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En la página 285 leemos:

<< A raíz de nuestra Gloriosa, tan castiza, dígase lo que se quiera, tan hondamente castiza, levantose al parecer en contra de ella y en realidad para acabarla y extenderla, el pueblo de los campos, y hoy es el día en que no nos hemos explicado aún aquella oleada.>>

La Gloriosa revolución de 1868, la que derrocó a Isabel II, no fue ni tan gloriosa ni tan castiza como Unamuno pretende.

No es que el final de Isabel II fuera muy glorioso, pero es que el sexenio que le siguió lo fue mucho menos todavía. Tampoco fue castiza la Gloriosa: Estuvo promovida por políticos, militares y capitalistas que invertían en ferrocarriles (entre estos últimos también había de los otros). Lo castizo, el pueblo de la intrahistoria unamuniana (un recuerdo cariñoso para la extraordinaria Historia de la Gente, de Mingote), sólo participó al final de la gran crisis, cuando empezó a faltar el pan de precio por las nubes.

Unamuno se siente desconcertado: no entiende cómo el pueblo de los campos, el del final del sexenio y el de la Restauración de Alfonso XII, tan intrahistórico como el que se apuntó a la Gloriosa, se levantó en contra de ella.

La explicación que Unamuno no captó se la dieron Amadeo I y los dos primeros presidentes de la 1ª República: Todos estaban hartos de los españoles en general y de los políticos en particular. Amadeo de Saboya fue más listo que la reina y se destronó antes de que lo destronaran; los otros dos huyeron despavoridos a Francia.

El nuevo catalanismo de Joan Maragall, amigo de Unamuno, eximio poeta (la vaca ciega), abuelo de Pascual Maragall, el que fuera presidente de la Generalidad de Cataluña (2003-2006):

El pensamiento español está muerto. No quiero decir que no haya españoles que piensen, sino que el centro intelectual de España ya no tiene significación ni eficacia actual alguna dentro del movimiento general de ideas del mundo civilizado. Por eso nosotros, que pretendemos seguir dentro de este movimiento general, tenemos que creer llegada a España la hora del sálvese quien pueda, y hemos de deshacernos de cualquier forma de vínculo con una cosa muerta. Maragall propugnaba un aislamiento profiláctico de todo lo español.

Un misterio que terminó como terminó:

Entrada ya la segunda década del siglo XX, la ejecutoria de Unamuno como intelectual público presentaba muchas más sombras que luces. Su intervención en las grandes cuestiones de la España finisecular –la social y agraria, la religiosa, la militar y la regionalista- había acumulado una sucesión de fracasos. Todo en él era una perfecta ilustración de la ineptitud del intelectual moderno para arreglar cualquier problema colectivo. Sin embargo, (y esto es uno de los grandes misterios de la centuria), el prestigio social de los intelectuales, su poder espiritual, iba en aumento, y a Unamuno, el público se lo perdonaba todo.

Para entonces empezó a sentirse cansado y a diagnosticarse un  mal cardiaco. Se convirtió en el  hipocondriaco que daba la vara a todo el mundo con su tema. Su supuesto e imaginario mal se curó con la fuerza de un acontecimiento que le sobrevino inesperadamente: El Gobierno lo cesó de Rector de la Universidad de Salamanca en agosto de 1914.

CAPÍTULO 11. Tiempo de niebla.

Un nuevo guiño: No la Niebla de Huelva, la de la pólvora, la de Alfonso X el sabio, pero sí la de la novela unamuniana del mismo nombre. Capítulo de interés relativo antes del tiempo de Niebla: La lucha de Unamuno por saber por qué el gobierno le ha desposeído del Rectorado; la unión de los intelectuales para concurrir a la faena política; el posicionamiento de todos los partidos ante la Primera Guerra Mundial. Unamuno se declaró aliadófilo, no anti francés sino anti afrancesado.

En la novela (Niebla: publicada en 1914), su protagonista, lleno de dudas va a visitar a Unamuno, el autor, para que le ayude; éste le dice que, como autor que es de la novela, lo puede condenar a muerte en cualquier momento … El tema, complejo, es al tiempo original. Recuerda mucho a lo que después escribiría Pirandello en Seis personajes en busca de un autor (1921), o a El hombre que fue jueves (1908), de Chesterton, que puede que sí inspirara a Unamuno.

Juaristi dice que el cuento El muerto (1945), de Borges puede estar inspirado en Niebla (1914). Yo pienso que esa inspiración puede venir, más bien, de El difunto Matías Pascal (1904), también de Pirandello. Es de notar lo que se dice en la página 340:

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