QUIÉN hay detrás

QUÉ hay detrás

INICIO


PARADA

Un capricho arquitectónico

Se trata de una parada de autobús ejecutada en cartulina. El capricho consiste en que la cartulina de la cubierta es el rectángulo en que estaba impresa la invitación a un acto de mi tertulia poética. Y en que ese rectángulo plano es llevado a configurar un continuo de segmentos superficiales curvados y bien enlazados.


Mi capricho no pretende ser un modelo para que la EMT construya las paradas que necesite. Es simplemente mi desahogo recordando una cubierta famosa: La del hipódromo de la Zarzuela de Torroja.


Ya he escrito en otro sitio que a mí me pasa lo contrario que a Gauss, en muchos sentidos. Yo ni soy un genio ni un matemático, ni un físico, que son tres cosas, entre otras muchas, que era Gauss. Pero él sostenía que, como los arquitectos no enseñan su obra terminada hasta que no se han quitado los andamios, a él tampoco le gustaba airear los procesos de sus genialidades.


El angelito, de muy niño en la escuela, descubrió la fórmula de la suma de los términos de una progresión aritmética al responder al maestro, en pocos minutos, cuanto sumaban los cien primeros números. Seguramente no dijo cómo lo había conseguido, pero después todos nos hemos enterado.


Sin duda Gauss era un artista, no solo en su imaginación, sino también en el manejo de los procesos, del andamiaje al que tenía que echar mano para desarrollarla. Esto no es lo habitual. Lo normal es que unos sirvan para una cosa y otros para otra y, lo más normal, es que la gente no sirva para ninguna de las dos. En las fábricas, siempre estaban los de Diseño, que solían creerse superiores, y los de Métodos, que se lo pasaban pipa aplicando los medios disponibles para conseguir lo necesario.


Yo, por mi parte, sí voy a mostrar todo mi andamiaje. Diré, en primer lugar que la cartulina de la cubierta no es una, sino dos pegadas en contraposición a fin de obtener una mayor consistencia y, de paso, tapar lo tipografiado. Como se puede ver, no he conseguido esto último pero, a mi vez, he preferido dejar a la vista la evidencia para evitar que alguien vaya a pensar que me muevo en lo de la ciencia-ficción.


Añadiré que no he humedecido la cartulina que es cosa de aplicación útil en papiroflexia cuando se emplean papeles especiales. Lo único que he hecho es plegar según una línea curva continua. La primera dificultad me la ha brindado el confinamiento de pandemia. No podía bajar a tomar medidas en la parada que tengo al lado de casa, a fin de partir de unas proporciones realistas. No se me ocurrió entrar en Internet para obtenerlas y, lo que hice, fue echar mano de dos cosas que tenía en casa: una silla, y el hueco de una puerta. Sus medidas me proporcionaron las que necesitaba para el asiento verde y para la altura de las dos columnas de sustentación.


Al principio diseñé éstas como cilindros esbeltos a fin de que sirvieran de canalones verticales para el agua de lluvia. Enseguida desistí porque vi que la cubierta exigía unos apoyos robustos que habían de resistir los esfuerzos de deformación provenientes de ella, dadas sus curvaturas. De paso, las propias curvaturas servirían para evacuar el agua en escorrentía natural.


La robustez de las columnas (huecas pero, con un momento de inercia adecuado) está complementada con una cimentación firme pero oculta bajo la placa de asiento. Así, su verticalidad queda garantizada.


La curvatura tiene sus exigencias que llevan a que los apoyos de la cubierta se produzcan, en un caso, sobre el plano de cierre de una columna y, en el otro, sobre el lateral de una cara. Ello implica que las columnas han de estar giradas 45º una respecto de la otra. Y que la columna de la derecha quede abierta por arriba. Hubo que taponarla con una pirámide tan verde como el asiento para que ambas piezas se llevaran bien en buena compañía y en la distancia.


Como se ve, lo verde, un contraste armonioso con el resto de la composición. Otro contraste buscado es el de lo horizontal del asiento, lo vertical de las columnas y lo redondeado de la cubierta.


Hasta aquí, todo lo que se ve. Lo que no se ve es la ayuda prestada por Photoshop. La fotografía, tomada con un móvil, es buena, pero hay que mejorarla para salvar las deficiencias de construcción que quedan reflejadas en ella; y otras propias de la misma foto como son las derivadas de la iluminación, de la perspectiva adoptada, del punto de vista y, sobre todo, el error de paralaje.


Lleva éste a mostrar las columnas en la fotografía, como divergentes desde el suelo: he tenido que enderezarlas. Lo que no voy a hacer es contar todo lo que he aprendido con Photoshop para lograr el resultado deseado. Sería el cuento de nunca acabar. Sólo diré que para sacar el mayor provecho de esa aplicación hay que actuar sobre una fotografía de la construcción realizada por el autor con su cabeza y con sus manos. Sólo así él sabe lo que tiene en juego.