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QUIÉN hay detrás

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Pgs. 1   2     

Efectivamente, madre e hijo marcharon a Boston donde ella puso una tienda de confecciones y pasamanería.

Pasaron los años. Y cuando el hijo cumplió veinte, su madre le susurró: Ha llegado el momento, hijo mío. Partirás para el oeste. En Morsua City viven los tres hombres causantes de la muerte de tu padre. Éstos son –añadió tendiéndole un papel con tres nombres escritos- Cuando los encuentres les darás una bofetada a cada uno. Que Dios te bendiga. Y besándole en la frente, le señaló la puerta.

La chica, emocionada por un relato tan estimulante pidió al forastero el papel en cuestión y, después de leerlo, le aclaró: Los tres hombres son, el dueño de este saloon, el matón y el sheriff. Pero cuenta con mi ayuda; y lo besó en los labios.


Los muchachos, que ya admiraban al forastero héroe, lo acompañaron hasta que al día siguiente pudiera echarse a la cara al sheriff; entre tanto le regalaron un caballo para que lo montara como se merece un héroe del Oeste. Y el héroe, temblando ante la perspectiva de tener que montarlo. Esta aventura no es para contarla, sino para leerla y reírla, así que, me la salto.


El matón, se había olido la tostada y encargó a su vicematón que despachara al forastero (ya se imaginan ustedes lo que eso significa). El vice aceptó, pero sabiendo que con un buen fingimiento podía sacar mas pasta del forastero que de su jefe, se entregó a una astuta ficción.


Buscó al forastero en el hotel donde estaba y le propuso, según sus tarifas: fingiría acosarle con diez forajidos a quienes el forastero habría de eliminar; para que no aparecieran sus cuerpos, ni la verdad, quemaría el hotel. El vice sería el único superviviente gracias a su habilidad para deshacerse de las ataduras con que el forastero lo había amarrado. Al quedar el vicematón como único superviviente, era quien podía contarlo todo tal como había sucedido (el forastero había desaparecido en el campo).

El vice ha ido a entregarse, arrepentido de sus fechorías, y el sheriff le ha metido en la cárcel. Se ha arrepentido de sus fechorías siete veces en lo que va de año, comentaban sus conocidos.

Un buen día aparece el forastero en la oficina del sheriff para pedirle dos cosas: que soltara al vicematón …¿Desea algo más?, replicó el sheriff .

Sí, ¿Recuerda a Barry Gallipot?

-Sí, lo recuerdo perfectamente. Era bastante borracho y jugaba muy mal al poker. Era eso que se llama un “membrillo”. Se empeñaba en jugar con nosotros, y teníamos que hacerle trampas para que no perdiera siempre. Un día nos descubrió cuando le estábamos poniendo tres ases entre sus cartas con la intención de que ligara algo alguna vez. No quiera saber cómo se indignó. Dijo que él era un caballero.


Añadió que no podía consentir el ganar con trampas. Que había perdido siempre y, por lo tanto, nos debía mucho dinero. Nos obligó a aceptar una mina de oro que tenía por aquí cerca. No podíamos negarnos, puesto que había descubierto nuestras trampas.


Parece que su mujer se enfadó con él …


-Barry Gallipot era mi padre.

-¿Puedo hacer algo por usted?

-¡Voy a pegarle una bofetada, sheriff!

-¡Qué le vamos a hacer, dijo éste! Cerró los ojos y presentó el carrillo.

Habría que decir que fue apenas un cachete.

Ya sólo faltaban dos bofetadas para dar cumplimiento al mandato de mamá en Boston.


Diálogo entre el dueño del saloon y el matón profesional (los próximos destinatarios de las siguientes bofetadas).

El primero, que era un hombre práctico:

-A nadie se le caen los anillos porque le peguen una bofetada.

Y el segundo, que era muy cabezón:

-¡No dejaré que el forastero me pegue! Ya me desarmó una vez y … (nunca se enteró de que había sido Dixie).

El forastero se encaminó al saloon donde iba a ser recibido como héroe después de abofetear al sheriff. Todo eran vivas y gritos de alabanza. Sentados a la misma mesa estaban el matón y el dueño del saloon. Apareció Dixie para cantar y dirigir una mirada al forastero rebotada a los dos de la mesa: ¡A por ellos!, quería decirle. Pero éste se había impresionado tanto por lo que le contó el sheriff, que mudó de opinión: los tres hombres no se habían portado tan mal.


En medio del tumulto había un sordo que no se enteró de qué iba la cosa y gritó ¡Viva el general Grant!, para remachar a continuación: ¡Esa chica tiene los tobillos demasiado delgados! (por Dixie) Esto último molestó mucho al forastero que derribó al sordo de un puñetazo y, ahí empezó la clásica pelea de todos contra todos que tan bien se les da a los del Oeste.