QUIÉN hay detrás

QUÉ hay detrás

INICIO

Título: CONOCE TU PERSONALIDAD; por qué eres como eres.


Autor: Javier de las Heras, psiquiatra y profesor de psicopatología en la Universidad Complutense de Madrid.


Edita: La Esfera de los libros, 2010 (356 páginas).


Ilustración de cubierta: Pablo Picasso / Album.

Como se ve, con éste de mis Libros leídos hago una excepción: la de mostrar su portada; en seguida se verá por qué. Yo tenía interés en este libro desde años atrás, no por lo que toca a la psicoterapia, sino al comportamiento.


De hecho, he podido comprobar con satisfacción que de entre su apretada bibliografía de seis páginas he encontrado cuatro nombres que yo también he utilizado en mis trabajos, particularmente en los relativos a la formación de mandos y cuadros que desarrollé en tiempos pasados dentro del ámbito industrial. Tales son: M.J. Álava Reyes, A. Maslow, S. Freud y Ph. Lersch.


Y he de añadir que echo de menos en el libro de J. de las Heras una referencia a la Ventana de Johari (Joseph Luft y Harri Lingham) por lo práctica que resulta para el conocimiento de uno. El trabajo de conocer me lleva siempre a la consideración que mereció a nuestro querido Antonio Mingote al contarnos las aventuras de sus vagabundos Arturo (el filósofo) y Pepe (el simple). Dice este último al otro en cierta ocasión: “Pues he conocido a una chica en Cáceres …”. Al punto se irrita Arturo, interrumpiendo, para colocarle a Pepe un seminario de Epistemología …


Pues bien, el presente libro no es un tratado de Teoría del conocimiento, sino más bien un manual práctico de uso con bases técnicas y apoyos académicos, como proclama su prologuista y mentor  Enrique Rojas. Yo he llegado a esta conclusión a fuerza de seguir mi principio de lector: leer el prólogo antes del libro y, una vez más, después.


Veamos cómo es la estructura del libro dada su importancia. El Capítulo II se extiende en la descripción de once parejas de tipos de personalidad; en cada pareja un tipo es el opuesto del otro. Pero el autor no se conforma con describir uno dejando al lector que deduzca, por oposición, las características del opuesto. Se trata de aplicar rigor intelectual a los conceptos porque dentro de ellos hay matices. Por ejemplo, si se predica de uno que es un mentiroso, habrá de tenerse en cuenta que ese tal no miente absolutamente siempre. Digo esto ahora, al principio, aunque los mentirosos son tratados en el Capítulo III.


Al final de cada análisis presenta sendos cuadros-resumen, de forma que en cada resumen agrupa los factores que resultan positivos y los negativos. Por anotar, a título de ejemplo, algunos tipos tratados: Hipercríticos e indulgentes; sociables y solitarios; alegres y melancólicos …


La temática del libro está, con intención, muy bien dosificada: El capítulo II lo dedica a las personas que, con sus luces y sus sombras se encuadran dentro de la normalidad. Nadie es perfecto. Los del Capítulo III se encajan entre la salud y la enfermedad. Son estos: Aprensivos o hipocondríacos; celosos; mentirosos o fantasiosos; inmaduros; agresivos y violentos; acomplejados.


La estructura de este Capítulo III es semejante a la del II pero con una diferencia notable. Ahora el autor no discierne lo positivo de lo negativo. Se limita a exponer las características de las personas afectadas. Nos estamos acercando a la enfermedad y eso no es positivo.


En el Capítulo IV nos hemos acercado ya tanto a la enfermedad, que vamos (o nos llevan) a la consulta del psiquiatra (¿Qué me pasa, Doctor?) Y el Doctor responde, en su libro, con un cambio sustancial de la presentación.


Describe, por ejemplo, el trastorno esquizoide de la personalidad, cinco páginas. Añade el consabido resumen del trastorno en un cuadro bien destacado y termina (cambio del tipo de letra, cuatro páginas) con el contenido de todo lo importante tratado en la consulta y encabezado con lo expresado por el paciente, a título de breve y relevante resumen de lo pronunciado por dicho paciente, extraído literalmente por el Doctor (en este caso nuestro autor), en negrita: << Las mujeres te complican mucho la vida>>.


He escogido el caso de este trastorno que está justo en medio de los trece que trata nuestro autor, porque manifiesta la riqueza, variedad y matizaciones de acompañamiento que se pueden dar en los casos psiquiátricos.


Conocí a un compañero de carrera poco mayor que yo (la terminó un año antes) que me confió varias cosas. Habíamos disfrutado la misma patrona, él hizo su posgrado en Alemania y yo en Inglaterra y, al final, terminamos trabajando, para empezar y por pura casualidad, en la misma empresa.


Durante su estancia en Alemania me resumía: “Chico, me duelen los brazos de hacerme entender”. De su primer sueldo (y procedía de familia bien) me decía: “No se qué voy a hacer con tanto dinero”. De su reciente boda me confiaba: “Esto del matrimonio es como si te hubiera salido un divieso en el sobaco”. Esta su última afirmación es la que me ha hecho traerle a este caso del Capítulo IV.


Era un tipo sano en toda la extensión de la palabra. Estupendo, buena persona y muy legal. Así se lo comenté a su viuda en su reciente funeral. Ella asintió. Y él nunca cruzó el umbral del psiquiatra.


Al leer yo ahora dicho Capítulo IV me preguntaba qué podría tener que ver la esquizofrenia con la complicación que se puede esperar de las mujeres. Y aventuro una respuesta: Un trastorno esquizoide de la personalidad no es lo mismo que una esquizofrenia, aunque tengan la misma raíz (esquizo: hendidura, escisión, rompimiento). La esquizofrenia es algo más serio porque la escisión se produce en la frenós, en la mente.


A uno le pueden gustar las mujeres a tope y, sin embargo sentirse remiso a comprometerse con ellas dadas sus características personales, produciéndose en tal caso una escisión en su personalidad. Todos somos un tanto esquistos, como las pizarras que se pueden fragmentar en capas. Picasso sabía que era eso lo que nos pasaba y nos retrataba muy bien.


Realmente eso nos pasa a muchos pero no a todos. Recuerdo a uno que se libraba de ello. Era un figurante de la serie memorable de TVE que Pemán creó con el nombre de “El Séneca”. En una sesión el tal figurante llega tarde al teatro (tarde y con daño) con la mala suerte de que su butaca estaba justo en mitad de la fila. La atravesaba con dificultad estorbosa y atropellante. Una señora que se sintió pisada increpa al tardón: ”Oiga, caballero, mire dónde pisa, o ¿es que no tiene ojos en la cara?”. Y el otro: “Pues claro que los tengo, señora. ¿O usted cree que a mí me ha pintado Picasso mi cara”?


Siguiendo con el Capítulo IV uno se puede preguntar: ¿No estará nuestro autor tirando piedras a su tejado escribiendo su libro tan bien como lo hace? Porque muchos pacientes puede que tengan bastante con leerlo para sanar de sus males.


La respuesta es que no ha de ser así. Hay que recordar que nuestro autor es profesor de psicopatología y que, como tal, al final de una consulta deberá recetar (extender un remedio, que dicen en Uruguay). Sin olvidar que en el Capítulo siguiente, el V trata de otros trastornos muy relacionados con la personalidad pero que son palabras mayores (la doble personalidad,, el trastorno ciclotímico, las psicosis, etc).


Por último, los test de personalidad. Un reproche: los encuentro demasiado técnicos; para especialistas y no sé si siembre claramente explicados. Para tranquilidad de quienes hayan tenido la paciencia de leer esto que acabo de escribir, diré que he conseguido aplicarme la sencilla escala de control de Rotter que distingue entre personas internalistas (que atribuyen a factores internos el origen de sentimientos, percepciones o pensamientos propios) y externalistas (ídem pero referidos a factores externos). El resultado es que soy, al respecto, una persona normal. He obtenido 11 puntos dentro del siguiente ranking.


0 a 3 puntos: excesivo control interno.

4 a 11 puntos: normalidad (personas sanas).

12-23 puntos: excesivo control externo.



…---ooOoo---…

NOTA que viene al caso


Releyendo este texto para corregirlo antes de publicarlo en Internet, he dejado sin corregir, intencionadamente, estas dos erratas:

-La doble coma al pie de la doble personalidad (antepenúltimo párrafo).

-Siembre en vez de siempre en el penúltimo.


La trampa del primer caso es evidente. En el segundo no se produce el error tipográfico común al atacar las teclas B / V dada su comunidad vecinal. Ahora lo que ha primado es la comunidad fonética de lo bilabial.


Los dedos que teclean son esclavos del subconsciente. Aunque Freud trata esto con rigor en su Psicopatología de la vida cotidiana y en su estudio sobre los sueños, no va a impedir que yo traiga a colación esto que retengo de la página 545 del Tomo 1º de sus Obras Completas.


Copio lo que escribe:

     La inversión o transformación de un elemento es su contrario en uno de los medios de representación que el sueño emplea …

Debe decir:

     La inversión o transformación de un elemento en su contrario es uno de los medios de representación que el sueño emplea…


Yo mismo soy testigo de haber recibido la siguiente comunicación a propósito del nombramiento de un compañero como delegado de curso: se refería a … nuestro irrepetible delegado delegado …