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CAPÍTULO 4: En tiempos del hijo.

En ellos se recrudecen las guerras carlistas (Guerras Civiles). Para quien esté interesado en ellas, tiene aquí una mina con detalles exhaustivos. Yo me voy a ir un poco más atrás de la mano de Goya y su retrato (1800) de la familia de Carlos IV. En dicho retrato está el origen de todo.

A la izquierda del cuadro están los dos hermanos; de 16 años, el que sería Fernando VII, delante y, detrás, abrazándolo por la cadera, Carlos María Isidro, que podría tener unos 10 años. A la izquierda de Fernando, ha retratado Goya a una mujer bien plantada, pero de cara desdibujada: Es la desconocida que habría de ser, en su momento, su esposa.

Goya era un pintor excepcional, pero como adivino, un desastre. Fernando VII se casó cuatro veces y sólo tuvo descendencia con su última esposa. Ella era Mª Cristina, hija de su hermana Mª Isabel, la que en el cuadro está pegada a la Reina Mª Luisa. De ese último matrimonio de Fernando VII nació la que sería reina, Isabel II.

Al morir Fernando VII (1833) se disputaron la sucesión  su hermano Carlos María Isidro y los partidarios de Isabel, la hija de Fernando VII, con la Pragmática Sanción de por medio (establecía ésta que si el rey no tenía heredero varón, heredaría la hija mayor).

Así el pequeño del cuadro, a la izquierda del todo, se convirtió en cabeza del Carlismo  en las consiguientes guerras civiles entre carlistas (de don Carlos) y liberales (de Isabel II).

Pasó el tiempo. Isabel II reinó. Pero la Revolución de 1868 la destronó, conduciéndola al exilio con vistas a instaurar la que después fue 1ª República. El exilio de la reina dio lugar al gobierno provisional del general Serrano que a su vez desembocó en el breve reinado de Amadeo de Saboya que al poco tiempo se marchó harto de los españoles.

Siguió pasando el tiempo y el Carlos del cuadro ya era otro, Carlos VII que en 1872 entró en España y llamó a las armas

El 29 de septiembre de 1873 Unamuno cumplió nueve años… Basauri había caído en poder de los carlistas que se aprestaban a entrar desde allí, en Begoña, mientras otros regimientos tomaban posiciones en la margen izquierda de la ría, desde la zona minera en las Encartaciones  hasta Abando… El 28 de diciembre, los bilbaínos se despertaron completamente cercados.

El 21 de febrero de 1874 comenzó el bombardeo de la villa por los morteros carlistas. La población padeció además carencias alimenticias y enfermedades transmitidas por ratas y liendres que prosperaron entre las ruinas y la promiscuidad de los refugios

Otros hitos:

2 de mayo de 1874, las tropas liberales baten a los sitiadores y entran en Bilbao con los generales Concha (marqués del Duero) y Serrano.

29 de diciembre de 1874, pronunciamiento de Martínez Campos en Sagunto y entronización de Alfonso XII.

Los chicos que tenían nueve o diez años durante el sitio se despertaron de su infancia bajo las bombas carlistas y recordaron en adelante, con nostalgia, una Bilbao pequeña y recoleta que había desaparecido. Porque, después de la guerra, la ciudad creció con mayor rapidez que ninguna otra en España, perdiendo su carácter familiar y amable al tiempo que asumía gradualmente los rasgos de una urbe industrial, manchesteriana…

Doy fe de esto. Antes de conocer Bilbao, ya había estado yo en Londres, Liverpool, Manchester, Birmingham o Bradford. Bilbao era la única capital del País Vasco que me faltaba. Cuando llegué a ella por primera vez, lo único que se me ocurrió pensar es, “pero si esto ¡es Birmingham!”.

San Sebastián la he frecuentado varias veces. Me encanta; pienso que es una especie de Río de Janeiro en pequeño; y no olvido los simpáticos versos de Muñoz Seca que la definían.

San Sebastián, población

bella y culta cual Atenas;

escucha su descripción:

dos montes, un torreón,

tres o cuatro calles buenas,

un casino muy ladrón,

diez mil casas con pensión

y cien mil Machimbarrenas.


Miguel de Unamuno

obtuvo el título de Bachiller en Artes el  21 de junio de 1880, con una nota general de aprobado: Una ejecutoria de alumno capaz e inteligente, pero no excesivamente aplicado. Le interesaba más lo que pudiera aprender fuera de las aulas que bajo una disciplina escolar triste y ramplona.

… Se afilió a la Congregación de San Luis Gonzaga, que encuadraba a jóvenes católicos, los llamados <<luises>>  para fomentar en ellos la práctica religiosa y la formación doctrinal mediante círculos de estudio y meditaciones inspiradas  en los ejercicios espirituales jesuíticos.

Las meditaciones permitían a Miguel abstraerse en arrebatos de misticismo religioso que eran frecuentemente enturbiados por la imagen tibiamente erótica de una muchacha de trenzas al viento, pecho apenas prominente y medias a la vista. Se trataba, obviamente de Concepción Lizárraga, Concha, de la que se había enamorado platónicamente varios años atrás, durante las clases de catecismo en la iglesia de San Juan en las que ambos se preparaban para la primera comunión, cuando ella, ruborizada y nerviosa, estiraba sus faldas para ocultar las rodillas que distraían la atención de Miguel.

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