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TÍTULO del libro: La mente humana


AUTOR: José Luís Pinillos (1)

Psicólogo y profesor universitario, considerado como el padre de la psicología contemporánea española. Premio Príncipe de Asturias 1986 de Ciencias Sociales.


EDICIONES TEMAS DE HOY, SA. 2003


RESUMEN ELABORADO en abril de 2007.



SUMARIO


Es un libro que todo hombre de negocios culto debe leer (o recordar). No es un mero libro de psicología, que además lo es. Está tan bien escrito y es tan atractivo que a lo largo de sus páginas le va descubriendo a uno las cosas que necesita para el trato con los humanos. Sirve para interpretar a estos, pero sobre todo para interpretar a los consultores que milagrean con fórmulas mágicas para sacar beneficios rápidos utilizando a la gente o, como diría Jeeves ahora, poniendo en valor la psicología del individuo. Por cierto, muy de moda hoy en Inglaterra esta criatura de Wodehouse (2).


CONTENIDO


El libro está dividido en dos partes que se refieren, respectivamente, al origen y a la organización de la mente. La primera parte ocupa un cuarto del volumen.


Hay autores muy conocidos que tienen mucha bibliografía y pocas ideas. No es éste el caso de José Luís Pinillos que sí tiene una amplísima y solvente bibliografía pero además posee ideas propias y sobre todo ideas claras, que es lo que más agradece el lector.


En la primera parte se ocupa de la evolución y cómo se explica dentro de ella la cerebración (capacidad craneal), la conciencia, el lenguaje y la cultura. Destaco el siguiente párrafo: “El hombre actual no procede directamente de los monos y simios actuales. Tanto estos como nosotros formamos parte de cinco grandes familias de antropoides que se separaron de un tronco común hace unos cuarenta o cincuenta millones de años”.


El autor se hace ya al principio una pregunta que late hasta el final del libro: La filogénesis, ininterrumpida construcción material de lo humano, tendrá una réplica de crecimiento irreversible en el progreso de la humanidad?


Nuestro autor es pródigo y sabio en definiciones. Me voy a fijar en dos que creo fundamentales:

“Cultura es el estilo y los medios de vida propios de toda sociedad humana. Apunta al arte, las ideas, los valores científicos, morales y religiosos: al mundo de la libertad y del espíritu”.

“La civilización tiene que ver con el trabajo, lo material de la cultura, lo técnico y práctico, la satisfacción refinada de las necesidades inferiores”. Hoy diríamos, añado yo, que cultura es software y civilización, hardware.


Cuando trata de la evolución de la mente humana se tropieza con prácticas de vudú, brujería y magia que producían muertes a distancia. Por raro que nos parezca, es lo mismo que ocurre hoy con lo que Lersch (3) llama el shock aperceptivo que es lo que conocemos como alteraciones homeostáticas productoras de una muerte sin lesión debida al miedo.


Asombra observar que cuando trata del pensamiento del hombre primitivo hace, sin intención, un calco de lo que hoy se puede leer en los BLOGS de propaganda encubierta de los partidos políticos. Como cualquiera puede comprobar, se dirige ésta al hombre más primitivo que hay dentro de los personajes de nuestra sociedad. Se trata de un material diseñado para ser captado por “el cerebro antiguo” de los votantes.


Naturalmente no podía faltar el tratamiento de la evolución del cociente intelectual como resultado de la herencia y el efecto del medio (el yo y mi circunstancia orteguiano), y ello en contextos diversos como pueden ser las distintas razas o clases sociales, y los trastornos de la conducta.


Ya en la segunda parte estudia primero el sistema nervioso en sus tres vertientes de captador de señales, de integrador de las mismas y de eferente. En este último caso sin entrar en detalles de acciones activadoras e inhibidoras, se plantea la acción humana. Pero no  sin dejar claro antes que aquella captación de aferencias no se refiere sólo al medio externo al organismo, sino que incluso su medio interno entra en juego: resulta imprescindible para la homeostasis funcional.


Cuando habla de los cerebros electrónicos sale al paso de quienes pudieran creer que el futuro está en seguir desarrollándolos hasta conseguir que sean verdaderas prótesis del cerebro humano dado que el artificial es mucho más rápido que el natural. En una reciente conferencia, el académico A. Hernando Grande (4) decía que era tal la velocidad que se estaba consiguiendo para las CPU, que no merecía la pena aumentarla: el cuello de botella está en la incapacidad de las memorias para almacenar la cantidad de información que se les suministra a tan vertiginosas velocidades. Como resumen dirá nuestro autor: Los sistemas cibernéticos no piensan. Simplemente potencian la actividad intelectual de sus creadores, los hombres.


Nuestro sistema nervioso no se reduce a mera circuitería que trae, elabora y lleva mensajes. No sabemos cómo, pero en medio de ese proceso emerge una experiencia mental subjetiva en la que el sujeto que se posee a sí mismo se apropia interiormente de la realidad exterior. Y copio al pie de la letra: “Como cima, pues, de los niveles de subjetivación que han ido emergiendo en la evolución de las especies, surge la conciencia refleja del hombre, en la que culminan todas las estructuras psíquicas inferiores y de la cual es signo supremo la experiencia inteligente del yo”.


Sigue luego un capítulo sobre la percepción de la realidad ilustrado con variadas y simpáticas figuras para resaltar el carácter subjetivo o relativo de nuestras percepciones. No olvida el influjo que en ello tiene nuestra experiencia, nuestra personalidad, el influjo de la publicidad invisible, el aprendizaje onírico, la percepción extrasensorial o las drogas.


El capítulo dedicado al “Homo Sapiens” contrapone a los animales determinados por su instinto con el hombre que tiene que inventarse su vida. No es simplemente que sea libre: es que está obligado a ser libre. Para ello cuenta con su inteligencia, y nuestro autor la estudia y la mide. Para un cociente intelectual (C.I.) medio de 100, p.e George Washington tenía 140, Leonardo da Vinci 180 y Goethe 210. Se puede llegar a ser más inteligente cultivando la creatividad, cuyas técnicas están hoy al alcance de cualquiera. Propone al lector pruebas de inteligencia planteando distintos tipos de series con soluciones incluidas.

Que los animales tengan instinto no quiere decir que no hayan de arreglárselas de alguna manera para adaptarse y sobrevivir. Pero desde luego, no en la medida que lo hace el hombre. En éste, podría decirse que lo único estable en su vida es la variación, y si no, fijémonos en su historia desde el Neolítico hasta nuestros días. Por eso decía Ortega que el hombre, más que naturaleza, tiene historia.


Analiza así mismo los deseos, la motivación, las necesidades y las frustraciones. Naturalmente no podía faltar el estudio de Maslow (5) y su famosa pirámide de las necesidades, lo mismo que los mecanismos de defensa que usamos para intentar superar nuestras frustraciones. Aquí enlaza con el mundo de los sueños y las respectivas interpretaciones de Freud (6) (lo sexual) y Jung (7) (lo social).

El deseo es connatural al hombre al extremo de poder afirmar que quien no desea está muerto. Nuestros deseos, no obstante, son distintos de los de los animales. En estos, los deseos sirven sólo a su homeostasis, a su equilibrio fisiológico. “Los deseos del hombre, en cambio, no sólo son a menudo biológicamente superfluos, sino que pueden ser literalmente antibiológicos, esto es, deseos de muerte”. Por fin cierra el círculo de los deseos con la acción guiada por la libertad.


Otro capítulo muy interesante es el que dedica a los biotipos y la personalidad, en el que nos alerta del buen uso que ha de hacerse de la correlación que realmente existe entre estos dos ámbitos. Como se sabe, los biotipos clásicos son el leptosomático (alto y delgado), el pícnico (gordo y redondeado) y el intermedio, el atlético. El primero de ellos muestra tendencias de introversión, el segundo, de extroversión y en situación intermedia se situaría el tipo atlético. Tal como se insinúa, estas tendencias no son determinantes; son sólo eso, pura propensión. Lo que sí es más concluyente es la relación entre tipos somáticos y enfermedades mentales: parece que hay una fuerte asociación entre la esquizofrenia y la leptosomía, así como entre lo pícnico y la locura maniaco-depresiva.


El libro termina con un capítulo dedicado a la mente humana y el orden social. Los mayores solemos lamentarnos de la sociedad que dejamos en herencia a nuestros descendientes al constatar los males que acarrea. Curiosamente, nuestro autor nos tranquiliza insinuando que la cosa no es así, sino al revés: la sociedad no es expresión de la naturaleza humana, sino que aquella es una especie de gigantesca prensa que configura a los humanos.


La práctica de las dinámicas de grupo orientadas al ámbito de  la sociabilidad es el colofón de la obra. El autor se recrea en la descripción, por propia experiencia, de las famosas sesiones de los Grupos T (Training Groups)  que se desarrollaron en Bethel, Maine, al impulso de los discípulos y compañeros del famoso psicólogo alemán Kurt Lewin (8).




BIBLIOGRAFÍA DE LOS AUTORES MENCIONADOS

(no exhaustiva)


(1) J.L. Pinillos: Principios de psicología.

                          Psicología y psicohistoria.

2) P. G. Wodehouse: ¡Muy bien, Jeeves!

                   El código de los Wooster.

(3) P. Lersch: El rostro y el alma.

(4) A. Hernando Grande: Física de los materiales magnéticos.

(5) A. Maslow: Maslow on Management.

                Motivation and Personality.

(6) S. Freud: Nuevas aportaciones a la interpretación de los sueños.

(7) C. G. Jung: Sobre la interpretación de los sueños.

               Recuerdos, sueños y pensamientos.

(8) Kurt Lewin: Resolving social conflicts.     




NOTA

He subrayado lo que juzgo de mi cosecha.