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QUIÉN hay detrás

QUÉ hay detrás

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Pgs. 1   2    3    4    

Sumando los escaños:


2,8 + 1,7333 + 1,2 + 1.0666 + 0,666 + 0,5333 = 7,999 = aprox. 8


El problema es que a los diputados no se les puede partir en trocitos (que, dicho sea de paso, buenas ganas nos entran de hacerlo a veces, a la vista de las cosas que dicen y hacen algunos de ellos) para obtener sus decimales. A los diputados hay que tratarlos como a incógnitas de ecuaciones diofánticas. Los seis sumandos hay que convertirlos en números enteros de forma que sigan sumando 8, y sin que nadie proteste. Eso lo consigue Hare jugando así con los restos mayores (los decimales más altos):     


Atendiendo sólo a los enteros, quedarían:

2 escaños para A.

1 para B.

1 para C.

1 para D.

Suman 5; hay que asignar los tres que faltan, tirando de los restos:


Por resto decimal mayor 0,8, se asigna un nuevo escaño a A que queda con 3.

Análogamente, otro a B que queda con 2.

Y otro a C que queda también con 2.

D no recibe ninguno porque su resto 0,0666 es el menor de todos; conserva el que tenía y así quedan repartidos los 8 disponibles.


Los escaños quedarán distribuidos así:

A-3

B-2

C-2

D-1

E

F


RESUMIENDO

La Fig. 6 resume el comportamiento de los tres sistemas de reparto de escaños para un mismo supuesto electoral, el del ejemplo de la LOREG. Como se ve, un cambio de sistema electoral no altera prácticamente, el resultado final.

Fig. 6

Y es que el problema que nos aqueja es de mayor calado que el implicado por la práctica electoral. Cuando un presidente de gobierno recién elegido dice que gobernará para todos los españoles, dice sólo la mitad de lo que piensa: piensa que va a gobernar mara todos los españoles que piensan como él. Recientemente esto ha quedado claro con la famosa Ley de Educación Celaa, aprobada en un partido que estaba empatado hasta el último segundo de la prórroga en que el equipo rojo metió un gol.


Hay que ver con qué entusiasmo se aplaudían a sí mismos los rojos del hemiciclo mientras los azules cabreados se hinchaban de recoger firmas de repulsa en la sociedad civil.


El Presidente Sánchez debe saber que un cuadrado se puede partir en dos de tal forma que las áreas resultantes sean exactamente iguales (ver la Fig. 7). Pero él ha partido España de la peor manera posible.