LA MUCHACHA FORASTERA
Todos los años, cuando las alondras
trinaban primores,
aparecía en aquel valle
de pobres pastores
la maravilla de una bella muchacha.
Ni nació en el valle
ni se supo de dónde era.
Nada más despedirse
se perdía su huella.
Su presencia embriagadora
era tan cercana
que esponjaba los corazones,
aunque un aire de elevada dignidad
evitaba cualquier confianza.
Siempre traía flores y frutos
madurados en otros campos,
bajo el brillo de otros soles,
de lugares paradisíacos.
Repartía sus dones entre todos:
A unos daba flores y a otros frutos;
lo mismo al joven que al viejo de bastón.
Cada cual se llevaba su regalo.
Todos eran bienvenidos pero,
cuando se acercó una pareja de enamorados,
escogió para ellos las flores más bellas.
LA MUCHACHA FORASTERA
(Schubert)
En un valle con pobres pastores
con cada joven año aparecía,
las alondras trinaban primores,
una muchacha, bella maravilla.
No había nacido en el valle,
no se sabía de dónde venía
y rápida se perdía su huella
en cuanto se despedía.
Su cercanía era embriagadora
y todo corazón se ensanchaba,
pero una dignidad y altura
alejaba la confianza.
Trajo con ella flores y frutos
madurados en otro campo,
en otro brillo del sol maduros
en un paisaje paradisíaco.
Repartió a cada cual un don,
a uno frutos, a otro flores,
al joven y al viejo con bastón,
cada uno se llevaba sus dones.
Todos eran bienvenidos
pero se acercó una pareja
de amor, diole lo más elegido,
de las flores, las más bellas.
SCHILLER
NOVALIS
VALS
Hacia abajo los senderos de la vida en giro,
no descanséis, en tanto sea posible os pido.
En el corazón que late, apretad bien las chicas,
ya sabéis cuan efímeros son juventud y risa.
Dejad lejos de nosotros discusiones y celos.
Nunca las horas con caprichos profanemos.
Al espíritu protector del amor confiado
cada uno, seguro, una novia ha encontrado.
VALS
No toméis los senderos de la vida
como pesada cuesta arriba:
Más bien como cuesta abajo
en la que se avanza girando.
Si el corazón se acelera,
apretaos bien a las chicas,
que ya sabéis cuan efímeras
son juventud y risa.
Fuera discusiones y celos.
No profanemos el tiempo con caprichos.
Seguro que cada uno ha encontrado su novia,
confiado en el espíritu protector del amor.
HEINE
LA LORELEI
(Listz)
No sé qué quiere decir esto,
que yo tan triste me encuentre;
un cuento de viejos tiempos,
no se me va de la mente.
El aire es frío y oscurece
y el Rin en calma fluye;
al brillo del poniente
la cumbre del monte fulge.
La más bella virgen sentada
en lo alto, es maravilloso,
su alhaja de oro irradia;
ella peina su pelo de oro.
Lo peina con dorado peine
mientras una canción canta:
ésta una melodía tiene
violenta y mágica.
Al barquero en su barquilla
conmueve con tremenda pena,
él los escollos no mira,
sólo hacia la altura aquella.
Creo que se tragan las olas
barquero y barca si hay;
y esto lo consigue sola
la canción de Lore-Lei.
LA LORELEI
No me explico por qué
estoy tan triste:
Un cuento de viejos tiempos
no se me va de la mente.
El aire es frío y oscurece;
el Rin fluye en calma.
La cumbre del monte reluce
con el brillo del sol poniente.
La escena en lo alto es maravillosa:
La más bella virgen, sentada,
peina sus cabellos dorados
con su centelleante peine de oro.
Mientras se peina
entona una canción
de melodía, a la vez,
violenta y mágica
que al barquero en su barquilla
conmueve con tremenda pena.
Éste descuida mirar los escollos:
Su atención está en la cumbre.
Si no recuerdo mal, las olas
se tragan la barca y el barquero:
Es el efecto fatal
del canto de Lore-Lei
RILKE
LA PANTERA
Su mirada por el pasar por los barrotes
tan cansada, nada sostiene un segundo;
para ella es como si hubiera mil barrotes
y detrás de mil barrote ningún mundo.
La suave marcha de pasos suaves en vigor
que en el más pequeño círculo se vuelve,
es danza de fuerza de un centro alrededor
que a una gran voluntad letárgica vuelve.
Sólo a veces se alza el telón de la pupila
en silencio. Una imagen deja acceder,
por la tensa calma de los miembros se enfila
y en el corazón deja de ser.
LA PANTERA
Pasea su mirada cansada sobre los barrotes
que huyen, sin fijarla ni un segundo.
Para ella es como si hubiera mil barrotes
y detrás, nada.
La monótona marcha de suaves pero firmes pasos
se torna en un pequeño círculo de vuelta
en la danza de fuerza que regresa luego
al letargo de la rutina.
Sólo a veces se alza el telón de la pupila en silencio;
deja pasar una imagen y su cerebro la procesa;
parece como si la tensa calma de sus miembros
fuera a dar en acción.
Pero nada, su corazón la paraliza.
PAG. 3 / 3