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QUIÉN hay detrás

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Israel dispondría de la bomba atómica; 384


Las jergas corporativas y la rumorología.


Las primeras se dan en toda clase de corporaciones. Intente usted entender el informe médico que acompaña el alta con que le despiden del hospital: está plagado de acrónimos que, aunque se los expliquen, usted no los entenderá, para no hablar de la terminología técnica que exige la medicina. Hasta aquí, todo normal. Se acepta con naturalidad en la esperanza de que ellos se entiendan entre sí.


Pero veamos otra corporación: la de los progres que hablan a patadas con el diccionario reclamando que lo bueno es expresarse a la pata la llana, como el pueblo hace. Quiero pensar que han leído a Gonzalo de Berceo (siglo XIII) que hacía su prosa en Román paladino en el cual suele el pueblo hablar a su vecino… Ello les da pie para acusar a otra corporación, la académica, de expresarse como eruditos a la violeta.

Piensan muchos que en la madrileña calle de Felipe IV son expresiones favoritas: “Me levanto con el rosicler de la aurora”. “Lo puso cual digan dueñas” o “Poseía la albura del jazmín”. Yo juro, sin embargo, que si alguien -imposible- dijera eso allí, produciría vascas (2. Agitación nerviosa que siente el animal rabioso). Jamás he oído, sentado ante la mesa oval, nada que no sea español normal y corriente; el cual no es idéntico al pedestre usado por quienes creen ser ágiles y modernos.


Henos, pues, ante una insignia particular de la jerga informativa: La que podemos llamar condicional de la presunción o del rumor. Tal es la que da título al presente artículo. O la que sale diciendo: “El detenido habría sido torturado”.

… ¿Qué sentido posee un lenguaje “periodístico” apartado del llano, corriente y vadeable? ¿Qué se logra pintando de colorines el vidrio, cuyo mérito consiste en la transparencia? El idioma cuenta con recursos “de transparencia” como: “Se dice …”; “aseguran …”; “es probable o posible que …”

En discordancia con nuestro autor, voy a intentar dar respuesta a sus interrogantes. Él tiene la costumbre de echar siempre la culpa al periodista de a pie que es quien hiere directamente nuestra pupila o nuestro tímpano. En este punto, yo creo que la culpa no es suya sino de su jefe.


No hay más que asomarse cada día al Kiosko de Internet donde aparecen los periódicos nacionales, para comprobar que una misma noticia de portada se muestra incluso con las mismas palabras en dos diarios, pero puestas en distinto orden con el único propósito de enfatizar lo que conviene a la ideología del periódico.


En segundo lugar, esas palabras debidamente adornadas, han de cumplir otro fin: el de que el lector quede prendido de ellas para seguir hurgándolas más adelante.

Sobredimensionar; 455

La profesora de un instituto de Sevilla, al entrar en el aula, halla pintado un falo en su asiento con una inscripción condigna. Tal ofensa le produce honda y justificada turbación y el centro reacciona intentando expulsar al pinturero. Pero no lo consigue porque “la autoridad competente estima el hecho como una broma de mal gusto que se ha sobredimensionado”.

Nuestro autor se explaya en explicar cómo este nuevo vocablo ha venido a instalarse en nuestro idioma, desde el francés, y con qué consecuencias. Con lo fácil que hubiera sido aplicar los verbos exagerar o desorbitar.


Con su sorna habitual advierte del peligro que se avecina, vista la marea invasora del verbo en cuestión:

”Érase un hombre a una nariz pegado” escribió Quevedo. Nada más obsoleto; que tenía una nariz sobredimensionada, se debe decir.

… ¿Ha redimensionado Picasso las Meninas? Eso se llama, desde hace mucho, recrear.

Yo quiero dejar un poco de lado la cuestión lingüística para fijarme en el fondo, más serio aún, de lo que está pasando en nuestra sociedad, que asimismo resalta, con inquietud, el autor.

Enseñar se está convirtiendo en oficio de grave riesgo. Los creyentes en la inocencia esencial del hombre, y del espontaneísmo como método docente han ganado la partida confundiendo los términos; porque educar para la libertad no equivale a educar en libertad. Educar implica siempre domar lo instintivo, lo puramente zoológico y lograr que los artificios en que consiste convivir se hagan naturaleza en los educandos.

Como se ve, se trata de una batalla más en la guerra que Lázaro Carreter libra a favor del buen uso de las preposiciones. El problema es que ahora, la gente, está en otra guerra: la muy democrática a favor de los derechos y de las libertades (casi siempre mal entendidos). Los derechos de y la libertad para hacer lo que a uno le dé la gana, pero, ¡ojo! siempre que lo que le de la gana esté de acuerdo con el “feminismo europeo” de nuestro gobierno. Porque si no, le pueden caer 40.000 euros de multa si su “gana” roza levemente la piel de la muy sensible dignidad de los de la LGTBI.


¿Ustedes saben cual ha sido la respuesta feminista a la turbación de la profesora sevillana? ¡Un clamoroso silencio!

Ausentarse; 485

Según una, personas próximas a cierto dirigente habían anunciado cómo éste tenía “decidido ausentarse de la reunión” que iban a celebrar los compañeros de directiva.

En otro periódico nacional, también importantísimo, se afirma de otro prohombre: “Es muy probable que se ausente de la reunión convocada para mañana en la sede del partido”.

Los redactores querían decir, en ambos casos, que tales eminencias “no asistirían” o que “estarían ausentes de”; pero sus mentes cautivas, esto es, mentecatas, segregaron ese empleo de ausentarse, cuya acción, los nenes lo saben, sólo es posible cuando se asiste o se está. Ignorarlo es mucho peor que emplear un extranjerismo; significa no haber mamado la lengua de la tribu; tal vez, haber padecido malnutrición cerebral desde el claustro materno.

Aguda observación: parece que la degradación de nuestro idioma no sólo se alimenta para adaptarse al medio ambiente; es que también se hereda.

Una sorprendente emigración; los hispanos abandonan su idioma, huyen de él. Tal vez, sea el inglés –un inglés trapacero- su salvación.

… el portavoz de un grupo musical que ha lanzado un disco titulado “Camino Soria”, con preposición sorbida como un moco, el cual declaraba, días pasados, en mi querido Heraldo de Aragón: “Estamos en contra de los esquemas clásicos del lenguaje: el academicismo es un atraso. Para mí, quitar una preposición es quitar un trasto viejo, que no sirve para nada, y por eso lo hemos hecho. Estamos, por otra parte, ya casi en el siglo XXI [escrito en 1989,] y que la gente siga hablando idiomas de taifas me parece absurdo. Yo soy partidario de que toda la gente hable inglés. Y en cuanto a lo de Soria (se refiere a haber elegido esta ciudad), es que nos parece un sitio suficientemente kafkiano como para poder hablar de él”.