QUIÉN hay detrás

QUÉ hay detrás

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OTRO SUEÑO


Los sueños tienen varios modos de clasificación según cómo se pretenda estudiarlos. En cuanto a su desarrollo puede haberlos de carácter recurrente, premonitorio, ordinario, etc. Si se mira a sus fuentes (su génesis) los hay objetivos, subjetivos, orgánicos, o de estímulo puramente síquico. Para Freud los sueños tienen un par de cosas en común: Cualquiera presenta un doble contenido (manifiesto y latente) y, además, todos se orientan a la realización de deseos.


A este sueño que voy a relatar ahora puede aplicarse la clasificación convencional que convenga pero tiene una singularidad que yo nunca había experimentado antes y que desconozco que alguien la haya vivido. Su contenido manifiesto evidenciará lo que quiero decir.


En la madrugada del jueves 19-11-2015, sueño lo siguiente:

     “Dormido como estoy en la cama de mi habitación, con la puerta abierta, veo que entra alguien que se me acerca y me interpela: Bueno, qué? Qué tal?”

-Cuando tengo cerca de mí, de pie, a mi interlocutor, puedo comprobar con asombro y certeza que ese tal soy yo mismo. De hecho, para hacer esa comprobación he tenido que cambiar ligeramente de postura a fin de poder mirar de frente a la visita, con el consiguiente daño que siento en mi costilla rota. El dolor me despierta y, una vez despierto me encuentro en disposición de apuntar todo lo sucedido.


Hasta aquí, el contenido manifiesto del sueño; antes de entrar en el contenido latente voy a exponer algunas notas aclaratorias.


NOTA 1.- Diez días antes del sueño me caí en la calle al volver andando desde la piscina con la gran bolsa de baño colgada de mi mano derecha. Iba tan pegado a la valla del jardín que había a mi derecha que, en un momento dado, al echar adelante la pierna derecha, ésta se quedó impedida de avanzar al tropezar con la bolsa. El resultado fue fulminante: caí al suelo en diagonal hacia la izquierda. Allí me quedé sangrando por la ceja izquierda que se rompió al golpe. En aquel momento sentí como si mi cráneo fuera un balón hueco que rebotaba. La compañía del dolor no se hizo esperar: me dolía intensamente todo mi lado izquierdo, mano, muñeca, brazo, pierna y costado.


Me quedé inmóvil. Afortunadamente enseguida pasó una chica joven, buena samaritana ella, que me alzó hasta ponerme de pie (yo no podía ayudar). Curiosamente, una vez en pie pude caminar con su gentil compañía en dirección a mi casa. Nos despedimos y yo continué acompañado de unos dolores aparentemente soportables. Todo esto sucedía hacia las tres de la tarde. Aguanté como pude hasta la mañana siguiente en que decidí acudir a Urgencias del Hospital porque el dolor del costado ya resultaba insoportable.


Allí me hicieron de todo: radiografías, escáner cráneo-encefálico, pruebas diversas, etc. El diagnóstico fue rotura de una costilla que no afectaba al pulmón, magulladuras por doquier y derrame externo entorno del ojo izquierdo. El tratamiento, un analgésico y, simplemente, esperar.


La costilla afectada era la misma que estaba al lado del 5º espacio intercostal que costó la vida de don Mendo cuando en él se hundió el puñal del puñalero …


El diagnóstico era claro: no sufría disdiadococinesias, es decir, y para entendernos, con la mano izquierda podría seguir haciendo los cinco lobitos a los bebés.


NOTA 2.- Como he dicho, desde el accidente hasta el sueño habían transcurrido diez días dedicados a reposar y andar evitando los cambios bruscos de postura que me resultaban muy dolorosos. En mis paseos por el interior de casa nunca me he mirado tanto a los espejos para ver cómo evolucionaba la cara de halloween que se me había puesto. Esto avala la afirmación que hago de que era yo mismo quien me visitaba en sueños. Por otra parte mi situación había mejorado aunque yo mostraba reticencias a aceptarla como normal.


NOTA 3.- El jueves del sueño, como todos los demás, era día de reunión de nuestra tertulia de “viperinos”, de forma que la víspera ya me habían llamado dos de los contertulios interesándose, discretamente, por si iban a contar conmigo. Chelo también me animaba, pero yo seguía dudando: no me encontraba bien del todo pero sabía que si me decidía a asistir ello sería el empujón definitivo hacia la mejoría que necesitaba.


CONTENIDO LATENTE DEL SUEÑO

     Como mi deseo era mejorar en mi situación doliente (cada vez más soportable), el sueño me ayudó de forma muy discreta, a dar el salto definitivo hacia la normalidad. Nadie mejor que yo mismo para ayudarme: El sueño disipó mi duda, acudí a la reunión, mis amigos se alegraron de volver a verme, yo de encontrarme con ellos de nuevo, y con unos dolores propios de las magulladuras más que de la rotura costal.


NOTA 4.- Comunicado todo esto a mis amigos, recibo la siguiente observación de uno de ellos. La relato a continuación junto con mi respuesta.

     “No acabo de ver claro tu sueño.

Estás soñando y sueñas que estás dormido… pero, dormido y todo puedes “ver” que entra alguien…

Sueñas que soñabas? Era un resueño?”


Me explico: “El contenido manifiesto de un sueño es un continuo que puede constar de varias fases a su vez encadenadas o inconexas y que normalmente son ajenas a la realidad. La continuidad sólo se rompe al despertar. La existencia de esas fases y su relación se descubre al interpretar el sueño, es decir, cuando después logras poner en correspondencia el contenido manifiesto con el contenido latente que hay detrás.

     Refiriéndome a mi sueño, está claro que podía habérseme acercado un amigo a fin de interpelarme, pero resulta de más efecto -aunque también más irreal- que fuera yo mismo quien entrara a interpelarme.”