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MEMORIA


La Vicepresidenta del Gobierno Dª Carmen Calvo ha anunciado que la Ley de Memoria histórica va a ser modificada en breve. A mí esta señora me cae bien dado lo mucho que sabe de Derecho Constitucional y lo firme que se produce a favor de la unidad de España.


Otra cosa es su ocurrencia de arreglar el Código Penal exigiendo a la chica a quien un menda cualquiera acosa sin testigos en un portal, que diga “si quiero” como si se estuviera casando delante del cura, a fin de que los jueces no tengan problemas de conciencia en su interpretación de la ley: Si dio el sí, no hay caso contra el menda, si dijo no, el menda lo tiene crudo, y si no dijo ni sí ni no, el tío también lo tiene crudo.


Lo que pasa es que el menda no va a ir al juez para alardear de su hazaña. Si va es porque la chica lo ha denunciado. Ella irá con el no y él con el sí, así que lo más seguro es que el juez va a telefonear a doña Carmen para preguntarle que qué hace. Así pues, todo resuelto.


Lo de la memoria histórica es una cuestión diferente. Parece que la ley que firmó R. Zapatero en 2007 se ha quedado corta o anticuada y eso hay que arreglarlo; todos estamos de acuerdo.


Hubo una vez un sabio que era el que más sabía de la memoria esa (se la sabía de memoria) que la explicaba como sigue. Había dos viejecitos sentados en un banco y uno le decía al otro: “Lo malo de la memoria histórica es que cada uno se acuerda de unas cosas distintas”. Y el otro le contesta: “estamos de acuerdo”. El sabio aquel se llamaba Antonio Mingote.


Hoy ya no está Mingote, muerto en abril de 2012, ni los viejecitos ni el banco. Lo que hay es una gran bancada entre los dos leones del Congreso ocupada por unos jóvenes historiadores de oído que son un calco del Frente Popular que en febrero de 1936 consiguió la mayoría de los escaños del Congreso de Diputados. Algún miembro significativo de algún partido integrante del presente frente ya ha dado fe, por si no nos acordábamos, de que en 1936 hubo mucho incendio.


En vista de ello la Vicepresidenta dice que creará la que llama Comisión de la Verdad, es decir, un ente que mirará por los cometimientos de verdades que haya. Su fundamento es (se espera), que así como la ley de 2007 se extiende sólo desde la guerra civil (1936-1939) hasta terminar el franquismo (1939-1975), ya que éste fue consecuencia de la guerra civil, el arreglo de la ley incluya lo que pasó en tiempos de la 2ª República que “gobernó” desde 1931 a 1939. La historia ha demostrado que ese “gobierno” fue realmente el causante de la guerra civil. Y si no, veamos.


Cuando el 14 de abril de 1931 se declara la República, ésta recibió el apoyo entusiasta de los intelectuales con más prestigio entonces. Marañón, Pérez de Ayala y Ortega y Gasset (después se incorporaría Antonio Machado) fundaron la Agrupación al Servicio de la República. El poeta Dionisio Ridruejo llegó a decir en su libro Escrito en España que “no se puede negar que, a la sazón, la minoría republicana disponía de los hombres más inteligentes”.


Pues bien, ya el 8-12-1931 (a los ocho meses de estrenarse la República), Ortega pronuncia el discurso titulado “Rectificación de la República” en el que termina pidiendo a los republicanos que no falseen la República. Y lo cerró con las memorables palabras “¡No es esto, no es esto!. La República es una cosa. El radicalismo es otra. Si no, al tiempo." … [… y el tiempo le dio la razón.]


Por su parte, Marañón, en enero de 1937, se expresaba así en una reunión habida en París con intelectuales franceses: “El ochenta y ocho por ciento del profesorado de Madrid, Valencia y Barcelona [las tres universidades que, junto a la de Murcia, habían quedado en manos de los republicanos] ha tenido que huir al extranjero, abandonar España, escapar a quien más pueda. ¿Y saben ustedes por qué? Sencillamente porque temían ser asesinados por los rojos, a pesar de que muchos de los intelectuales amenazados eran tenidos por hombres de izquierda.”


Obsérvese que dice los rojos, no los republicanos, que es como ahora se llama a aquellos. Él tuvo que huir a Francia para no correr igual suerte que Calvo Sotelo. Con estas dos citas, el alfa y la omega de la República se encierra el proceso de la imparable degradación de la República.


A los nueve meses de que Marañón tuviera que marcharse corriendo de Madrid se podía ver la Puerta de Alcalá de la capital, adornada con los grandes retratos de Stalin y sus amigos que llenaban los tres huecos centrales de sus arcadas. Un gran letrero aclaraba la situación. “VIVA LA U.R.S.S.”, daba a leer. Como se sabe, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas era la quintaesencia de la democracia. De todas las democracias populares. ¡Viva la democracia popular en estado puro, y no la esperpéntica democracia orgánica del franquismo!


Mucho trabajo va a tener doña Carmen Calvo a propósito de su famosa Comisión de la verdad, porque ¡cuidado que hubo cometimiento de verdades por parte de la República entre 1931 y 1939! Pero, sobre todo, va a tener un serio problema con su vecino, el sevillano Antonio Machado. Miren si no, lo que escribió éste en uno de sus Proverbios y cantares:


¿Tú verdad? no, la verdad;

y ven conmigo a buscarla.

La tuya guárdatela.