ESTÁS EN: Dios y el mundo, del Cardenal Ratzinger

QUIÉN hay detrás

QUÉ hay detrás

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Voy a entrar brevemente en un tema tabú: la Revelación.


En la pág. 137 dice el CR: Dios dice al pueblo por boca de Moisés: “No os he elegido porque seáis un pueblo especialmente grande, o especialmente importante, ni porque tengáis esta o aquella cualidad, sino porque os amo, por libre elección”.

     

Es éste un ejemplo típico de verdad revelada que admite sin pestañear cualquier creyente. Pero si ese creyente se plantea la cosa de forma natural y no sobrenatural, y además se pone en plan PS, pensará que lo anterior debería haber tomado esta otra forma:

     

“Moisés dice al pueblo lo siguiente: Creo (un creo del estilo de los del CR) que Dios me ha dicho que os diga esto: “No os he elegido porque seáis un pueblo especialmente grande, o especialmente importante, ni porque tengáis esta o aquella cualidad, sino porque os amo, por libre elección”.

     

Lo cual altera totalmente la cuestión y hace entrar en juego todas las posibilidades que sugieren las relaciones de una visión simbólica, un sueño, una ensoñación, un pensamiento, un presentimiento, una pretendida inspiración, etc. para terminar por fin en una trascripción escrita (aunque sea muy compartida y asumida por una Comunidad desde luego interesada en el asunto).

     

A renglón seguido dice el CR: Analizar racionalmente las causas de dicha elección es imposible, sigue siendo un misterio.

     

A lo mejor resulta que el misterio no está en la causa, sino en el hecho que se da por supuesto. Quién sabe si ese hecho más que tal no es el clásico wishful thinking de los ingleses.

     

Continúa el CR (pág. 142): Con ello (con el hecho de que la literatura bíblica ha crecido a lo largo de mil años de historia) queda patente que Dios no se ha limitado a dictar palabras, sino que éstas han surgido como resultado de una historia dirigida por Él , como testimonio de esa historia.

     

Claro, que también cabe esta otra explicación, abusando del ejemplo de PS: Mil años diciendo a un pueblo que Dios dijo a ese pueblo tal y tal cosa, puede surtir el efecto de creer que fue así.



Al principio hablé de la gran dificultad de hacer connotaciones a todo el libro, pero no quiero terminar sin hacer un par de ellas que reflejan mi coincidencia con los puntos de vista del CR en sendas cuestiones sobre las que se pone en riesgo de contravenir, precisamente, lo políticamente correcto; por supuesto, fuera del ámbito del dogma.

     

Hoy se ha hecho tan empalagosa la postura feminista sobre la equiparación de sexos, que viene como agua de mayo que alguien con autoridad e inteligencia venga a poner los puntos sobre las ies, aunque no sea más que para despertar del papanatismo a quienes de forma natural se dejan llevar por una corriente perfectamente orquestada.

     

No sé cómo las mujeres no son las primeras en darse cuenta que el primer paso de su conquista es la igualación salarial con el hombre (que no sé por qué en vez de airear tanto el problema desde el poder no lo han resuelto ya hace tiempo). Pero el segundo puede ser que el hombre se quede en casa, o con los amigos, disfrutando del trabajo de la mujer. Ya empiezan a verse casos. Es el estado natural en la manada de los leones donde el macho engendra (y conserva el poder, claro) y la hembra hace todo lo demás.

     

En las págs. 77 / 78 leemos al CR: Creo que hay que oponerse tanto a las falsas teorías igualitarias como a las falsas teorías diferenciales.

     

Es falso querer medir a hombres y mujeres por el mismo rasero y decir que esa diminuta diferencia biológica no significa absolutamente nada. Esta es la tendencia hoy predominante. Personalmente me sigue estremeciendo aún que se pretenda convertir a las mujeres en soldados como los hombres; que ellas, que siempre han sido las guardianas de la paz y a quienes hemos visto oponerse al deseo masculino de pelear y guerrear, vayan ahora por ahí con ametralladoras, demostrando que pueden ser igual de belicosas. O que las mujeres también posean ahora el “derecho” de recoger las basuras y de bajar a la mina -lo que en realidad no deberían hacer por su propia dignidad, por respeto a su grandeza, a su mayor cualidad diferencial-, un derecho que ahora se les impone en nombre de la igualdad. En mi opinión, ésta es una ideología hostil al cuerpo y maniquea.


     

El pecado más grave contra la corrección política es negarse a admitir que las mayorías han de tener razón siempre. Quien niega la razón de la cantidad es un indeseable. Aunque más bien sea un mero resignado.

     

Lo dice el CR a propósito del control de la natalidad pero sus palabras son de aplicación a otros muchos ámbitos. Dice en la pág. 407: Por otra parte, cuando pienso que en Europa se pagan primas a los agricultores por matar a sus animales, por destruir trigo, uva, frutas de todo tipo, porque al parecer ya no se puede controlar la superproducción, me parece que esos sabios ejecutivos, en lugar de aniquilar los dones de la creación, harían mejor en reflexionar cómo conseguir que redundasen en provecho de todos.

     

Pero claro, es que esos sabios ejecutivos no son sino la mano ejecutora de la mayoría europea. La política está desmoralizada (carente de moral) como consecuencia de que lo están los políticos que a su vez no son otros que los surgidos de una sociedad desmoralizada.




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