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Frase inmortal del bolchevique Piatakov: “Si el Partido se lo ordena, un auténtico comunista debe ser capaz de ver blanco lo que es negro y negro lo blanco”.

No sé si la frase es inmortal o no, pero sí sé que removiendo las palabras adecuadas, es aplicable a cualquier clase de fanatismo ya  sea religioso, filosófico o político.

“Horrenda cosa es”, dice San Pablo, “caer en manos del Dios vivo”

En el Capítulo 10 de la Epístola de San Pablo a los hebreos hay antes otros 30 versículos. No sé por qué resaltar éste en particular: Todos son Palabra de Dios si lo dice San Pablo. Seguramente es que Dios le dijo a él, para que nos lo dijera a nosotros:  “Horrenda cosa es caer en mis manos, que son las del Dios vivo”. Así que lo que nos queda a nosotros es decir: “Te alabamos, Señor”. En mi Biblia de la Biblioteca de Autores Cristianos, edición 1958 (prologada por el Nuncio de su Santidad y, con el correspondiente nihil obstat), no hay ningún comentario a este versículo, así que el editor lo debió encontrar divino, como cabía esperar.


La referencia que hago ahora, y seguiré haciendo en lo sucesivo, a mi Biblia, no la hago en balde. Quiero resaltar que mis acotaciones bíblicas son legales porque, sabido es, en Internet hay muchas versiones apócrifas o dudosas de ser católicas.

Lucas era compañero de Pablo, escribe los Hechos de los Apóstoles que son en gran medida una biografía de Pablo. Lucas pasa en esta biografía, sin explicación, de la tercera persona a la primera. En sus cartas Pablo lo menciona tres veces; le llama “Lucas, nuestro querido médico”.

Efectivamente, y hay quien añade que era dentista (Os saluda Lucas, el médico amado -Col 4,14-). Lo de las personas primera y tercera lo encuentro irrelevante. Es más, es que ni lo he encontrado. Sin embargo sí quiero fijarme en lo que responde nuestro autor en la entrevista que le hicieron el 04/09/2015:

Pablo y Lucas me parecieron tan apasionantes como los personajes de las grandes series de televisión, son una pareja novelesca formidable. Pablo es una especie de visionario como Don Quijote y Lucas es un poco su versión antagónica, Sancho; o como Sherlock y Watson. Uno de ellos es un genio religioso y el otro no es particularmente creyente, es sobre todo un testigo, un cronista. Me pareció apasionante seguirles en su recorrido, eran unos héroes novelescos formidables.

Veamos en qué se parecen y en qué no, las parejas paulina y quijotesca. Efectivamente Pablo y Don Quijote eran unos fanáticos. El primero, de Cristo (hoy podríamos decir que era más papista que el papa) y, Don Quijote, de los Libros de Caballerías. Normalmente, quien es fanático por naturaleza lo es hasta su muerte. San Pablo lo fue de preconverso (-fanático del judaísmo ultraortodoxo- que se lo pregunten a San Esteban que en gloria esté) y de postconverso (fanático de Cristo). Los finales de Cristo y Pablo se parecieron mucho: Los fanáticos ultraortodoxos judíos, contra ambos y acudiendo a los romanos para que culminaran el trabajo sucio. Con Cristo tuvieron éxito en Jerusalén, pero no con Pablo en Roma que, incluso en tiempos de Nerón (Séneca de por medio) obtuvo la libertad. No está claro que después de ésta, Pablo muriera mártir.


El paralelismo Lucas / Sancho no lo veo muy apropiado. Para empezar, este último no era ni médico ni dentista. Más lo era su jefe: “Porque te hago saber, Sancho, que la boca sin muelas es como molino sin piedra, y en mucho más se ha de estimar un diente que un diamante” 1ª Parte del Quijote, Cap. XVIII. Por añadidura, Sancho era analfabeto, mientras que Lucas escribió nada menos que dos libros: el tercer Evangelio Sinóptico y Los Hechos de los Apóstoles.


Sin embargo, sí se dio en los dos el efecto contagio, con matices. Sancho se contagió de la locura de su amo al extremo de creer a pies juntillas lo del gobierno de la Ínsula Barataria. Y es que el wishful thinking funciona en el hombre de forma maravillosa, lo mismo si se es dentista que analfabeto. Lucas también se contagió del cristianismo de Pablo. Curiosamente, porque Pablo se había contagiado antes del de Lucas que fue quien conoció a Jesús y a su madre la Virgen, pues Pablo no coincidió con el Original.


A pesar de todo, Sancho fue más testigo, más cronista, que Lucas: fue testigo, por ejemplo, de la escena de los molinos y se la contó a Cervantes para que éste, que no era ágrafo, hiciera para nosotros su memorable crónica. En cambio, las crónicas de Lucas están plagadas de fantasias, apariciones, prodigios y milagros  con los ángeles de por medio. Claro que, como sabemos, los ángeles todavía son dogma o verdad de fe, así que todo sigue en orden.


Según Renan en su San Pablo, la teoría de los ángeles está perfectamente desarrollada en Col 1, 16: “Porque en Él fueron creadas todas las cosas del cielo y de la tierra, las visibles y las invisibles, los tronos, las dominaciones, los principados, las potestades; todo fue creado por Él y para Él.”


Paulus quiere decir el pequeño.

Efectivamente, en latín, es sinónimo de parvus y, por tanto de su derivado parvulus (ya saben, párvulos son los niños que van a la escuela antes de primaria). Parece que San Pablo se hizo llamar así, con humildad cristiana, cuando dio el salto a su actividad apostólica en el Imperio Romano: Quería sentirse pequeño delante de Dios, ya que no lo era delante de los hombres, al menos por su buena estatura (por si acaso, ahí estaba El Greco para alargarlo un poco). De todas maneras, esa pequeñez debemos interpretarla sólo como tal, ante la Primera Persona de la Santísima Trinidad, porque ante la Tercera, el Espíritu Santo, parece que se sentía como en familia: “Porque ha parecido al Espíritu Santo y a nosotros -no sé si se trata de un plural mayestático o es que había alguien más- no imponeros ninguna otra carga más que estas necesarias: que os abstengáis de las carnes inmoladas a los ídolos, de la sangre y de lo ahogado y de la fornicación, de lo cual haréis bien en guardaros. Pasadlo bien” (Hechos 15/28-29). Y parece que bien se lo pasaban con todo esto, a juzgar por lo que se lee en el versículo 31: “Los llenó de consuelo”.


Lo anterior tiene que ver con la post-conversión de San Pablo porque antes, cuando era un fanático del judaísmo ultraortodoxo, su nombre era Saulo, el mismo que tuvo el primer Rey de Israel: Saúl.

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