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Según nos dice Heliodoro Carpintero en su libro A. Machado en su vivir, el miércoles 1 de mayo de 1907 llega A. Machado a Soria para ejercer de profesor de francés en el Instituto. El mismo en el que yo hice mi Bachillerato y que hoy lleva su nombre.


Para ser profesor de francés entonces no se precisaba titulación universitaria: se presentó a la oposición y la ganó. Sólo sería bastante más tarde cuando, para salir de Baeza, y aceptando el reto de sus competidores hizo por libre la carrera de filosofía a fin de ganar nuevas oposiciones entonces. La probidad de D. Francisco Giner de los Ríos libró a A. Machado de un trato de favor que su hermano Manuel, desbordante de amor fraterno, intentó procurarle.


Bien, A. Machado ya está en Soria. Y qué equipaje trae? Su equipaje siempre fue liviano a bordo de la peripecia humana:

                ... me encontrareis ... ligero de equipaje,

                casi desnudo, como los hijos de la mar.


nos dice al final de su poema Retrato que encabeza el libro Campos de Castilla.


Ligero de equipaje y de todo lo superfluo, hasta de su propio y descuidado atuendo: Don Antonio Manchado le llamaban sus alumnos. Supongo que su sencillez y austeridad tenían que ver con la Institución Libre de Enseñanza en que se educó. Siempre recordaré con qué admiración comentaba mi padre la conducta modélica que se apreciaba en las estancias veraniegas de los alumnos de D. Francisco Giner de los Ríos cuando acudían a La Revilla, al lado de S. Vicente de la Barquera donde yo viví de niño.


El afecto de A. Machado por el maestro, cualquiera que ejerciera como tal, incluyendo a D. Francisco y a sí mismo que lo fue tanto en el aula como en sus escritos pedagógicos, como dije antes, queda bellamente plasmado en su poema Recuerdo infantil, de su libro Soledades:


                Con timbre sonoro y hueco

                truena el maestro, un anciano

                mal vestido, enjuto y seco,

                que lleva un libro en la mano


Su aversión a lo innecesario alcanzó a su estética literaria. Termina su prólogo a Páginas escogidas, de esta manera:

... Creo que el valor relativo de mi obra es haber contribuido a la poda de ramas superfluas en el árbol de la lírica española ...


Entre lo innecesario cuenta A. Machado a la metáfora. Lo puede apreciar el lector y lo explican así el académico Gregorio Salvador y el poeta Luís Felipe Vivanco. Dice el primero: El adjetivo vale más que la metáfora, porque mientras ésta se queda "en una forma leve de la composición", según Quintiliano, el adjetivo, tal como lo usa A. Machado es una auténtica definición, no una similitud: es una identificación absoluta con la cosa.


Aquí no puedo evitar una confesión personal. A mí siempre me ha gustado la poesía de A. Machado como la que más, pero cuando escribí mi soneto Valonsadero en primavera no conocía la anterior precisión. Quiero destacar la función del adjetivo horizontal en el contexto del primer cuarteto cuando quiero dar a entender que me voy a tumbar al sol al resguardo de una roca:


                Entre el norte y el sol, granito pardo.

                Mi cuerpo horizontal en primavera

                a saciarse de luz antes que muera

                se va cabe la roca y junto al cardo.


Luis Felipe Vivanco añadirá que la metáfora es un elemento perturbador de la intimidad. Todo esto no quiere decir que A. Machado no la usara nunca. Véase este ejemplo bellísimo tomado de Campos de Soria, VIII:


                álamos que seréis mañana liras

                del viento perfumado en primavera.


En la maleta de A. Machado siempre habrá un espejo donde guardar recuerdos. En su poema Parergon dedicado a Unamuno, nos dice:


                Como el oro en el arca del avaro,

                pensó que guardaría

                todo un ayer en el espejo claro.


Espejo que no perderán nunca de vista sus ojos penetrantes, introspectivos al tiempo que escrutadores. En sus Proverbios y Cantares dedicados a Ortega, nos deja este mensaje de alteridad que es una constante en la vida y en la obra de A. Machado:


                Los ojos por que suspiras,

                sábelo bien,

                los ojos en que te miras

                son ojos porque te ven.


En esta ocasión pareciera que el complementario a que nos tiene acostumbrados A. Machado es Isidoro Martínez, su primer patrón en Soria y tío de Leonor. Existía un clima de alboroto y, por qué no decirlo, de desaprobación, desatado en Soria (se lo tengo oído a mi madre que entonces era aún más niña que Leonor pero que estaría impregnada del ambiente) por causa de la relación y boda de nuestro poeta con Leonor, menor de edad. El tío de la novia interpela así a A. Machado la víspera de la boda: "No olvide V. que mi sobrina es una niña". Y el poeta, sereno y grave respondió: "Lo sé y no lo olvido". Y a fe que hizo honor a sus palabras!

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