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SORIA, TIERRA DE POESÍA.

Antonio Machado y Soria

Aunque A. Machado es de hace dos siglos, por compresión, es como si fuera de hace uno. Si además nos comprimimos a nosotros mismos, llegamos a que A. Machado es de antes de ayer, es decir, como si nosotros y nuestra gente próxima pudiéramos alcanzarlo con la mano.

Mi monitor de juventud, Miguel Moreno fue el último pupilo de Isabel Cuevas, la madre de Leonorcita y patrona de A. Machado al tiempo que su suegra poco después. Es este Miguel Moreno un trasunto de José Palacio, el que fuera tan buen amigo de A. Machado en lo personal y en el quehacer periodístico; Palacio estaba, además, casado con una prima de Leonor.

Mi padre, que había tenido como profesor suplente en la Escuela Normal a Palacio, recordaba de él, en sus últimos años, que había sido un mal profesor. No le venía a la memoria su nombre: lo llamaba "el buen amigo".

El abuelo de mi amigo Antonio Cuevas fue el padrino de boda de A. Machado y Leonor, y así podría seguir las concomitancias. No me voy a extender mucho en ellas. Sólo lo justo.

Pero no dejaré pasar la ocasión de recordar que en este mi empeño de traer a colación a los poetas que tuvieron que ver con Soria, estuvo Becquer en mi última consideración. Y es sorprendente la serie de circunstancias que acercan a los dos poetas y a estos con Soria.

Becquer inspiró a A. Machado; naturalmente no fue el único. Cada uno en su momento, y a su manera, también influyeron Rubén Darío, Verlain, Baudelaire, J. R. Jiménez y Unamuno.

Me voy a referir a dos detalles que muestran la devoción de A. Machado por Becquer. Ambos pormenores son invención de nuestro poeta que nos deja, por tanto, en suspensión de si hemos de creerle o no. Pero como sabemos por otra parte que sus complementarios y apócrifos no son más que un recurso para decirnos lo que él siente, puesto en boca de terceros de forma verosímil, concluimos estar en el buen camino creyéndole a pies juntillas.

El primero de ellos queda plasmado en su Cancionero apócrifo donde toma muestras de unos cuantos poetas que pudieron existir (él mismo simula ser uno de ellos). Esta técnica, por cierto, tomada de Shakespeare, se basa en la convicción de que para crear poesía lo primero que ha de crearse es el poeta que la invente y la diga.

La muestra número 7 destaca al poeta Tiburcio Rodrigálvarez, nacido en Almazán en 1838 y muerto en Soria en 1908. A. Machado nunca escribe a humo de pajas; sabe que el apellido Rodrigálvarez (como el de mi primo Paco, de Arcos de Jalón) es propio del sur de la provincia de Soria y del norte de la de Guadalajara.

Pues bien, de ese poeta simulado dice: Fue amigo de Gustavo Adolfo Becquer de quien conservó siempre grato y vivo recuerdo. Las estrofas que siguen, dice A. Machado, fueron leídas por su autor, que poseía también algunos autógrafos de Becquer.

                Era la mayor Clotilde,

                rubia como la candela;

                era la más pequeñita

                Inés, como el pan, morena.

                Una tarde de verano

                se partieron de la aldea:

                salieron a un prado verde,

                posaron sobre la hierba.


¿No son estas dos muchachas un remedo de Marta y Magdalena, las hermanas protagonistas de la bequeriana leyenda El Gnomo? ¿O de la Rima XI que muestra la pugna amorosa de una rubia y una morena con un sueño?


Los autógrafos de Becquer antes mencionados me llevan al segundo detalle que quería destacar. Está éste expresado por Manuel Alvar como extraído de la página 123 de los Complementarios, y dice así: "Conocí en Soria (1908) a un Sr. Noya, que fue el segundo marido de la madre de la mujer de Becquer. Este Sr. Noya me regaló, como presente de bodas, dos autógrafos de Becquer, dos composiciones inéditas que seguramente Becquer no hubiera publicado. Yo las quemé en memoria y en honor del divino Gustavo Adolfo".


Ambos, Becquer y A. Machado, como se sabe, eran sevillanos. Los dos estuvieron muy ligados a sus hermanos mayores: Valeriano Becquer, el pintor, y Manuel Machado el también poeta y dramaturgo. Sabido es que los dos hermanos Machado escribieron juntos teatro. Tanto Becquer como A. Machado escribieron en prosa y en verso, aunque hay que señalar que la prosa del primero era más bien descriptiva y poética, y la de A. Machado era profunda y pedagógica o filosófica. Recordemos las becquerianas Cartas desde mi celda y el Juan de Mairena en el Cancionero Apócrifo de A. Machado.


Los dos ejercieron el periodismo: A. Machado hizo de corresponsal en París para el diario soriano El Porvenir Castellano que él mismo había fundado con su contertulio y amigo J. Palacio como director.


Ambos poetas tomaron esposa soriana: Becquer, a Casta, de Torrubia de Soria, y Machado a Leonor, de Almenar. Y más sorprendente aún: ambos pueblos distan uno del otro no más de 15 kilómetros.

               

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