibniz; él fue el inventor de las mónadas y del cálculo infinitesimal, este último, al mismo tiempo que Newton. Las mónadas, como sabe todo el mundo son unidades indivisibles de lo espiritual, con fuerza interior.


Pero sí tiene que ver con el excelente sentido del humor de nuestro autor. Lo inicia y lo termina con la misma exclamación: “¡Lo que molesta es la insistencia!” La insistencia en repetir las palabras-comodín.