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QUIÉN hay detrás

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Pgs. 1    2    3

Yo no voy a entrar ahora a comparar cantidades de muertos sufridos por unos u otros que, a veces empatan y escalofrían siempre, pero sí voy a echar de menos una ausencia. La del bombardeo de Cabra, Córdoba por la aviación roja con aviones rusos, y con un resultado semejante de víctimas al de Guernica (según nuestro autor y El confidencial digital).


Me mosquea la ausencia total de la noticia por parte de nuestro autor que normalmente maneja información prolija con detalles tan relevantes como el de que la rubia del Dragón Rapide guardaba el mechero en sus bragas, y no se enteró (no la de las bragas, sino nuestro autor) de que unos aviones rojos, de fabricación rusa, bombardearon la mañana del 7 de noviembre de 1938 la plaza mayor de Cabra a la hora del mercado.


Por otra parte, y esto no me mosquea nada, doña Carmen explica la cosa a El confidencial digital como que “Este ataque aéreo fue uno de tantos bombardeos sobre población civil, y no sobre objetivos militares concretos, que ambos bandos de la Guerra Civil ejecutaron durante los tres años de contienda”. Para continuar destacando después con detalle, todos los perpetrados por los nacionales.


Por si alguien no lo sabe, doña Carmen, Calvo, por más señas, es la Vicepresidenta Primera del gobierno de coalición entre  socialistas del PSOE, comunistas y antisistemistas con apoyo de independentistas y ex terroristas, que nos gobierna en 2020. Vamos, que con ella en el poder tenemos una réplica del gobierno del Frente Popular que nos rigió a los españoles entre 1936 y 1939. Por lo menos, aquellos españoles tenían la ventaja de no tener que soportar una ley de memoria histórica como la de ahora.

Por añadidura, doña Carmen había nacido en Cabra. Y supongo que la ausencia del libro, que comento, le habrá parecido de perlas.


Me voy a permitir una cuña personal; una de esas que tanto gustan a nuestro autor; la insertaré entre unas páginas vacías de contenido. Copio de las 264 y 279:

Tras la caída de Bilbao, la resistencia vasca se desmorona. Los nacionales se disponen a conquistar Santander apenas defendida por desorganizadas milicias que se dejan copar fácilmente (cuarenta y cinco mil prisioneros).

……………

El Cantábrico republicano se va desmoronando. Primero Bilbao; después, Santander; finalmente Asturias.

Yo, con un año, me planto en San Vicente de la Barquera en 1933, a medio camino entre Santander y Oviedo. Mis padres, ambos maestros, se trasladaron allí desde Noviercas, Soria, donde asimismo habían sido maestros, y donde mi hermana, dos años mayor, y yo, habíamos nacido.


Me recuerdo de la mano de mi madre acompañándola a votar en febrero de 1936, a un edificio situado al final de las escaleras que conducen a la cuestona, a la derecha.


El resultado electoral, el tercero de la Segunda República, dio el poder a la Coalición del Frente Popular que lideraba Azaña: PSOE; Izquierda Republicana; Unión Republicana; ERC; Partido Comunista; Independentistas de Izquierdas. Vamos, un calco de lo que tenemos ahora en 2020.


Aunque la Constitución republicana de 9-12-1931 proclamaba en su Artículo 3º que “El Estado español no tiene religión oficial”, nunca se desarrolló en detalles al extremo en que se hizo, y de forma tan sectaria, como a partir de la llegada al poder del Frente Popular en 1936.


Se obligó a retirar la cruz de las aulas escolares. Mis padres se opusieron y fueron sancionados sin empleo y sin sueldo. La familia, mis padres, los dos niños y mi abuela materna viuda, quedó al amparo de los vecinos que nos apreciaban al punto de permitirnos vivir de fiado a su costa, incluidos el panadero Antón y la lechera Piedad … hasta que llegaran mejores tiempos.


Pasó el 18 de julio del 36 y mi padre, de 32 años, fue llamado a filas por los milicianos para incorporarse al frente rojo. Los nacionales venían avanzando desde Santander. Su incorporación tuvo que producirse entre los veranos del 36 y del 37. Los nacionales liberaron san Vicente el 31 de agosto de 1937 con tanta alegría en el pueblo como demostró la ciudad de Santander cinco días antes (vistas posteriormente las fotos que se publicaron).


Mi padre no llegó con las tropas; estaba en el frente del interior mientras la columna que entró en san Vicente era la que avanzaba por la cornisa de  la costa siguiendo hacia Unquera, camino de Oviedo. Los rojos habían volado varios arcos del puente de la Maza para impedir el avance, pero los pontoneros hicieron lo necesario para que las tropas, con armas y bagajes pudieran superar la dificultad.


Mi padre llegó a casa algo después; antes se había puesto en contacto con su padre , secretario del Ayuntamiento de Noviercas y con su tío Gregorio, secretario en Peroniel, pueblo también soriano; se trataba de pedirles ayuda en forma de dinero que es lo que más urgentemente necesitaba en aquel momento.


Lo que yo veía desde el balcón de mi casa durante la ausencia de mi padre:

-Llegar a la plaza un gran auto lleno de milicianos. Uno, de pie en el estribo, agarrado con una mano al marco de la puerta y, sosteniendo con la otra una pistola con la que amenazaba a la gente que pasaba.

-Al “del bonete”, un miliciano que se tocaba con el que le habría quitado al cura o a algún fraile del Colegio. Vigilaba lo que pudiera ocurrir con los controles.

-Consistían estos en unos confesonarios puestos a cada lado de la carretera, la calle principal del pueblo que hacía un ángulo recto justo debajo de mi casa.

-A la Caína y a la Oliva, dos milicianas que gritaban a sus camaradas que marchaban al frente: “A ver si nos traéis pronto las orejas de los faciosos”.

-A los cuerpos de siete milicianos volando por encima de la carretera a la altura del hotel Miramar (después Luzón). Estaban sentados en el pretil de la bahía jugando con una bomba. Al día siguiente pasaron los siete féretros negros bajo mi balcón, camino del cementerio.

-Al hermano Lázaro, del colegio de los frailes que había junto a la iglesia, paseado entre dos milicianos delante de mis narices camino de la Cabaña (el barrio de enfrente de mi casa). Al poco rato oí el ruido seco de un tiro.


Lo que sigue no fue visto; fue oído de boca de mis padres.

-Ausente mi padre (se pasó a los nacionales en el frente de La Lorilla), dejó un hueco en la familia que el cabecilla de los milicianos, Regino (bien instalado en su cuartel general del hotel Miramar) pretendió rellenar con un refugiado rojo (muchos venían huyendo después de la toma de Santander). Mandó un emisario a mi madre para invitarla a pactar con él en su hotel. Respuesta de mi madre: “Dile que la misma distancia hay de aquí al hotel que del hotel aquí”. Fuese y no hubo nada.


-Mi padre comentaba las atrocidades de los del Frente Popular a partir del 18 de julio del 36, en san Vicente: Despeñaban a sus enemigos tirándolos al mar desde el promontorio del faro. Y añadía: alguien del faro se volvió loco a la vista de tanta crueldad.


Y yo añado algo que me consta, a posteriori. En san Vicente había dos locos; mejor dicho, una loca y un loco. Ella era “Celina la loca”, una joven rubia, guapa ella y muy desenvuelta (que vean los humanos lo que se han de comer los gusanos, decía) que campaba inofensiva por todas partes.


El loco era el hijo del farista al que yo nunca vi aparecer por el pueblo.