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SIGMUND FREUD


Título:  La interpretación de los sueños.


Autora:  Christiane Zschirnt.


Editado en Internet. Su colección de unas 150 referencias críticas y concisas a otros tantos libros de la literatura universal. A cada obra dedica no más de tres páginas. Titula el conjunto “Libros. Todo lo que hay que leer”.


Voy a afrontar una experiencia nueva en esta mi aventura de “Libros leídos”. Yo no he leído el presente; lo ha leído mi amigo Mariano Nieto que es amante de la concisión; en este caso de la concisión de la concisión, porque la obra original de Freud ya viene confinada por la autora a tres páginas y él la confina aún un poco más, a 29 renglones. En

http://www.caprichos-ingenieros.com/sueno1.html

yo empleo nueve largas páginas html a tratar sobre el mismo tema. La democratización de la cultura me parece estupenda pero, sabiendo que con ella se pierden matices.


Del resumen que me manda mi amigo (le parece magnífico el gran libro de las 150 referencias) iré entresacando lo que crea oportuno, en margen amplio  y, a continuación, escribiré yo lo que ello me inspira (sin margen).

El mundo onírico es: imágenes ideales del sexo sin trabas. Con esta frase Freud provocó la consternación general de sus contemporáneos.

Esa frase no está en la Interpretación de los sueños de Freud. Debe tratarse de una aclaración personal de la autora, o de una copia de lo que otros dijeron. Dispongo de las obras completas de Freud en papel, y de la Interpretación de los sueños en pdf para facilitar búsquedas.

Según Freud el YO no es el señor de su propia casa. La llave para acceder a nuestro yo se encuentra en un sitio al que no tenemos acceso inmediato, el inconsciente. Sólo de forma indirecta podemos obtener información sobre nosotros mismos.


Freud descubrió que los sueños no eran simple material confuso sino más bien la llave del alma del hombre.

Efectivamente, ese fue el gran descubrimiento de Freud. En Freud se dan, al menos, dos personalidades: La del hombre corriente, inteligente pero cercano, y la del médico sabio, profundo y metido a psiquiatra. A mi me gusta irme del bracete con el primero, el que cuenta chistes de judíos, relata sus sueños y nos cuenta cómo interpretarlos. Al otro no me acerco por respeto, porque mi ignorancia no da más de sí y porque no entiendo de psiquiatría.


Pero veo que hay quien confunde las dos personalidades y se cree en condiciones de juzgar lo profundo sin entender del todo lo superficial. Sobre el inconsciente me voy a permitir aportar la experiencia de un hombre común y corriente que llamaré K.


Me la confió en el año 1990. Comentaba que su mujer L siempre le reprochaba la atribución por su parte de mala intención cuando ella, supuestamente, le agredía de palabra. Ella tenía razón, me confesaba: su reproche se acompañaba siempre de protestas de inocencia.


Añadía K que había necesitado llegar a la convicción de que en L existía una psicopatología latente que proyectaba contra él el inconsciente de ella, para llegar a admitir la falsedad de su etiquetado de mala intención que él venía atribuyéndole. En cualquier caso, a K aquella situación le hacía sufrir. Por entonces yo leía la freudiana psicopatología de la vida cotidiana y empezaba a entender algo.


Me comentaba K su antigua aversión hacia las cucarachas y a la mirada de ciertos homosexuales; añadía que la cosa le venía de los tiempos de infancia y juventud, y que L estaba al corriente de tal circunstancia.


En relación con esto último, refería que L era complaciente con el lesbianismo que justificaba como reacción de la mujer a la brutalidad del hombre que la ataca, ella indefensa, para satisfacerse sexualmente. A esto mismo, una amiga mía poeta, lo llama en sus versos “la dulce travesía”. K me hizo saber el interés de L por las películas de homosexuales.


K me relató cómo un domingo, a la hora de comer, se produjo el desenlace. Él había llegado tarde y su mujer, enfadada, lo esperaba para castigarlo por su desatención (había preparado una exótica y excelente ensalada de garbanzos).


L había puesto en el vídeo, para contemplar mientras comían, una película que ella ya había visto antes y de la que hacía a su marido grandes elogios. En la primera escena que éste vio aparecen dos hombres en la cama. Todo el resto, según le advirtió su mujer, desarrollaba un tema de homosexualidad delicada, según dijo.


En un momento dado la (el?) protagonista ofrece una escena de horror ante una cucaracha con ésta en primer plano. Siguió la película y L tuvo la delicadeza de advertir a su marido que cuando la (el?) protagonista habría de estar en el restaurante a punto de comerse una ensalada, iba a sacar la susodicha cucaracha que llevaba bien guardada para echarla en el plato y tener así motivos de queja contra el camarero… Y así sucedió al momento.


K termina por contarme: Tomé mi bandeja y desaparecí: L siguió disfrutando de una de sus películas preferidas. K añadió: por si alguien está aún a tiempo de huir de ella, creo que se titula Víctor o victoria.


K complementa su relato con esta coda. L había estado toda su vida en manos de psiquiatras y últimamente estaba diagnosticada como neurótica (neurosis: inestabilidad emocional). K había llegado a la conclusión de que era el inconsciente de L el que manejaba los hilos sin que L se diera cuenta. No había explicación para pensar que una persona en su sano juicio pudiera ser tan cruel y retorcida como para conjugar en un destello, castigo, homosexualidad y cucarachas.


No es raro, pienso yo, que Freud pudiera utilizar los sueños de un psicópata (y su psicoanálisis) para intentar curarlo de los ataques que pueda producir su inconsciente. Los sueños de quien no sea psicópata (histérico, neurópata, etc.) tienen otra consideración.