QUIÉN hay detrás

QUÉ hay detrás

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Mi amigo Mariano me envía un documento titulado Meet Five Men Who All Think They're the Messiah

These men say they're the Second Coming of Jesus Christ. Their disciples agree.

Y yo le contesto



MESÍAS

Todos los que creen ser el Mesías encarnado en su segunda venida, y sus fanáticos, algo sacan de ello. Inclúyase a Haendel que con su maravilloso oratorio El Mesías salió del apuro económico en que estaba sumido por deudas. Yo también intenté sacar partido del Aleluya (de El Mesías), pero fracasé. Te cuento.


La letra del Aleluya, una vez descontrapunteada, dice así:

“Aleluya porque el Señor Dios omnipotente reinó [obtuvo el reino].

El reino de este mundo se ha convertido en el reino de nuestro Señor y de su Cristo.

Y Él reinará por siempre jamás, como Rey de reyes y Señor de señores.”


Esta letra, como cuestión retórica, vale, pero queda desmentida por la realidad. Ya lo estaba después de 1741 años de la primera venida del Mesías (cuando fue compuesto el oratorio) y sigue estándolo hoy, a los 376 años de su estreno. Es decir, si se toma en serio la letra del Aleluya, se explica que los cinco personajes que se apropian ahora la figura de segundos Mesías compitan por su preponderancia: Hay uno en Rusia, otro en Brasil, un tercero en Japón, uno más en EE.UU y otro, por fin, en África del Sur.


El futuro simple o imperfecto de “Él reinará” es un futuro que parece abierto sine die a una posible segunda venida del Mesías para desmentir el desmentido. O tal vez no sea así porque también parece que el reino de nuestro Señor y de su Cristo afianzado por siempre jamás está bien así, sin segundas venidas y tal como se apreciaba ya en 1741.


O sea, que son ganas de marear una perdiz que no se deja domeñar pero que da mucho juego y el mayor de los entretenimientos. Voy a dejar la letra del Aleluya para centrarme en su música que vale mucho más y me trae recuerdos la mar de curiosos.


Pasé la Navidad de 1955 en Swansea, Sur de Gales, en casa de un amigo galés. Pero viví los preparativos navideños en Liverpool donde residía. Entre estos no podía faltar, como ocurría en toda Inglaterra, El Mesías de Haendel que estaba programado en el Auditorio de Hope Street de la ciudad a cargo de la Hallé Orchestra.


Acudí al concierto, me encantó y me anoté para siempre, los datos de la siguiente coincidencia. Haendel había nacido en la ciudad alemana de Halle no lejos de Leipzig, vivió en Inglaterra donde se nacionalizó y murió en Londres.


Para un advenedizo a lo inglés como yo resultaba lo más natural que en Liverpool hubiera una orquesta con el nombre del lugar natal de un músico extranjero famoso que fue acogido tan entusiásticamente por todos los ingleses.


Pues no. Ni la orquesta a cuyo concierto asistí era de Liverpool (la de la ciudad tenía el nombre de Liverpool Philharmonic Orchestra), ni su nombre (Hallé Orchestra) tiene nada que ver con el lugar de nacimiento de Haendel.


En realidad, la Hallé Orchestra era la Orquesta Sinfónica de Manchester que en la ocasión visitó Liverpool, y cuyo nombre deriva del pianista y director inglés Charles Hallé que la fundó en 1857.


En 1959 yo vivía, ya casado, en Córdoba, C / 7 de Mayo, Nº17, tercer piso. Era un casa de cuyos convecinos recuerdo a algunos: Un médico; Amaliuca, joven santanderina casada con un futbolista del Córdoba Club de Fútbol; Dª Luciana que vivía con su madre anciana en el 1º; Dª Ema vivía debajo de nosotros y había acogido con mucho cariño a nuestro hijo Javier que, con menos de un año le desvalijaba la casa todo lo que podía. La planta baja la ocupaba el incipiente supermercadito de Abel, al que yo llamaba “la tienda de Abbe Lane” como recuerdo a Abel y  a la despampanante mujer de Xavier Cugat. Y luego estaba la inefable Luisa, la portera que fregaba el mármol de las escaleras arrodillada y bayeta en mano.


A estos detalles debo añadir que por entonces yo había logrado construirme un tocadiscos a partir de cierto  esquema electrónico compuesto de lámparas de vacío (amplificadoras, rectificadoras; no había transistores) y todo género de componentes sueltos (resistencias fijas, reóstatos, condensadores, etc.). Lo más asombroso de todo es que, aquello funcionaba divinamente. Y yo estaba orgulloso de lo que había conseguido.


Inmediatamente me compré un disco con el Aleluya de Haendel que comprobé lo bien sonorizado que quedaba para un volumen adecuado.


Me enteré de que cierto domingo por la mañana traerían el Viático a la anciana madre de Dª Luciana; me dije, ésta es la mía. En el momento oportuno abrí de par en par la puerta de mi piso con el tocadiscos bien situado; lo encendí a buen volumen y, zas! … Pero, unas décimas de segundo antes Dª Luciana había hecho lo mismo que yo pero con su tocadiscos; a bastante mayor volumen que el mío quedo flotando en el hueco de la escalera el Cantemos al amor de los amores. Cerré mi puerta, apagué y allí quedamos los dos, Haendel y yo, lamiéndonos nuestras propias heridas.