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QUIÉN hay detrás

QUÉ hay detrás

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Pgs. 1   2     

No me gusta lo de reformatear, que es reset en inglés . Encuentro más ajustado hablar de reajustar que, aunque más pesimista, dadas las circunstancias y la experiencia acumulada, es más realista. Cuando en una empresa se reajusta la plantilla, ya se sabe que muchos irán a la calle.

… parece que al Foro de Davos y a la Agenda 2030 de la ONU les encantaría modificar de tal manera las relaciones personales y sociales que pudieran hacer surgir una nueva humanidad, como si todo lo anterior no hubiera sido valioso y recién ahora sabemos qué es lo que más nos conviene. Una humanidad sin clase media, sin pequeñas y medianas empresas, sin propiedad privada, con un meta capitalismo –al que llaman eufemísticamente “capitalismo de partes interesadas”– que les daría a los grandes capitales y al Estado la última palabra a la hora de definir lo que la sociedad necesita.

En 2012 yo escribía: “Se busca un economista que le dé al capitalismo del crecimiento el volantazo que dio Einstein a las teorías de Newton. Así pues, que venga cuanto antes el economista del volantazo. No para que nos resuelva la crisis que tenemos ahora entre manos (la que yo llamé del 2007 en adelante), sino para que nos arregle el futuro”.

Lo de … parece que … es una forma de ver las cosas. Yo prefiero esperar que K. M. Schwab, el fundador del World Economic Forum se convierta en el economista del volantazo que convenza (le va a costar) a los accionistas, hasta hoy, la única parte interesada en el capitalismo, de que también hay otras partes interesadas en él (y no a pesar de los capitalistas, sino en el propio beneficio de ellos): proveedores, clientes, trabajadores y demás gentes que pisan la faz de la tierra y respiran de su cada vez más problemática atmósfera.

El primer frente de la tormenta perfecta que antes se apuntó es resaltado por uno de los autores como (página 19)

Mientras el bloque occidental ha sido inducido al suicidio desde su hegemonía, por sus gobernantes, y la educación ha producido generaciones que se han vuelto contra sí mismos –ideología de género y lo políticamente correcto mediante-, China ha comido terreno a todos sus adversarios a la par que educa a sus jóvenes en la dualidad hombre-mujer. Mientras aquí se nos enseñan las decenas o cientos de géneros que existen en la mente de algunos pocos, en China se enseña a dominar el mundo.

Completamente de acuerdo; pero fíjense en la sutiliza: La China dominante se ha dado cuenta de que su dominio ha de parecer blando frente a lo que ha venido representando el de los EE.UU. El Estado norteamericano ha perdido su poder a favor del de los particulares: antes sólo había lanzamientos espaciales de la Nasa. Hoy hay miles de satélites alrededor de la tierra, propiedad de las Big Tech que se señalaron antes como foco nº 2 de la tormenta perfecta.


China, sin embargo, mantiene férreo control de partido sobre concesiones a particulares que se mueven con comodidad en el ámbito capitalista global: un hábil trasunto de la democracia orgánica que tuvimos con Franco y que tiene más mérito porque esta dictadura china es, a todas luces, más dura que lo fuera la nuestra.


Voy a recoger un apunte interesante que aporta otro autor en la página 24:

Cuando en 1917 vence el comunismo en Rusia, se presentó como una filosofía práctica que enfrentaba al obrero con su patrón. A la víctima histórica con el verdugo. Funcionó, consiguió el poder y lo retuvo durante más de 70 años. Pero a mediados de los 60, tras millones de muertos y un fracaso colectivo como sociedad y a nivel humano, ya nadie era capaz de defender el marxismo como una opción política, ni siquiera bajo la excusa de que no había estado bien aplicado.


El capitalismo aguantó un poco más, pero ni comunismo ni capitalismo habían funcionado. No aguantaron más de 100 añull ños cada uno. Lo que sí funcionó fue la capacidad de ambas filosofías

de dotar de un poder inconmensurable a los dueños del cuadro de mando. El marxismo fracasó y provocó cientos de millones de muertos; el capitalismo fracasó y provocó la ruina moral, y la exageración de las desigualdades intra e internacionales. Pero las élites se fueron haciendo cada vez más poderosas, con ese tipo de poder que se pierde cuando las clases medias ganan libertad.

Por eso los poderosos tuvieron que reconvertirse. El marxismo siguió aplicando su teoría del materialismo histórico, y se lanzó a la búsqueda de más víctimas para enfrentarlas con sus verdugos, y si éstas no existían había que inventárselas.


Convencieron a los gays de que estaban siendo oprimidos por los heterosexuales, a las mujeres de haber sido esclavizadas por los hombres, a los negros de que todavía no eran verdaderamente libres de los blancos.

Esa es ahora la estrategia neomarxista: convencer a otros de que están siendo oprimidos y ponerse ellos al frente de la manifestación para librarles de una opresión que no existe. Al poder le conviene

que la gente se sienta victimizada por el motivo que sea, pero necesita sobre todo que eso que les hace víctimas les defina como personas. El gay es solamente gay, la mujer es sólo mujer, y el negro es sola y únicamente negro.

Efectivamente el marxismo fracasó a la vista de todo el mundo (recuérdese la caída del muro de Berlín), pero ese fracaso lo aprovechó el capitalismo para identificarlo con su propia victoria. Victoria que la diferencia cada vez más creciente entre ricos y pobres, desmiente.


Esto de producir víctimas para retener y ejercer poder es tan viejo como el Paraíso Terrenal.  Los teólogos saben cómo hacerlo. El propagandista San Pablo, en su Epístola a los romanos escribe:

…si por la transgresión (el pecado) de uno solo (Adán) mueren muchos (toda la humanidad nace en pecado y, como consecuencia, luego muere), mucho más la gracia de Dios y el don gratuito consistente en la gracia de un solo hombre, Jesucristo, se difundirá copiosamente sobre muchos (la misma humanidad al completo).

Las palabras de San Pablo son avaladas por San Agustín que a su vez es avalado por el concilio de Cartago también ratificado más tarde por el de Trento. Total, ya tenemos una masa crítica (nada menos que toda la humanidad) víctima de pecado (el de Adáull ‡n). Sólo falta que los teólogos se pongan al frente de la masiva manifestación con su pancarta redentora. Tras ella va toda la humanidad encantada de ser recompensada con la verdad de eterna salvacióull —n.


A propósito de la Agenda 2030 de la ONU, quisiera decir algo sobre su Objetivo Nº 8. Se propone 17 y los llama Objetivos de Desarrollo Sostenible.


Cuando despliega el 8 que titula “Trabajo decente y crecimiento económico”, anuncia para él:

Un crecimiento económico inclusivo y sostenido puede impulsar el progreso, crear empleos decentes para todos y mejorar los estándares de vida.

Lo primero que salta a la vista es la ignorancia del correcto lenguaje que tienen quienes manejan todo esto. Les da lo mismo desarrollo (se basa en el concepto calidad) que crecimiento (asociado a la cantidad) y no entienden la diferencia entre sostenido (que de hecho se mantiene aunque sea malo) y sostenible (que puede y debe sostenerse porque es bueno). Vamos, que les da igual Juana que su hermana.


Hasta aquí, la ignorancia, pero hay algo mas grave que la incultura. Me decía un académico de la de Ciencias y catedrático de la Universidad de Granada que los del crecimiento económico, sabedores de la imposibilidad de mantenerlo exponencialmente constante, habían decidido mutarlo a la denominación de desarrollo sostenible para seguir haciendo lo mismo, mientras el cuerpo aguante.


Hay gente que no se entera de lo que decía el Premio Nobel de Física Denis Gabor a propósito de esto: “El crecimiento exponencial constante sólo se da en las matemáticas. En la vida real, conduce al colapso”.


En el mismo Objetivo Nº 8 se enfatiza

<< A pesar de su creciente presencia en la vida pública, las mujeres se siguen haciendo cargo 2,6 veces más del cuidado de personas no remunerado y del trabajo doméstico que los hombres>>.

Para arreglar semejante disfunción, los gobiernos progresistas enseguida crean un ministerio de igualdad consistente en un nido de enchufados adeptos a su ideología que, desde luego, no dan muestras de interesarse por el fondo de la cuestión.


Este consiste en que el trabajo doméstico que ejercen las mujeres en su familia, como no pasa por el mercado, no es tenido en cuenta por el PIB. En EE.UU se estimaba en 1975 que las horas del trabajo doméstico no remunerado habían supuesto (al precio del salario mínimo) el 25 % del PIB.


Imaginemos una empleada de hogar profesional que trabaja fuera de casa a tiempo parcial y, además se emplea gratis en su propio hogar en idénticas tareas. ¿Tan difícil para los expertos en PIB es encontrar una fórmula que permita asignar un salario a esa mujer por lo que ahora hace gratis?


¿A quien beneficia ese trabajo hoy gratuito? Directamente, a la familia, claro; pero indirectamente al Estado que se ve apoyado en una sociedad bien asentada a través de una estabilidad que sería imposible sin ese trabajo.


Podría seguir comentando, pero prefiero quedarme aquí y que sea el lector quien continúe.