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LA ÚLTIMA CENA

de momento

Se iba a reunir toda la gran familia para celebrar el 60 cumpleaños de la hija primogénita. La matriarca nonagenaria y viuda se ocuparía de todo ello a pesar de las dificultades que, seguro, podían surgir.


La familia se extendía desde la bisabuela con cinco hijos hasta el reciente bisnieto. Añádanse a los hijos y nietos las relaciones colaterales necesarias, para llegar a las 20 personas en total. Naturalmente se descuentan los “Y demás familia” de las esquelas.


Se decidió una cena sencilla en una hamburguesería y se optó por un local en el que los veinte se pudieran sentar a la misma mesa a fin de evitar mesas separadas para una familia tan unida.


Lo de la hamburguesería me recuerda algo que me pasó aquí, en Carabanchel, la  primera vez que fui a la imprenta donde empezaban a imprimir mi libro “Calidad, Fiabilidad”. Yo conocía la dirección pero no daba con ella. Subí por General Ricardos y torcí a la derecha por una calle lateral. Allí paré a un menda que pasaba y le trasladé mi problema. Él me indicó: Siga por esta calle y, allá arriba verá a la derecha una burguesía; tuerza a la izquierda y un poco más arriba encontrará esa imprenta.


Una de las primeras gestiones con la “burguesía” era encontrar un buen fotógrafo para el evento. Se buscaron dos por si uno fallaba. Ambos estuvieron de acuerdo en que era preciso que los veinte se vieran de frente en la única fotografía.


La organizadora no pudo por menos que acordarse de la Última cena de Cristo antes de sufrir su pasión y muerte. Claro, es que en ella  había sólo 13 personas y en la situación actual eran 20. No podía imaginarse una mesa tan enorme en la “burguesía” para obtener la estructura de la mesa evangélica.


Se pensó en principio en dos fotógrafos famosos, especializados en últimas cenas: Eran Leonardo, el más convencional, y Dalí, el menos. Así de poco natural salió la foto de éste que fue el elegido (Fig.1).


Por cierto, a propósito de Dalí no puedo por menos extraer de mis recuerdos algo importante para mí. El 4 de julio de 2023, hizo 65 años que visité la ciudad de Washington. De la visita retengo tres cosas:


En el cementerio militar de Arlington, el bello monumento a los soldados que alzan la bandera de las barras y estrellas después de su victoria de Iwo Jima  contra los japoneses en la Segunda Guerra Mundial.


La visita al interior de la Casa Blanca, incluido el despacho oval. Como era la gran fiesta americana, el Presidente Eisenhower se había ido a descansar a la residencia presidencial de Camp David, dejando la Casa Blanca abierta a la curiosidad de los turistas.


La tercera cosa es la visita a la Galería Nacional de Arte donde pude contemplar el cuadro de Dalí, la Última Cena que yo ya había visto en Londres reproducido profusamente en los escaparates de las librerías de arte que hay en los alrededores de la National Gallery (lo había pintado Dalí pocos años antes). Lo que más me llamó la atención es que era el único cuadro de la Galería que tenía una sala dedicada exclusivamente al famoso cuadro de Dalí (Fig.2).

Fig.1