QUIÉN hay detrás

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¡¡VIVA LA REPÚBLICA!!

(Sí, ¿pero cual?)


El verano de 1974 pasé una temporada en México y recuerdo que un simpático paisano de Saltillo me manifestó su orgullo por llevar en sus venas sangre española; me lo explicaba así: es que mis ancestros se comieron algunos españoles. Ahora no me voy a referir a él, sino a otro, a  un acaudalado mexicano del que entonces se comentaba que iba a mandar a su hijo a Suiza para aprender inteligencia. Como en aquel tiempo no existía todavía la inteligencia artificial, hay que suponer que el hombre se refería a la otra. Se solía añadir que allí, en Suiza, el más tonto hacía relojes en su casa, y de noche.


Esa república era la que le hubiera gustado al mexicano aquel para su país: una república helvética, es decir de hombres listos rodeados de bellas montañas nevadas y de hermosos y tranquilos lagos. Seguramente ese tipo helvético de república también apetecería a la mayoría de los españoles y nuestro presidente de gobierno Pedro Sánchez estaría dispuesto a dárnosla  en cualquier momento. Pero va a tener un problema serio para ello.


No sólo va a tener que desenterrar a Franco, que eso es pan comido. Es que después va a necesitar resucitarlo para que siga haciendo pantanos en España, porque aquí no caben lagos helvéticos. Y los que tenemos son pocos y menguados. Los otros, los que forman las presas (¿y los presos?) en los ríos, eran los que más le gustaban a Franco, que los inauguraba con gran solemnidad.


Otra dificultad añadida para don Pedro es que, como muy bien sabe de la buena tinta de sus historiadores afines, aquellas presas de Franco las construyeron presos políticos que hoy no abundan en nuestra España, nación de naciones. Tan sólo quedan unos pocos en Cataluña que son los amigos de su amigo Torras y que, por otra parte tampoco estarían dispuestos a hacer presas políticas porque ellos, ante todo, son muy demócratas y, además, no van a desacreditar a las feministas.


Por otra parte, no creo que mi amigo José Mª Pliego, el Ingeniero de Caminos que hizo el acueducto Tajo – Segura, esté seguro de que nuestros ríos y sus cuencas den de sí para muchos más embalses. Con todo ello hay que deducir que esa república tan helvética y tan deseada tendrá que esperar a que la rana críe pelo.

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Intentemos otro ejemplo, el de la República de Irlanda. Nosotros y los irlandeses nos parecemos tanto que ellos también tienen su Gibraltar, algo más grande que el nuestro pero con capital en Belfast. Además, todos somos tan católicos que yo no sé quien lo era más, si san Patricio o Santiago. Ellos, como están al norte nuestro, engendraron a los EE.UU mientras que nosotros, un poco antes, habíamos engendrado a los americanos del sur.


Pero hay una dificultad para emular a esa República: ¡Que es una isla!. La dificultad menor es que España tendría que abrir un canal por la mismísima cuerda de los Pirineos a fin de aislarnos del Continente. Eso ya lo ha hecho la Gran Bretaña con su Brexit, y no pasa nada. Ya sé que costaría un pastón, pero ello no sería un problema para un país como el nuestro con tantos parados. Al contrario, sería una gran oportunidad para bajar sustancialmente la tasa de desempleo.


Así pues, el problema real no sería ése: ¡Sería la isla de Man; la isla y sus islotes! El pequeño archipiélago está entre Irlanda y Gran Bretaña y es de dominio británico, así que si queremos parecernos a la República de Irlanda tendríamos que donar las Islas Baleares a la gran Bretaña. Con Menorca no habría demasiado problema porque ya fue inglesa, pero habría que ver cómo se pondrían los indepens al ver disminuido el patrimonio de sus paisos.


No. Esta solución republicana no vale porque a los independentistas catalanes no hay que enfadarlos. Hay que dialogarlos. Afortunadamente, dentro de nada, los jueces los van a dialogar a fondo.


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Podemos intentar otro caso más próximo y con rica experiencia: el de la Primera República Española. Veamos la carta de presentación con que se identificó: