stás en: SIGMUND FREUD

QUIÉN hay detrás

QUÉ hay detrás

INICIO


Pgs. 1    2

Ninguna acción se debe a la reflexión racional si no única y exclusivamente a la necesidad reprimida de satisfacer ciertos impulsos.

El inconsciente es un gigantesco coloso cuya forma y aspecto apenas podemos intuir. El psicoanálisis se sumerge en la oscuridad de la noche para rescatar los tesoros hundidos en las profundidades da la psique: los sueños y los pensamientos que esta esconde.

La interpretación de los sueños es una mezcla de autobiografía de Freud. Describe unos 200 sueños, una cuarta parte del propio Freud, y un estudio que explicita los fundamentos de su teoría. En esencia dice que los sueños son la realización de deseos reprimidos.


Todos los deseos soñados se basan en un anhelo de la infancia que quedó insatisfecho: el deseo del niño por el progenitor de sexo contrario y de apartar al progenitor de su mismo sexo, su competidor potencial. Este deseo lo bautizó Freud como Complejo de Edipo, o antiguo deseo de la infancia.

Este último párrafo es, a todas luces, un despropósito mayúsculo. El deseo asociado al Complejo de Edipo tiene que ver en Freud con una psicopatología y no con todos los sueños. Me limitaré a copiar un sueño que relata el propio Freud en la variante de sueño de comodidad, para ver si alguien encuentra en él a Edipo.

“La dueña de la pensión en que vivía mi colega tenía el encargo severísimo de despertarle con tiempo para llegar al hospital a la hora marcada, encargo cuyo cumplimiento no dejaba de entrañar graves dificultades. Una mañana dormía mi colega con especial delectación, cuando la patrona le gritó desde la puerta: «¡Levántese usted, don José, que es ya la hora de ir al hospital!» A continuación soñó que ocupaba en una de las salas del hospital, un lecho sobre el cual colgaba un tarjetón con las palabras: «José H. cand., méd., veintidós años.» Viendo esto, se dijo en sueños: «Si estoy ya en el hospital no tengo por qué levantarme para ir.» Y dándose la vuelta continuó durmiendo. Con su razonamiento se había confesado sin disfraz alguno el motivo de su sueño.”

También en el sueño existe la censura que impide que el lado oscuro y sensual de la psique penetre en la conciencia del durmiente. Si se sabe interpretar los sueños (mediante el psicoanálisis) los mensajes del alma del hombre se vuelven reconocibles.

Freud es uno de los pensadores más controvertidos y relevantes del siglo XX. Por su influencia La interpretación de los sueños solo puede compararse con EL Capital de Marx. Muchas de sus afirmaciones han sido rebatidas, pero Freud ha dejado una idea tan deslumbrante como extravagante: ¡Lo que nos convierte en lo que somos no es lo que sabemos, sino lo que no sabemos sobre nosotros mismos!

Las afirmaciones de Freud fueron impactantes y desconcertantes. La interpretación de los sueños fue uno de los libros que más influencia ejercieron en el siglo XX.


Para Freud todos somos sádicos, al menos por un breve espacio de tiempo y sin ser conscientes de ello.

El último párrafo es otra exageración improcedente. Freud nunca dice semejante cosa en toda La interpretación de los sueños. Tan sólo emplea la palabra sádico (sadismo: Perversión sexual de quien provoca su propia excitación cometiendo actos de crueldad en otra persona) en dos ocasiones y en sentido figurado. En ambos casos, a la hora de interpretar los sueños que le han contado los soñantes. En las dos ocasiones se extiende profundizando en los símbolos que pueden asociarse por convención de los expertos, a determinadas situaciones oníricas, especialmente, a las de carácter sexual. Esto de los símbolos es cuestión que lleva a mucha controversia porque, en efecto, hay símbolos realmente muy chocantes.


En uno de los sueños un adulto experimenta orgasmo en medio de una escalera persiguiendo a una niña “para castigarla por algo que me ha hecho...” (la realidad es que, en el sueño, abusó de ella). Se me había olvidado, pero releyendo ahora este sueño veo que el subir o bajar por una escalera es admitido como símbolo de coito.

Asombroso, ¿verdad? Pues miren el recuerdo insólito que voy a contarles: Lo tenía almacenado en el sitio de los olvidos, pero está vivo.


Frecuentemente yo acudía al Instituto de la Ingeniería para las sesiones de mis Comités. De vuelta  a casa tomaba el metro en la estación de Rubén Darío; una vez dentro, tenía que recorrer un largo pasillo rodante y bajar escaleras mecánicas para llegar al andén que necesitaba. En esta rutina, una tarde me vi bajando por la última escalera, de manera que bien debajo de mí bajaba un muchacho solo: éramos los dos únicos pasajeros a la vista. Al chico, naturalmente, yo lo veía de espaldas, pero notaba algo raro en su postura. Terminó de bajar y en vez de seguir andando hacia el andén que quedaba próximo, se recostó sobre la pared y terminó de masturbarse, que es lo que venía haciendo en la escalera.


Cuando yo llegué abajo, no lo perdí de vista. Entramos en el vagón que no dejaba asientos libres; pude ver al joven de pie, agarrado a la barra, con cara de cansado. Yo me bajé en la próxima para trasbordar de línea.


En cuanto al segundo sueño, copio directamente de Freud:

La idea latente podría, pues, ser ésta: si yo [la novia] fuera él, no esperaría, sino que desfloraría a la novia sin consultarla, violentándola. A esta idea alude el violate, quedando así de manifiesto el componente sádico de la libido.


Expresa [la novia, en el sueño] su temor a la desfloración y, quizá, también el dolor acentuado de placer.