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QUIÉN hay detrás

QUÉ hay detrás

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Después de unas consideraciones más bien pesimistas sobre la naturaleza humana, el poeta se inclina por su capacidad de ejercicio de la experiencia como purificación y se conduce a la esperanza:


            ¡Oh tiempos indecisos,

            tiempos, terribles tiempos de mi vida!

            ¿Por qué os estoy amando?

            ¿Todavía de qué? ¿Qué bellas formas

            se han purificado en la amenaza?

            ...

            Todavía. ¡Qué molde de esperanza!


Y una apelación a los poetas, los mesías, los demiurgos de lo inefable:


            Sí, vosotros, poetas:

            ...

            vosotros que sois hombres

            puestos ...

            para devolver a los otros ...

            su noble melancolía de dioses desterrados;

            vosotros, que volvéis del sobrecogimiento

            para recomponer el mundo incomprensible;

            vosotros y vuestros cantos,

            cuidad de este suave todavía del tiempo,

            ...

            de sus amores que encienden el hogar

            y de sus sueños que hacen llegar puntualmente a las flores.

            Un río de ternura derramad sobre el mundo cansado.


Y por fin, un consejo, un mandato más bien para todos:


            Exprime, exprime bien el viejo tronco

            para que sólo queden la savia y la forma,

            el espíritu sólo,

            y los poetas se lo entreguen a los hombres futuros.

            Sí, es como un viejo árbol

            cargado de reyes, banderas y mitos

            ... y canciones,

            cargado de jardines ... ,

            de oraciones y sacrificios.

            Cargado, cargado de nombres.

            Un árbol que canta mientras el vendaval lo sacude.

            Un árbol que me tuvo, que nos tuvo, como pequeñísima simiente,

            cuando nacíamos, entre sus hojas.

            El árbol que me hizo en la tierra

            cuando acaso esta tierra ya no era la suya.

            Mi esbelto todavía.

            Antes de que las hachas lo derriben,

            antes de que los abismos lo carboneen y lo oculten,

            antes de que la vida lo triture en sus muelas, antes de que muera,

            ayudadme a cantarlo,

            a quemarlo en la hoguera de mi voz,

            para que luego, con los días, resucite de sus cenizas.

            Porque todo árbol es igual a otro árbol en la selva del tiempo,

            ya sé que estoy temblando por lo que no puede perderse,

            por lo que tiene que perderse.

            Ya sé que sólo Dios es Siempre y Todavía.

            Pero estoy en esta tierra de este tiempo inseguro

            y soy el hombre, todavía un hombre.


Emocionante elegía, verdad? Me estremezco cada vez que la leo!


Ahora le toca al Duero marcharse a Nueva York. Entre 1968 y 70 estuvo nuestro poeta dictando clases de español en Universidades de los EE.UU. Allí tuvo tiempo de leer y releer mucho, además de escribir sus Cuadernos. Es útil señalar esto porque en D. R, dada su facilidad y fecundidad expresiva, parece predominar siempre lo que sale de su cabeza en perjuicio de lo que le pudiera entrar.


Y otra cualidad a destacar: la de dibujante y pintor. En sentido literal y también literario. En Parpadeo sobre Manhattan de los Cuadernos de Madison hace una descripción exhaustiva de la isla pormenorizando el rompecabezas de los detalles que su imaginación aporta desde la experiencia de otras tierras. Allí hay de todo:


            (Y ni siquiera falta en River-side

            un Duero soñador con alameda

            en costa de silencio.)


Frente a un Lago nos hace una buena fotografía en blanco y negro, de esas de concurso. De alta resolución en grises:


            No hay un ave. El silencio

            cruje sin esperanza. Arriba pesa

            la nieve por caer a media sombra

            con pluma de tristeza.

            Lo que reluce es soledad. Un día

            el corazón despertará por ella.


En el poema K (Madison), de un golpe, nos da dos noticias: Que prefiere a Bécquer, y lo enseña, y que la habitación que le aloja es ... Bueno, mejor nos la dibuja a lápiz. Como hizo con la celda que también le alojó en la cárcel de Carabanchel en 1957. Es este último dibujo tan bueno que parece salido de los pinceles de Antonio López cuando pinta lavabos cutres. D. R. domina la perspectiva de forma extraordinaria y cuida de que a su realismo no le falte ningún detalle. Me pregunto si las cárceles no serán, además, escuelas de pintura, porque hay que ver los excelentes retratos que allí produjo Buero Vallejo.


Pues aquí está la habitación del profesor, compartida en sueño con el protagonista becqueriano de El rayo de luna:


            La habitación es monacal. La cama,

            sin espacio de amor, es de ir muriendo,

            La estantería tiene mellas, pobre,

            y es vasar de manzanas.

            El comodín que finge caoba de pintura

            es de lata y se viene tras mis manos

            si lo abro. La mesa es lo más justo.

            Me entredivierte el balancín de cuero

            que ha sopesado la sabiduría

            desde la guerra del catorce. Cruje

            mientras Manrique, tras el rayo iluso,

            vaga orillas del Duero. ...




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