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MORTADELO Y FILEMÓN CONTRA JIMMY EL CACHONDO

Película de animación de la Warner.

Participación de TVE y muchísimos más, incluidos el Gobierno de España, y la financiación del Instituto de Crédito Oficial (ICO).

Dirección: Javier Fesser.

Basada en los personajes de Francisco Ibáñez.

Duración: 1h 31m.




Demasiado larga para reseñarla completa, aunque completa la he visto. Me conformaré con incidir en su primer cuarto de hora tal como la he recibido de mi sobrino Ángel. Se trata de un tráiler que da la medida de la obra especialmente mirando su estupenda presentación.


Para destacar lo que me ha gustado y lo que no, voy  a recurrir a la historia, la historia que tengo pegada a mi piel.


Naturalmente, Mortadelo y Filemón, evoca a cualquiera el cómic, ese género que se llama así desde que todos hablamos inglés en nuestra intimidad, pero que en otros tiempos se llamaba el Tebeo. Ha sido éste compañero mío desde mi más tierna infancia hasta estos momentos. Y voy a destacar de él tres hitos muy distantes entre sí.


La posguerra empezó para mí (San Vicente de la Barquera) bastante antes que en el resto de España, así que mi primera infancia de los años 1937 a 1941 estuvo marcada por el tebeo “Flechas y Pelayos” que llegaba a mis manos todos los domingos. Hasta que fue sustituido por “Zas”, de breve andadura.


De “Flechas y Pelayos” conservo vivos recuerdos que voy a desgranar brevemente. El personaje Cubillo con su gato Pirracas; tenía aquel el cuello largo como lo tuvo después en el Instituto mi profesor de Geografía e Historia. Ahora me entero de que el guionista de tal personaje fue nada menos que un jovencísimo Álvaro de la Iglesia, el que después fundara la famosa Codorniz (“la revista más audaz para el lector más inteligente”) en la que acogió a Antonio Mingote. Recientemente he visto un delicioso dibujo de Mingote en el que aparecen Mortadelo y Filemón llevando triunfalmente en hombros a su creador Ibáñez.


Por cierto, en el mismo tebeo también colaboraba la conocida poeta Gloria Fuertes dedicando a los niños versos elementales, como todos los suyos, inspirados en el gato Pirracas, que no sé si sería el mismo de Cubillo.


No puedo olvidar al excelente dibujante que a mí me fascinaba, Germán Pérez Durías que, miren por dónde, resultó ser tío de mi compañero de carrera Tomás Pérez Durías a quien debo, por sus generosas maneras, el estar metido en un sitio web.


Y, por fin, la pareja de personajes conocida entonces como “Patoso y Timorato” de quienes, para mí,  son trasunto vivo Mortadelo y Filemón.


     Segundo, los años 1960. Fueron los de la infancia de mis tres hijos, ilustrados y decorados con ejemplares a montones de Mortadelos y Filemones -de tapa dura- (ver más adelante la musa Rosario). Todavía tengo que repetir hoy a alguno de ellos, o a sus hijos,  lo de: “Fulanito/a, ¡La paloma!”.


Siempre viene esto a cuento de una vez que, no recuerdo si era Mortadelo o Filemón, estaba sentado en su silla echando hacia atrás el respaldo para quedar en posición perfectamente inestable con el simple apoyo de las dos patas traseras de la silla cuando, de pronto, aparece volando una paloma que se posa suavemente sobre el travesaño superior del respaldo de la silla. El batacazo del espaldar del personaje contra el suelo fue morrocotudo.


     Tercero, ya situados en tiempos actuales, los de la película a la que voy a referirme. Representa un cambio cualitativo excepcional en su género: los dibujos de animación. Siempre me fascinó la capacidad de un dibujante para mantener las señas de identidad de un personaje a lo largo de todas sus creaciones y dentro de un universo infinito de actitudes y gestos. No me digan que no tiene mérito ver con qué soltura se mueve Mortadelo en posiciones inverosímiles conservando las adelantadas gafas en su sitio y el cuello duro que casi le tapa la boca, tanto si se disfraza de perro, de superman o va de persona corriente.


Hasta aquí todo esto era 2D. Pero es que ahora, las aplicaciones informáticas además del ingenio, trabajo y habilidad de los creadores nos pueden ofrecer maravillas como ésta de Fesser / Ibáñez, en tres dimensiones. Se me dirá que, a fin de cuentas, la pantalla blanca sigue siendo bidimensional, que es cosa cierta, pero que añade mérito al trampantojo.


Para mí eso es magia y casi prefiero que no me expliquen el truco. Con los magos me pasa lo mismo. Me gusta creer a pies juntillas que lo que veo es verdadero porque eso para mí es del mayor disfrute.


Adentrémonos ya en la peli, empezando por su presentación que, como ya dije, es fenomenal. Su música consiste en un andante discreto sazonado con la percusión propia de un taconeo que no cesa, debido a la marcha decidida de una secretaria portadora de un gran secreto. Concretamente un “Top Secret” guardado primorosamente en sobre lacrado con el sello de la Organización. El secreto no es, ciertamente, que la secretaria sea gorda y rubia, que eso salta a la vista pero, por si alguien no ha reparado en ello, va de rojo.


Sus andares de pies abotinados mezclan nombres asociados a la película con situaciones menudas que delatan dónde estamos: Nada menos que en la sede del estado mayor de la TIA, un pequeño rascacielos urbano que aloja en sus oficinas a los selectos funcionarios de la organización Técnicos de Información Aereoterráquea. La torre queda al lado de un gran edificio cuya fachada tiene la misma apariencia que otro que hay en la calle Goya de Madrid y que en lo alto exhibe con letras verde oscuro y la misma tipografía el nombre de la empresa allí instalada; EL ESCONDITE INGLÉS. Por allá, en la calle, se ve una gran valla publicitaria de la famosa bebida COCA LOCA, también con su tipografía característica.

Ojo!, no confundir la TIA con la CIA, la Central Inteligence Agency americana.


El guionista se ha esmerado en administrar bien los andares de la secre Ofelia (poco agraciada y un tanto pava) para ilustrárnoslos piernas arriba desde los tacones. El paseo ese me recuerda lo que decía otro cachondo, el cocinero Arguiñano refiriéndose al cerdo: a él, de ese animal le gusta todo; ¡hasta sus andares!