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QUIÉN hay detrás

QUÉ hay detrás

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Pgs. 1    2     

242 “Danton, al anunciar a Europa que intenta recuperar la herencia de Carlomagno, crea, tal vez a Napoleón”.

248 … La República [francesa] se consideraba en guerra tanto con el monarca británico como con su aliado, el estatúder de los Países Bajos …

293 … los sans-culottes [una especie radicalizada de los indignados del 15 M madrileño de 2012] habían servido de comparsas, de masa coral e incluso de fuerza de choque de esas jornadas revolucionarias en las que su sublevación había precipitado o acelerado sucesos larvados desde hacía largo tiempo. En más de una ocasión su impulso había producido desbordamientos terribles por su implacable crueldad. Pero nunca … puede decirse que los sans-culottes hubieran actuado al servicio de sus propios intereses.

Durante cuatro años habían visto cómo sucesivamente … Danton, la Montaña y los jacobinos medraban o se encaramaban a las azoteas del poder nacional o municipal sobre las espaldas de su indignación y su violencia sin que ello les reportara ningún beneficio directo [a los sans-culottes].

308 … Danton, mucho más interesado en la política exterior que le obligaba a desplazarse una y otra vez a Bélgica ...

318 El mobiliario, ajuar, menaje y vestuario de los Danton fue valorado en 9.036 libras, equivalentes a diez años de salario de un sans-culotte, e incluía sillones, consolas, un pianoforte, una cubertería de plata, varios anillos y otras joyas, docenas de vestidos, … , al menos tres fracs para las ocasiones sociales o políticas, y unos tres centenares de botellas con tintos de Burdeos o de Borgoña y vinos blancos de Auvergne.

Punto y aparte merece la biblioteca, valorada en otras 2.866 libras … incluyendo todas las entregas de la Enciclopedia, excepto la última -valoradas en 600 libras-

… El inventario, que se completaba con más de 2.000 libras en metálico -incluídos unos cuantos luises de oro- …

Danton se camuflaba bajo un barniz de tosquedad que facilitaba su identificación con el pueblo: … “un gran señor de la sans-culoterie”.


Vengo anotando estos detalles por su valor en sí y por lo que han de iluminar otros que vendrán después. El inventario de los bienes de Danton lo hicieron los girondinos (naturalmente, no iban a hacerlo los jacobinos) mientras él estaba en Bélgica y su mujer moría dando a luz. En la ocasión


319 Robespierre envió a Danton una de esas cartas que retratan favorablemente a alguien, en la medida en que parecen salidas del corazón:

“Si ante una de las pocas desgracias que pueden estremecer un alma como la tuya, te puede ofrecer algún consuelo la certeza de tener un amigo cariñoso y devoto, yo te la brindo. Te quiero más que nunca y hasta la muerte. Desde este momento, yo soy tú mismo. No cierres tu corazón a los acentos de la amistad que estrechan toda tu pena. Lloremos juntos y hagamos sentir los efectos profundos de nuestro dolor a los tiranos, que son los culpables de nuestras desgracias públicas y privadas. No he ido a verte por respeto a los primeros momentos de tu justa aflicción. Te abraza tu amigo Robespierre”.

     El que alguien capaz de escribir estas líneas pudiera enviar apenas un año después a su destinatario a la guillotina dice mucho sobre la personalidad de Robespierre, pero todavía más sobre la deriva autodestructiva de la Revolución.


El Te quiero más que nunca y hasta la muerte estaba representado (estos jacobinos eran muy teatrales; se ve en muchos pasajes del libro) en la mente de Robespierre como una curva exponencial (y = e--x para abscisas positivas) con su máximo en el momento de escribirlo y su cero, no en el infinito del tiempo, sino para dentro de un año; la cosa estaba en sus manos.


366 Danton, que acababa de regresar de París tras arreglar la testamentaría de su esposa y se había encontrado con una Lieja al borde del colapso, fue uno de los que emprendieron la ruta hacia Bruselas. Con él iban -cómo no- Delacroix y “un convoy cargado de plata cuyo verdadero fin no se sabe si era reflotar las finanzas de la República”.


No. Lo más probable es que Danton estuviera recuperando la herencia de Carlomagno (242).


443-444 Especialmente dañina había sido la labor de los llamados “comisarios ejecutivos” enviados por el ministerio de Asuntos Exteriores para administrar el territorio [belga] bajo la supervisión de Danton … Eran jacobinos fanáticos caracterizados por su anticlericalismo … el riesgo de perder el territorio [belga] había dado pie a la orden de trasladar todos los objetos de plata requisados en las iglesias a la ciudad francesa de Lille.


Hay que ver la afición a la plata que tenía este Danton. Sin comentarios.


631 Los 84 votos de ventaja obtenidos por Danton sobre su denunciante directo, Lasource, dan en todo caso la mejor medida de su triunfo. [Se trataba de elegir en la Convención a los nueve miembros del primer Comité de Salud Pública; Danton obtuvo la sexta plaza y Delacroix la novena] … volvía a estar en el poder … justo a tiempo de disponer de los resortes para parar el escándalo que podía haberse desatado tras la detención en el pueblo norteño de Bethune de dos carruajes procedentes de Bélgica, cargados de objetos valiosos, cuyo cochero declaró que eran propiedad de los diputados Danton y Delacroix [el cochero era un comisario de embargos nombrado por Danton].


La Salud Pública bien entendida empieza por uno mismo, parece que pensaban estos chicos …


     La otra cosa que quisiera destacar es cómo la lectura de este libro que, en definitiva, relata la transición de una Monarquía a una República, me ha llevado a recordar otra transición semejante, con todas las salvedades que se quiera, la de la Monarquía de Alfonso XIII a la de la 2ª República española.


Ninguna de las dos transiciones desembocó en democracia: En el caso francés asomó Napoleón y en el español, Franco. Ambas Repúblicas resultaron fallidas. La francesa se autodestruyó y la española había emprendido una deriva semejante.


En España, Ortega, que había colaborado en la caída de Alfonso XIII y en el advenimiento de la República y creado junto con otros intelectuales de la talla de Marañón o Pérez de Ayala la “Agrupación al Servicio de la República”, fue elegido diputado a las Cortes Constituyentes de 1931.


Pues bien, la breve experiencia de su participación en dichas Cortes le llevó al gran descontento por la orientación radical que palpaba en las Cortes, y se retiró de ellas después de pronunciar sus famosas palabras: “¡No es esto, no es esto! La República es una cosa. El radicalismo es otra. Si no, al tiempo." El tiempo le dio la razón.


En este paralelismo que quiero hacer hay una diferencia fundamental entre lo ocurrido en Francia y en España. Franco llegó al poder, directamente, mediante el golpe de Estado que dio a la República en 1936 y la consiguiente guerra civil. Napoleón, en cambio, toma el poder tras el golpe de Estado del 18 de Brumario (1799) que había sido precedido por otros dos en los que él no había participado: el de Thermidor (1794) y el de 1793 (el golpe de Estado Jacobino).


De éste último, que fue el primero, es de lo que trata el libro; de ahí su título. De Napoleón y de Franco se sabe todo lo que se quiera y no voy a abundar en ello. Pero el golpista del primer naufragio resulta un tipo poco conocido. Se llamaba Hanriot y aparece en el grabado de la portada del libro recibiendo la rendición del jacobino Presidente de la Convención Hèrault. El fondo del grabado es una nube baja de picas que trae el recuerdo inevitable del cuadro velazqueño de La rendición de Breda (El cuadro de las lanzas).


El grabado no es otra cosa que una representación del cocinado que habían preparado los jacobinos para quitarse del medio a la oposición moderada. Hanriot era el nuevo comandante en jefe de la Guardia Nacional elegido por los jacobinos de la Comuna y estaba arropado por los sans-culottes a quienes los jacobinos habían repartido picas como luchadores por la libertad que eran, y a razón de cuatro perras por cabeza de sans-culotte. A Hanriot le sobraban méritos para ostentar su comandancia:


1001-1003 … era popular en su barrio, el miserable faubourg Saint-Marcel, referencia de las desigualdades sociales a los miles de indigentes que compartían en sus inmediaciones un entorno sucio, contaminado y a menudo fétido como consecuencia de las actividades de curtidores, cerveceros, carniceros y tintoreros que habían instalado sus negocios artesanales a orillas del Bievre, pequeño afluente que vertía sus sucias aguas por la orilla izquierda del Sena.

… Era el patio trasero de la rive gauche, el desagüe de la gran ciudad, un lugar a menudo sin ley en el que sólo los tipos verdaderamente duros lograban abrirse paso.

Hanriot tenía fama de borracho y como tantos otros cabecillas de los sans-culottes parisinos, de haber adquirido sus galones en la siniestra jerarquía de los masacradores durante las jornadas de septiembre. Fue nombrado comandante de la Guardia Nacional de su sección el mismo 2 de septiembre, y uno de los puestos bajo su mando estaba en el propio seminario de Saint-Fermin, convertido en cárcel para curas refractarios [los que no estaban de acuerdo con la Revolución]. Allí tuvo lugar una de las matanzas con mayor índice de mortalidad: de los 92 sacerdotes encarcelados, sólo 17 salvaron la vida. Al menos 3 de los 75 asesinados trataron de refugiarse en las dependencias de la sección, pero sus atacantes los arrojaron por la ventana y un grupo de mujeres los remató una vez que se habían estrellado contra el suelo.

uno de los 17 supervivientes lo describe como un personaje febril, atacado de frecuentes convulsiones, que “gritaba siempre”, lanzaba “espumarajos sin cesar” y miraba “con los ojos centelleantes de un frenético o un rabioso”.

Otro decía de él: Ronda los cuarenta. Tiene el rostro duro y hace el tipo de muecas que identifican a un hombre vulgar. Es de carácter colérico, poco reflexivo y muy grosero. Cuando habla vocifera como los que tienen escorbuto. Una voz sepulcral sale de su boca y su rostro no recupera el equilibrio sino después de que vibren los rasgos de su cara, guiñando tres veces el ojo. Da la impresión de no haber frecuentado sino hombres indeseables. …


En fin, entre jacobinos anduvo el juego. Al final de la representación fue guillotinado hasta el apuntador. El libro refiere una caricatura de la época en la que aparecen los jacobinos guillotinando a todo bicho viviente; cuando al final sólo quedan el verdugo y Robespierre, éste lo guillotina y se queda sólo.


Para no desmentir del todo a la historia yo añadiría que entonces fue Robespierre, se arrodilló, metió la cabeza donde sabía, y se suiguillotinó.


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