Estás en: EL CAMBIO QUE VIENE.

QUIÉN hay detrás

QUÉ hay detrás

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Pgs. 1    2    3    4    

El famoso y último recibo de la luz que he pagado venía gravado con un 38 % por el conjunto de impuestos e incentivos a las renovables. Pero me gustaría hacer una comparación con Alemania por algo que siempre me ha llamado la atención: el ahínco con que en ese país crece la producción fotovoltaica a pesar de que su radiación solar es casi la mitad que la de España. Además, la influencia en el recibo de la luz de los incentivos a las renovables en Alemania y España es muy parecido. Y, en verdad, todos los países están apostando fuertemente por las renovables. La confianza en su futuro viene avalada por su buen comportamiento respecto de la curva de aprendizaje.

No me resisto a expresar un temor que me ronda aunque, seguramente no sea compartido por nuestro autor (o al menos no esté explicitado como tal temor). Ya he dicho que un crecimiento indefinido conduce al colapso si no termina ajustándose a una estabilización. Una solución alternativa? La guerra que, evitando la estabilización, propiciaría el nuevo crecimiento que sigue a la destrucción.


Si alguien es escéptico a esta proposición, que mire la escena de Dresde o Hamburgo destruidas en la II Guerra Mundial, el subsiguiente Plan Marshall y esas ciudades alemanas de hoy.

Referido al Plan Marshall copio de Wikipedia:


“La única gran potencia que no había visto perjudicadas sus infraestructuras (durante la II GM) fueron los Estados Unidos. Las reservas de oro estadounidenses seguían intactas, igual que la base agrícola e industrial. Los años de guerra supusieron el período de mayor crecimiento económico de toda la historia de los Estados Unidos, y sus fábricas de material bélico abastecían tanto a la nación como a los aliados. Tras la guerra, las industrias se reconvirtieron y empezaron a producir bienes de consumo y la austeridad que caracterizó el periodo de guerra dio paso a un explosivo incremento del gasto consumista”.

Con este repaso terminaré mi incursión en el libro porque el resto de él es sociología española, muy interesante pero de menor atractivo para mis preocupaciones presentes. Y dentro de este Cap. 2 me limitaré a indagar en el decálogo que se presenta como expresión de los factores retardatarios que ahora apuntan (los que explicarían la venida de una nueva sociedad estacionaria que ya aparece en el horizonte).

Vaya, a lo mejor resulta que no hace falta que venga ningún economista sabio a enderezar el entuerto en que estamos metidos. Parece que la necesidad nos va a hacer virtuosos y la cosa se va a resolver sola a pesar nuestro.


Y a pesar de los esfuerzos de las sociedades industriales por seguir creciendo porque, según dice nuestro autor

El objetivo de otros países europeos, además de España, es crecer entre el 2 y el 3 %. Japón, sumido desde hace ya muchos años en el estadio decididamente deflacionario [también se debate en la alternativa crecimientista].

Pero Japón no puede crecer porque está ahogado por una deuda descomunal (¡¡500 % del PIB!!): necesitaría endeudarse aún más para conseguirlo. No se trata ya de un círculo, sino de una espiral viciosa. El caso de Grecia es parecido, pero peor aún.

De los límites a la expansión económica ya he hablado (recordar lo que decía el Nobel Denis Gabor). Traeré a colación ahora lo que dijo Salustiano del Campo, sociólogo y Presidente del Instituto de España en marzo de 2010 con ocasión de un ciclo de conferencias sobre Malthus:

La población del mundo tiene que estabilizarse; no puede seguir creciendo hasta que no quepamos en el planeta.

Ver http://www.caprichos-ingenieros.com/malthus1.html

En la pág. 5 del enlace anterior Salustiano del Campo explicaba sobre la Fig. 4 (fases 4 y 5) el alcance de lo que los demógrafos conocen como Transición demográfica: aquella en la que la cantidad de población llega a permanecer estacionaria o, por mejor decir, oscila con un largo periodo en torno a un valor constante (oscilación que, como ya apunté, señalaba también D. Gabor para el ámbito económico).

Un primer indicador de esa mutación [la que se expresa en el cambio que viene] sería la duda sobre algo que se consideraba un axioma: ¿Por qué hemos de aceptar como indiscutible que el producto económico o la población tengan que crecer siempre a un ritmo galopante?

Me alegro de haber coincidido con nuestro autor en el sustantivo axioma (ver un poco antes).

La sociedad estacionaria se precipita con la crisis económica actual y anticipa el supuesto que va a dominar en los lustros venideros.

Lo que yo decía al principio: El cambio ha venido para quedarse.

La sociedad expansiva se caracteriza por el crecimiento económico incesante, con la consiguiente mejora del bienestar y el ascenso de la esperanza de vida al nacer.

Esto recuerda mucho lo que pasa con las criaturas humanas que crecen sin cesar hasta llegar a un estado en que dejan de hacerlo: cuando lo determinan las células que controlan nuestro crecimiento. Habrá que echar de menos otras células que controlen nuestro afán imparable de crecimiento económico.

La nueva sociedad estacionaria que ahora se anuncia tiende a ser más parsimoniosa en muchas de sus manifestaciones.

          Ni siquiera hemos logrado instalar una base en la Luna después de más de medio siglo de haberla hollado por primera y única vez. Compárese con el ritmo incesante de los viajes de Colón  hace más de medio milenio.

Ver el libro de María Novo titulado Despacio, despacio en

http://www.caprichos-ingenieros.com/despacio1.html

En la sociedad estacionaria la inflación se reduce al mínimo e incluso se acerca al cero. Ya no habrá que comprar compulsivamente como antes (para adquirir hoy más barato que mañana incluso lo innecesario, y aunque tengamos que endeudarnos).

Obsérvese la relación directa entre inflación y crecimiento. Es ella el símbolo de la revalorización, del crecimiento del valor de cualquier bien adquirido. La esperanza de crecimiento de dicho valor es lo que nos lleva a endeudamiento sin límite … hasta que aparece la burbuja que explota y en su lugar sale un letrero que dice: Usted llegó al límite!

La sociedad estacionaria va a ser propiamente la de los países que experimentaron hace tiempo la Revolución industrial. España entre ellos.

Pero como esos países son los que tienen en el mundo la sartén por el mango, han de transmitir por contagio “or else” a todos los demás la vía estacionaria.

El carácter estacionario se compara con una larga tradición adquisitiva de cambio y de progreso en todos los órdenes. Son numerosos los factores retardatarios que ahora apuntan. Sirve de muestra el siguiente decálogo, aplicable a la sociedad española actual con alusiones al resto de los países occidentales.


UNO

Tendemos a que el número de nacidos cada año se acerque al de fallecidos.

Lo que dice el humorista José Mota: “las gallinas que entran por las que salen”. La consecuencia es que la tradicional pirámide poblacional triangular (progresiva) ha desaparecido para ser sustituida por la mal llamada pirámide regresiva que no es tal, sino un rectángulo. El Prof. Wang Feng la llamaba representación en modo chimenea con ocasión de su conferencia en la Fundación Ramón Areces (marzo 2012).


Naturalmente, la consecuencia se desparrama en toda una serie de otras del mayor interés, a su vez relacionadas con diversas circunstancias: evolución de medicina y salud; control de la natalidad; la dependencia; la edad de jubilación; la viabilidad de la SS; los sistemas de reparto y de capitalización, soluciones discrepantes; empleo; inmigración. Todo ello, visto con detalle en

http://www.caprichos-ingenieros.com/malthus6.html

DOS

El estancamiento de las tasas de crecimiento del producto económico. En España el crecimiento del 1 % anual se considera un triunfo. Ese índice equivale a que el ingreso de los españoles tardará más de dos generaciones en duplicarse. A ver qué gobierno se atreve a presentarse a su electorado con tal panorama.

El correlato de ese crecimiento es que también es un triunfo colocar imposiciones en depósitos a plazo con un interés del 1 % (a finales del 2015 ya vamos por el 0,5 %).


Esto es sólo un factor retardatario, pero que conduce, aunque no quiera reconocerse, a que en la sociedad estacionaria no va a haber crecimiento, ni del 1 %. Lo habrá, por ejemplo,  del  ± 1 % en curvas senoidales de largo periodo.


El problema es de confusión: nuestra historia reciente es de crecimiento al que no queremos renunciar. Intuimos que vamos hacia la estabilización a la vista de lo que ocurre, pero nos resistimos a admitirlo, así que los políticos, todos, no hacen más que entrar en contradicciones: no se atreven a hablar claro (si es que saben).


Ya en 1971 escribía Kenneth Galbraith a propósito de lo que se cocía en la levantisca Berkeley cuando él empezaba a enseñar economía agrícola en aquella universidad en la que los estudiantes, medio alborotadores, medio comunistas, se hacían notar tanto. Decía: “Aunque yo reconocía que el sistema [se refería al sistema económico vigente] no podía y no debía sobrevivir, me encontraba tan bien en él que, en secreto, lamentaba un poco su destino”.


Lo de la duplicación en dos generaciones tampoco tiene sentido dado que la estabilización implica inflación nula.

TRES


Las ideologías prevalentes en nuestro mundo contribuyen de manera definitiva al freno económico. Cito sólo tres muy destacadas y de carácter difuso: El ecologismo, el hedonismo y el pacifismo.


Dibujan un trébol que atrae sobremanera a los jóvenes, revelando su carácter de anticipación del futuro.


a) El ecologismo conduce al “desarrollo sostenible”.  

Ojalá fuera así. Para que tal ocurriera deberíamos verlo siempre y en todas partes con la vara de medir la huella ecológica de las decisiones políticas y de la actividad industrial (balance energético de los productos, su ciclo de vida, durabilidad, reciclaje …)

Supone mantener actividades económicas poco rentables [tales como] las “energías renovables”. [gracias al ecologismo] La opinión pública se inclina mayoritariamente por condenar la energía nuclear que es la más barata y objetivamente la que menos riesgo comporta.

Las energías renovables son tan caras hoy como en su día lo fue la energía nuclear: Y véase que hoy nuestro autor afirma que ésta es la más barata. Ambas situaciones se explican mediante la llamada “curva de aprendizaje” que se refiere a la evolución en la generación de un producto, de manera que según se avanza en ella se consigue reducir el coste de producción y aumentar la productividad, reduciendo así el precio de venta. Yo la he empleado en ámbitos tan distintos como el afino de nuevos equilibrados en cadenas de montaje.


No sé si en la afirmación de “poca rentabilidad” de las energías renovables se ha tenido en cuenta el costo cero de su materia prima y los puestos de trabajo asociados a su industria. Bien harían los ecologistas en, además de preconizar subvenciones para ellas, impulsar la investigación para abaratarlas. Este tipo de actuación va a ser decisivo en la nueva sociedad estabilizada: la de incrementar y aplicar el conocimiento a todo lo que concierne a la mejora de la vida en la tierra, respetando a nuestro planeta.


Lo de que la energía nuclear sea la que objetivamente menos riesgo comporta es una afirmación de escasa consistencia: Basta recordar los nombres de Three Mile Island (Pennsylvania, 1979), Chernóbil (Ucrania 1986) y Fukushima (Japón, 2011).

Es un gran derroche que la mayor parte del petróleo se utilice como combustible y no como materia prima.

Efectivamente asombra que cuando se habla de petróleo sólo se piense en él como combustible. Si un día desapareciera, tal vez pudiera ser sustituido por la fusión  nuclear para generar energía eléctrica incluso con aplicación al transporte. Pero, ¿Qué sería de la humanidad sin industria petroquímica?

La conclusión es que la energía es cada vez más cara y ralentizará definitivamente el crecimiento económico.

Destaca aquí una curiosa correspondencia entre desarrollo económico y actividad bélica.

La tendencia ascendente [del crecimiento del PIB] se halla a punto de estacionarse.

Volvemos a una situación tradicional, a una especie de nueva Edad Media en la que se va a reducir mucho la expansión económica y poblacional.

La nueva situación podemos calificarla como una sociedad estacionaria o equilibrada.