ESTÁS EN: Dios y el mundo, del Cardenal Ratzinger

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Me voy a fijar en las respuestas que el CR entrelaza con las preguntas de PS asociadas al que para mí es el dogma de los dogmas.

     

PS (pregunta sin interrogación): Vayamos al fondo del asunto, como usted lo denomina, al origen y meta de la vida, a Dios. La profesión de fe del cristianismo comienza con la frase “Creo en Dios Padre Todopoderoso, creador del cielo y de la tierra …” Aunque los cristianos, en la mayoría de los casos, no creen en un poder superior, en una naturaleza superior.

     

CR: Ese “creo” es un acto que engloba voluntad y discernimiento, iluminación y guía, que me han sido dadas. En esto consiste la confianza y también la difusión, ese salir de sí mismo para referirse a Dios. Y esta remisión no se dirige a un poder superior, sino al Dios que me conoce y me habla. Que realmente es un yo -aunque muy superior-, al que puedo acercarme y que se me acerca.

     

Parece asombroso que cardenal y periodista coincidan en dar un tanto de lado al poder superior de Dios como si ello fuera un impedimento para el acercamiento de Dios y el hombre. Si afirmo mi creencia en un Dios todopoderoso, y tengo motivos sobrados para ello con sólo mirar a la naturaleza y las personas, eso me conduce directamente a fiarme de Él.

     

Lo que ocurre es que esta postura frente al poder no es ahora políticamente correcta. El poder está muy mal visto (sobre todo el poder de los otros). Hay un cura en mi parroquia que, cuando nos reza el Credo en lugar de decir “Creo en Dios Padre todopoderoso”...   dice “creo en Dios Padre todobondadoso”.

     

Eso de que nos reza el Credo quiere decir que él lo recita y nosotros sólo tenemos que decir sí o no. Bueno, o abstenernos; o incluso votar en el blanco de “lo que Dios quiera”, cuando uno se fía verdaderamente de Él. Como se ve, en nuestro caso, todo son facilidades.

     


PS: ¿cree usted acaso que Dios es una persona? ¿Qué puede oír, ver, sentir …?

     

CR: … sí, Dios tiene lo esencial de aquello a que nos referimos con “persona”, es decir, conciencia, conocimiento y amor. Es, por tanto, alguien capaz de hablar y de escuchar. Esto es, creo, lo esencial de Dios.

     

Una vez más el creo (me parece) no dogmático sobre la cuestión más dogmática de todas: La de que Dios es Persona.

     


Lo relativo al poder no es lo único que asoma al texto como políticamente correcto. En más de una ocasión se recuerda que Cristo no vino a traer la paz sino la espada (CR pág. 339). Yo siempre oí decir que “no vino a traer la paz sino la guerra”. La guerra tiene ahora tan mala prensa (especialmente en los países cuyo PIB se sustenta en el negocio de las armas -y no precisamente de espadas-), que ha de evitarse su pronunciación. La espada, en cambio y metáforas aparte, puede significar desde un deporte a algo romántico o simplemente alejado en la historia.


     

Todo esto me da pie a formular el planteamiento más descarado que nunca hiciera PS y que por tanto se queda sin la respuesta del CR. A pesar de que el CR trata con autoridad y cierta ironía al aficionado (CR final de la pág. 344) que quiera meter sus manos en la Iglesia para manejarla a su conveniencia, he de decir que este descaro mío me viene simplemente de ser “aficionado a pensar”, que por otra parte no parece tan disparatado. Vean si no, cómo termina el Prólogo de PS (pág. 9): En el fondo, acaso sea muy sencillo. “La creación misma”, dice el sabio, “entraña un orden en sí. A partir de él podemos leer los pensamientos de Dios … e incluso el modo correcto en que deberíamos vivir”. En todo caso, eso de ser aficionado a pensar no debe ser tan malo cuando el CR (pág. 144) dice que Dios no nos exime de pensar.

     

Aunque esto nunca se explicita, el Credo tiene la apariencia de constar de dos partes bien diferenciadas: la del Creo en Dios Padre Todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, con el familiar añadido de “y de todo lo visible e invisible”, y el resto.

     

Y aquí la pregunta más descarada: ¿Qué pasaría si nos quedáramos sólo con la primera parte del Credo?

     

Desde luego pasarían muchas cosas. La primera, que Alfredo (PS pág. 7) y los demás chóferes de los cardenales irían al paro. Pero no todo serían inconvenientes. Leyendo al CR en la pág. 422 nos dice: … creo fundamental la “esencialización” … vivir para lo esencial … es importante una forma de simplificación que resalte lo realmente imperecedero y sustentador de nuestra doctrina. … Que las grandes constantes fundamentales … reaparezcan en sus elementos principales.

     

Y en CR pág. 292: … el cristianismo suele parecernos complicado … Se trata de ser conducido al sencillo centro, no a cualquier otro lugar, sino a lo esencial, a la conversión, a la fe, a la esperanza y al amor.

     

Esto que sigue es ya de mi descarada cosecha. La segunda parte del Credo está hecha de Revelación, teología, Sagradas Escrituras, las ideas de los Padres de la fe o de los Padres de la Iglesia, de la inspiración divina, liturgia, historia judeo-cristiana, tradición y connivencia del catolicismo con el por Dios elegido pueblo judío …

     

Por tanto, la segunda parte puede ser cierta dado que Dios es todopoderoso; o tal vez puede que no lo sea, pues que Dios sea todopoderoso no quiere decir que vaya a hacer todo lo que nos convenga para que las piezas encajen. En cualquier caso, vaya Ud a contar esa segunda parte a todos los millones de seres humanos que pueblan la tierra y que sí están afectados por la primera parte …

     

Si no bastara este argumento de universalidad, podemos quedarnos simplemente en la enrevesada dificultad que PS y CR desarrollan ampliamente en torno a la unidad de los cristianos, en las págs 426/427.

     

Quiero anotar que no tengo la exclusiva de apelar a Dios todopoderoso. El CR hace aplicación reiterada de la omnipotencia divina según conveniencia. Así en la pág. 122 leemos: En el fondo, todos nos alegramos de saber que Dios mismo enderezará todo lo que no hemos logrado enderezar nosotros. Y en la pág. 380 dice: Dios tiene poder suficiente para elevar hasta Él a aquellos que no pudieron recibir los sacramentos.

     

Estoy seguro que la Iglesia Católica, tan hábil siempre, es capaz de sacar de la primera parte del Credo consecuencias evangélicas, que es lo único que importa y entiende la gente. Piénsese en la paternidad creadora y en la consiguiente hermandad de lo creado: Todos los hombres hermanos y hermanados con la naturaleza. Cuando el CR (pág. 252) trata del padrenuestro dice: La simple palabra “padre”, con la que nos situamos en una relación infantil con Dios, es inagotable. Pero la palabra “nuestro” no es menos inagotable. Esta filiación no radica en el “yo”, sino en el “nosotros”.

     

Quedarse con la esencial primera parte supone además evitar la contraposición de dogmas y misterios, filioques y demás entelequias que han servido para alimentar tanto historias y guerras como algunos estómagos (de algo tienen que vivir, al fin y al cabo, teólogos, liturgistas y derivados).

     

Por cierto, si alguien tiene curiosidad sobre un tema en el que el propio CR (siendo cardenal y después papa) está muy implicado, no tiene más que buscar en Google simplemente “filioque”.

     

No es preciso que yo abulte lo enrevesado del tema, porque el propio CR en el Prefacio de su libro (pág. 5) dice: … las cuestiones internas de la propia fe, que a muchos cristianos les parece una selva tan impenetrable que apenas son capaces de orientarse en ella; …


OTRAS CUESTIONES


Respecto a lo litúrgico, es notable el apego que le tiene el CR, en comunión con el Concilio Vaticano II (de hecho, tiene publicado un libro sobre el espíritu de la liturgia). Apego que le lleva a contemplar lo litúrgico de aquí como antesala de la liturgia celestial:

     

(PS pág.390) En esta liturgia terrenal, los creyentes, opinó el Concilio Vaticano II, degustan por anticipado los sabores de la “liturgia celestial”.

     

A lo que el CR responde: Sí, en cierto modo es (la terrenal) la liturgia celestial.

     

Y el CR (pág. 414) Las Escrituras sólo pueden hablar de ello (de cómo es el paraíso) con imágenes. Intentan manifestarlo, por ejemplo, con la imagen de la liturgia celestial.

     

Aunque añade en la pág 415 ...   Pero todo esto también es susceptible de ser malinterpretado. Conocemos la historia del bávaro que llega al paraíso y después ya no resiste los eternos cantos y aleluyas.

     

Ya tiene mérito hacerse planteamientos semejantes cuando ni siquiera sabemos cómo es la otra vida que nos espera. Con lo tranquilizador que es simplemente fiarse de Dios y estar a lo que Él decida, que seguro ha de ser bueno para nosotros. Pero el CR (pág.325), insiste: En mi opinión, para entender bien a la Iglesia hemos de contemplarla sobre todo a partir de la liturgia.

     

Seguramente tiene razón el CR. Yo, sin ir más lejos, no entiendo bien a la Iglesia, probablemente, entre otras razones, porque no soy partidario de la liturgia. Ni de la religiosa, ni de la civil, ni de la militar. Pienso que en todo, con guardar las formas, basta. La excesiva simbología figurada y la parafernalia externa siempre resultan estar al servicio de vestir el muñeco para hacerlo más respetable a la gente.

     

Ya sé que a la mayoría de los fieles cristianos les encanta la liturgia. Yo mismo la estudié en mi tercer curso de bachillerato, junto con la Historia de la Iglesia. Llegué a saber lo que era el amito, el corporal, el pectoral y el cíngulo, con sus significados. Y fui monaguillo en latín. Una buena experiencia, pero que no me condujo al entusiasmo por la liturgia. Me suenan aún retazos de mi papel: ...   Ad Deum qui laetificat juventutem meam. / … Qui fecit caelum et terram. …

     

Aún recuerdo como algo muy chocante el comentario apologético de un primo de mi padre al salir de misa de tres en la festividad del patrono de la ciudad, San Saturio. Yo era niño, y al salir de la cueva ermitaña del santo me confía: “No entiendo cómo puede haber gente que no crea que la religión católica es la verdadera a la vista de una liturgia tan magnífica como ésta”.

     

Todavía olíamos a incienso y mi memoria visual estaba fijada en la belleza única de aquellas capas pluviales tejidas con hilos de oro por manos medievales en Calatañazor. Mi primo estaba casado, pero como todos sus hermanos había sido seminarista.



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