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QUIÉN hay detrás

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De todas maneras y, por si alguien pensara que pretendo ser ventajista con una comparación tan chocante, aportaré unos datos referentes a Brasil, tal vez la BRIC más próxima al mundo occidental (y copio del libro de Meadows):

“La mitad más pobre de su población percibía el 18 % de la renta nacional en 1960 y sólo el 12 % en 1995. El 10 % más rico de los brasileños percibía el 54 % de la renta nacional en 1960 y el 63 % en 1955”.

Y yo añado: Dudo que el 12 % de 1995 sea más que el 18 % de 1960, pero lo que es incuestionable es que el 63 % de 1995 es mucho mayor que el 54 % de 1960.

O sea, que eso “del mejor balance” es, como sospechábamos, para los ricos: para los países ricos y para los ricos de los países pobres. No es demagogia: son números.

Algo de esa herencia fundamentalista hay sin duda en el grito de muerte a la especulación. Ese pecado capital que todos cometemos cuando pedimos a nuestro banco más rentabilidad por nuestros ahorros o que mejore el rendimiento de nuestro fondo de pensiones.

Me va a permitir el articulista que le rectifique: “ese pecado capital que todos cometemos” no es especular, es regatear que, como sabe muy bien cualquiera que se asome a un diccionario, es cosa bastante distinta de especular. Especular es lo que hicieron los bancos americanos con los NINJAS haciéndoles creer que se iban a enriquecer apostando por el crecimiento indefinido del precio de  las viviendas. Especulaban los bancos, y además estimularon la experiencia especuladora de los pobres. Esto sí que es condenable: A muerte!

Una cosa muy preocupante es prometer estabilidad como si fuera gratis. Apenas nadie en Pittsburgh reconoce que sus propuestas traerán un mundo de menos crédito, de dinero más caro, y por tanto de menos crecimiento, menos empleo y menos movilidad social.

Esta observación es redundante con la primera que hizo el articulista, y estoy de acuerdo con él, aunque pienso que no tiene nada que temer. La estabilidad que predican los políticos no es, seguramente, la que él recela, sino una estabilidad en la realidad próxima-pasada, es decir, hacer que se llegue de nuevo como cosa estable y normal al crecimiento desbocado del consumo que teníamos.

Naturalmente que una estabilidad como debe ser implica un menor crecimiento (sobre todo en los países ricos) hasta dar en estabilidad plena (en el conjunto global): es una cuestión tautológica.

En esto precisamente hay atisbos del enlace de las dos crisis, crisis que no deben mezclarse. No sería bueno intentar resolver apresuradamente la crisis actual con recetas de la otra, simplemente porque esas recetas no existen aún. Pero sí sería muy bueno que, teniendo dos ojos como tenemos, quienes atiendan a cualquiera de las dos crisis, tuvieran un ojo puesto en una y el otro en la otra. Sólo con eso se habría dado un paso de gigante en beneficio de la humanidad.

Al albur de la crisis [la actual, “la de 2007 en adelante”] han vuelto a ganar terreno los arbitristas, los ingenieros sociales, los planificadores de siempre, los dictadores benevolentes, los que quieren poner límites al crecimiento, los que saben mejor que nosotros mismos lo que nos conviene, aquellos que quieren ordenarnos la vida y fijar límites pretendidamente técnicos a la imaginación, el esfuerzo y la libertad humana.

Me gustaría hacer algunas precisiones aunque no fuera más que por supuestas alusiones, a riesgo de que se me diga lo de “quien se pica, ajos come”.

Ni yo me tengo por arbitrista, ni por tal tengo a Meadows y su equipo del MIT. Y ello por una razón muy sencilla: Ninguno tenemos proyectos disparatados (ni no disparatados) para remediar los males políticos que se derivan de la crisis actual, y mucho menos los que se derivarán de la definitiva, la que se nos viene encima.

Lo que sí tenemos son datos que, aplicados a unas modelizaciones plausibles, y que lo son porque los resultados de su elaboración sistémica han sido avalados por hechos constatados, nos enfrentan con una realidad que no nos gusta admitir.

Aquellos datos no están inventados; proceden, fundamentalmente, del Banco Mundial que tan familiar le debe resultar al articulista.

Los ingenieros rasos estamos ya muy acostumbrados a que se nos secuestre la titulación para adjetivarla según conveniencia. No sé, de verdad, si sentirme orgulloso o manipuladamente humillado. El hecho es que, los de izquierdas suelen referirse a los especuladores financieros de derechas (que no sé por qué han de ser sólo de derechas a no ser que recordemos que las izquierdas llevan la honradez en la sangre) para insultarlos como ejercientes de la ingeniería financiera. Se refieren sin duda a los habilidosos, listos o listillos que titulizan hipotecas basura o hacen otras perrerías por el estilo.

Por su lado, las derechas (liberales en este caso) llaman ingeniero social a cualquiera  que pueda interesarse por lo social al menos tanto como por lo individual, sólo con el fin de incluirlo automáticamente en el gremio de la izquierda.

No se puede ser maniqueo. No se puede clasificar a la gente como individualista o como socialista. Yo mismo me tengo por un individualista amante de la libertad individual pero consciente que formo parte de una sociedad universal que no es como yo. Estoy de acuerdo con Meadows en que las soluciones que se propugnen para enfocar la gran crisis no se pueden imponer: han de ser acordadas por toda la humanidad.

Por eso yo animaría al articulista a que creara en su Universidad un tanque de pensamiento para profundizar en el libro de Meadows. Adivino que él no necesita ese libro porque no cree en sus fundamentos, pero lo contrario también es cierto: En el MIT necesitan del articulista y de su Universidad, porque de lo que se trata es de dar con garantía el salto de una crisis a la otra, a un nuevo paradigma, y para ello nada mejor que la alianza con alguien que conoce muy bien la situación desde la que hay que saltar.

Este tanque es muy propio de una Universidad mas bien que del ámbito de un partido político. Un FAES nunca lo promovería. Ni tampoco su equivalente en el Partido Socialista. Y ello por la sencilla razón de que quien lo avale no será votado. A la gente no le interesa dejar de consumir desaforadamente.

Paso por alto a los planificadores de siempre (los comunistas, supongo) y a los dictadores benevolentes (los de derechas light  y los populistas, me imagino), para fijarme en los que quieren poner límites al crecimiento. Parece que entre ellos estamos Meadows y yo.

Pues no, señor articulista: nadie quiere poner límites al crecimiento; esos límites que usted tanto teme no los pone nadie: los tiene puestos la Naturaleza. Esos que usted señala con dedo acusador sólo pretenden avisar de cómo se comporta la naturaleza. Cuando yo, por accidente, sufro la fisura de un dedo, siento un dolor que me avisa de que no me conviene recargar el dedo para no convertir la fisura en rotura.

No creo, pues, que sea malo que alguien nos advierta que es peligroso hacer ciertas cosas tales como, por ejemplo, crecer alocadamente y sin necesidad. Parece que ese tipo de crecimiento es imprescindible para crear empleo. Pues habrá que encontrar entre todos una nueva forma distinta de crecimiento y nuevas formas de empleo. Porque la Tierra es finita y es ella la que al final limitará la actividad humana que arrastramos: nos guste o no.

En todo esto pensaba yo cuando proponía el think tank en la Universidad del Rector. Mucho esfuerzo de imaginación hace falta para resolver el salto de la crisis actual al nuevo paradigma.

No quiero entrar en cómo los bancos afectan a la presente crisis, y viceversa. Pero sí me gustaría decir que puede que para resolverla sean suficientes unas propuestas técnicas; sin embargo, por muy a cuento que vengan ahora, no bastarán para remediar la gran crisis que se nos avecina. Ésta requiere planteamientos de mucha mayor envergadura. Empiécese con el think tank y se verá (el World3 está disponible). Una iniciativa así será útil en cualquier Universidad aunque sólo fuera como un potente ejercicio de benchmarking.


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