TÍTULO: Despacio, despacio …

AUTORA: María Novo.

Es Doctora en Filosofía y Ciencias de la Educación, y Catedrática “Unesco” de Educación ambiental y Desarrollo sostenible en la UNED. Ha publicado 22 libros.

EDICIONES OBELISCO, febrero 2010.

La tesis del libro es que podemos acercarnos a la felicidad si vivimos más acordes con el ritmo lento de la naturaleza en todas nuestras expresiones: comida, actividades, relaciones personales, ocio y negocio, etc.




Se trata de una joya de regalo para nuestra conducta, guardada en un atractivo estuche de 150 páginas.

Conocí a María y a su libro en la presentación que le hizo para un reducido auditorio, en junio de 2010, justo cuando yo aún no había terminado de leer La inutilidad del sufrimiento, que me hacía intuir afinidades entre ambos libros.

Con ese motivo me anticipé a dárselo a leer a Chelo que, cuando hubo terminado, me espetó: Este libro no es para ti; es para gente con mucha vida exterior y tú no estás entre ellos.

Como de costumbre, tenía razón, pero no toda la razón. Y es que yo, en mi vida interior, me intereso por los límites del crecimiento que es cuestión multidisciplinar sensible a toda afinidad por remota que sea. Y en este caso, la afinidad no sólo no es remota, sino que es muy próxima.

Así pues, no voy a hacer una crítica literaria: el libro está bellamente escrito al estilo en que se produce su autora, es decir, con pausada naturalidad  y elegancia: conociéndola, se ve que no hay ningún negro por medio.

Tampoco criticaré su fondo porque globalmente me identifico con él. Sí haré de abogado del diablo en ocasiones y de relator de mis experiencias cuando sean concomitantes con el texto. Es en definitiva, lo que suelo hacer en esta mi sección de Libros leídos.

Para prevenir a lectores ingenuos empezaré diciendo que en mi opinión estamos ante un libro utópico a pesar de los datos que parecen avalar sus ejecuciones. Mi prevención no debe tomarse como demérito, sino todo lo contrario: estamos ante una utopía necesaria. Lo digo desde mi experiencia de haber publicado La Calidad Total una utopía muy práctica, libro hecho con realidades de empresa y para la enseñanza universitaria.

Quienes preconizamos un nuevo paradigma para la sociedad en que vivimos, corremos un doble riesgo: el de predicar en desierto, y el de que el orden establecido haga suyos, para su propio beneficio, determinados planteamientos alternativos cambiando nombres para seguir engañando como siempre. Lo hemos visto con la interesada confusión de los conceptos crecimiento y desarrollo, o con eso de ser respetuosos con la sostenibilidad que en definitiva se traduce en una irrespetuosa sostenibilidad del crecimiento …

Lo primero que quisiera clarificar es el título para no dar lugar a que el lector ingenuo llegue a la página 37 y se lleve una sorpresa. En ella leemos:

Lo importante respecto al tiempo no es tanto si corremos o si nos paramos, sino si tenemos criterios para saber cuándo hay que correr y cuándo se debe parar.

     Tenía yo un amigo, químico en el Centro Nacional de Investigaciones Metalúrgicas que hizo la Milicia Universitaria en Burgos, en el aeródromo que el Ejército del Aire tenía disponible al efecto. Me confió una vez que, con tal motivo, su madre estaba muy preocupada y no dejaba de aconsejarle continuamente: hijo, cuando pilotes el avión, ve siempre despacio y vuela lo más bajo que puedas.

     Naturalmente, la madre de mi amigo estaba equivocada, pero lo estaba de buena fe. Sin embargo, también se corre el riesgo de que al movimiento por la lentitud vuelen a apuntarse “vagos y maleantes” convencidos de que ya habrá otros que corran o empujen por ellos. Que siempre está el que se apunta a un entierro para agachar el hombro bajo el féretro.

     Lo cierto es que nuestros despacios debemos administrarlos nosotros en función de nuestros ritmos vitales y de cómo estos están afectados por el entorno; ver mi estudio sobre biorritmos.

   Por ejemplo, los lapones van tremendamente despacio alrededor del eje de la tierra: apenas si se mueven. En cambio, los de Quito van a una velocidad casi vez y media la del sonido.

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     Culturas del estar / hacer (Pg. 17). Tampoco se trata de demonizar lo nuevo y sacralizar lo viejo, porque hoy todo está muy mezclado. La medieval cultura del estar podría simbolizar muchas cosas tales como estar en la ignorancia o estar en guerra, que eran dos “actividades” corrientes. Hoy, la cultura del hacer nos renta dineros para podernos dedicar a estar mucho tiempo delante del televisor-basura. Si lo que buscamos ahora es ocio para poder estar al sol, tampoco habremos ganado nada: las piedras también están al sol.

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Entradilla pg. 23: La verdad no está, / sino que acontece,     (Gianni Vattimo)

Si al leerla hubiera podido decir: ¡Andá, pues es verdad!, me habría traicionado. No, yo pienso que la verdad acontece porque estaba ahí. Es como el Teorema de Pitágoras, o cualquier otro. A alguien le acontece dar con él porque lo buscaba o porque se lo encontró por casualidad, pero el teorema estuvo allí desde siempre.

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     Pg. 24: Kairós

     De las tres formas de tiempo que manejaban los griegos, Kronos (el que medimos con el reloj), Airón (el que hoy representaría el ciclo de vida de un producto -desde la cuna al sepulcro, que dicen los ingleses, es decir, desde su concepción hasta su reciclaje-), y Kairós, es este último el preferido por nuestra autora y, por tanto, al que más tiempo dedica en su libro.

     Kairós era hijo de la diosa Fortuna y se representaba como un hermoso joven calvo aunque con un solo mechón de pelo. Ahora recuerdo haber oído decir a mi abuela, cuando se presentaba una situación excepcional, algo así como: “la ocasión la pintan calva”.

Kairós es el momento oportuno. A través de Kairós, su madre, la diosa Fortuna, puede sonreirnos, hacer que esta vida humana que oscila entre dos eternidades (nacer y morir), tenga su componente de disfrute, sus instantes de plenitud en los que parece que olvidásemos a la muerte, cuando las horas se ensanchan, cuando un minuto es como una eternidad.

     Ahora se me ocurre que la diosa Fortuna, la madre de Kairós, tiene que ser prima hermana de la Locura, esa que tan maravillosamente pinta Erasmo en su famoso Elogio …


Pg. 25: El arte y los artistas se han entendido siempre bien con Kairós, a través de los momentos creativos, de ese “golpe de gracia” con el que se crea y se da vida a lo creado.

     Y no sólo el arte y los artistas; también la invención y los investigadores o simplemente cualquiera que en su vida interior busca algo que no halla y en cambio se encuentra con lo que no buscaba. Es la Serendipity de ir a encontrar en vez de ir a buscar.

Pg. 26: Porque, para que sucedan cosas nuevas en nuestras vidas (pequeñas o grandes, pero vivificantes), hay que hacerles hueco, hay que dejar sitio y definir bien las prioridades. Si todo está lleno, no podemos incorporar nada innovador. Es preciso vaciarse, ganarle horas y días a todo este desatino de producir y consumir sin límites en el que nos ha metido el mercado. Podemos ir sustituyendo, en parte, las formas de ocio por las que hay que pagar siempre, por otros modos de disfrute que fomentan las relaciones personales, estar con uno mismo, el cultivo del silencio.

     Aquí podría extenderme demasiado, siempre en línea con nuestra autora, pero me contendré. Sólo me referiré a mi conferencia en el Ateneo de Madrid.

Pg. 26: … horas y horas de ocio en los grandes almacenes donde compramos “por pasar la tarde” … Todo eso nos sobra.

     En los grandes almacenes y en los pequeños. Antes, los progres se desgañitaban al grito de que había que terminar con las costumbres burguesas para que no se reprodujeran. Hoy, en cambio, esa reproducción de la costumbre consumista, favorecida por la propaganda del mercado es tremendamente eficaz y alabada por los media y público en general.

     En un lugar natural privilegiado como es el Valle del Lozoya se dan cita en verano excursionistas infantiles y juveniles. Como dos horas antes del mediodía la monitora acerca el grupo al supermercadito con la orden de que “compren algo”; chucherías que les quitarán las ganas de comer (seguramente ya escasas a juzgar por el gesto cansino de los muchachos aburridos de no haber hecho nada en toda la mañana) y les harán engordar. Con ello la monitora (una joven gorda de solemnidad) hurta a los chavales dos horas de contemplación de cómo se mueven las mariposas, los ciervos volantes, los que corren pero no vuelan, o los erizos. O cómo crecen las avellanas protegidas en el envés de las hojas del árbol …


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