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QUIÉN hay detrás

QUÉ hay detrás

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Por ejemplo, los políticos no se disfrazarán de españoles de bandera o pancarta. Ni utilizarán una careta para cada provincia donde hagan un mitin electoral. Ni usarán caretas de recambio para tratar con colectivos diversos. Ni se disfrazarán de redentores de colectivos a los que previamente habrán declarado víctimas. Otro por ejemplo: Comoquiera que la mitad de los votos tiene una cruz griega hacia abajo y la otra mitad una flecha hacia arriba, la exaltación feminista resulta imprescindible para captar los votos de la mujer, que son la mitad. Es algo parecido, pero al revés, a lo que ocurría en la España de 1931 cuando el incipiente sufragio universal: a la izquierda no le convenía éste porque sabía que la mujer de entonces estaba condicionada hacia la derecha, por la Iglesia. Ahora que la Iglesia pinta muy poco en todo esto, la izquierda feminista está dispuesta a hacer su agosto en los campos de la cruz griega.


Todo esto lo tenía muy claro Laurence J. Peter, el de su famoso Principio. En su libro recoge doctrina tan valiosa como ésta: “En las listas que producen los partidos para acudir a unas elecciones no se incluyen nunca a los mejores para legislar o para gobernar. Se eligen a los mejores … para ser elegidos”. ¡¿Habrá disfraz semejante a éste?!


Al empezar el Capítulo II, MODOS DE SER Y DE VIVIR, no tengo más remedio que hacer una anotación personal. Mientras escribía esto, simultaneaba mi dedicación con otra cuestión que nada tenía que ver con ello. Recordaba a mi profesor de Ciencias Naturales de Bachillerato que a poco de empezar a ejercer como catedrático fue nombrado director del Instituto.


Aparte de ejercer como excelente profesor de su asignatura, promovió dos cambios importantes en el centro: Lo convirtió en mixto (hasta entonces, 1945, las chicas iban por la tarde y los chicos por la mañana), e instituyó la costumbre anual de que al final de curso se montase una exposición de trabajos aportados por los alumnos de cada asignatura.


Así recuerdo que en uno de ellos, yo presenté, precisamente en la asignatura del Director, una maqueta de los alrededores de Soria capital que representaba el entorno topográfico de los alrededores del Duero próximos a la sierra de santa Ana y al monte de las Ánimas. La ejecución consistía en un apilamiento de secciones de cartulina superpuestas según las curvas de nivel copiadas de un mapa de escala 1: 10.000. El conjunto resultaba muy vistoso.


En una noche de duerme vela, recordatoria, yo me entretenía en esta divagación: La topografía daba de sí para convertirse en un trabajo presentable y bien aparente, pero, me decía (o me intentaba acordar de), ¿En que podría consistir un trabajo de latín?


De pronto saltó la liebre, que ya saben que siempre salta donde menos se piensa, en mi cabeza, pongo por ejemplo. Recordé que en la asignatura de Francés nos ejercitábamos en traducciones directas (se llamaban Versiones) e inversas (Temas). Los autores en juego eran escritores franceses famosos.


El truco de estos trabajos de letras consistía, aparte de ofrecer una buena traducción, en mostrar una presentación digna, con encabezamientos en letra gótica de tinta roja, etc.


Enseguida pensé en algo parecido para el latín: ¡Ya está; la Primera égloga de Virgilio cuyo comienzo aún recuerdo de memoria a mis 86 añitos (o lo he recordado hasta antes de ayer)!:


Títiro, tu patulae recubans sub tegmine fagi

¡Oh Títiro!, tú, tumbado bajo la copa de una amplia haya …


Pues bien, querido lector, lo creas o no, que hay para elegir, a la mañana siguiente de mi desvelo me pongo a continuar la lectura del libro que comento, por la página 43 en la que lo había dejado la noche anterior y me encuentro con lo que copio a continuación. Como decíamos los chavales en San Vicente de la Barquera cuando alguno quería dar fe incontrovertible de que lo que decía era verdad, como hay Dios que lo que estoy contando es cierto.

Y dentro de un olivar o de un viñedo de Andalucía, ¿nos sería posible tumbarnos sobre los terrones y vivir ese sentimiento de fusión cuasimística con la Madre Tierra que Unamuno sintió dentro de sí tendido sobre las laderas del Pagazarri, y cualquiera, aunque no sea vasco, ni poeta, siendo tan sólo hombre delicado, puede por sí mismo sentir, acaso sub tegmine fagi, como un Títiro virgiliano, en cualquier húmedo prado de nuestro Norte? Ni anhelo, ni mística comunión. Lo que sobre la haz de esta más típica Andalucía vive uno en sí mismo cuando estética y no económica o políticamente la contempla, es, por lo pronto, el deseo de sentarse ante ella y seguir viéndola; en definitiva, un invasor sentimiento de gozosa y serena plenitud.