QUIÉN hay detrás

QUÉ hay detrás

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Título: EL SIGLO DE LAS LUCES.

Autor: Alejo Carpentier (Premio Cervantes 1977).

Edita. El País, Clásicos españoles. 554 páginas.





En mis andanzas por los aledaños de la sala de lectura de la Biblioteca Nacional no me había encontrado con el retrato de nuestro autor en toda la galería que reúne a los Premios Cervantes. Me ha bastado con leer esta su obra para colocarlo  mentalmente allá en un lugar de privilegio.


Esta obra suya es una novela histórica que abarca, en números redondos, una extensión temporal de veintitantos años, los comprendidos entre el inicio de la Revolución Francesa, y el arranque de la Guerra de la Independencia española contra la invasión napoleónica. Esto, en cuanto al tiempo; por lo que al espacio se refiere, sus límites quedan establecidos en Francia, España y, extensamente, a los países caribeños: colonias inglesas, francesas, holandesas y españolas.


Es, ciertamente, un novela compuesta con gran habilidad sobre personajes tan próximos a la  realidad que muchas de sus facetas son realmente históricas. Me refiero a las que son relevantes en la obra, porque las secundarias, sí pueden ser ficticias. Los personajes importantes son sólo tres: El protagonista Víctor Hughues al que, sin querer, en mi lectura me sonaba siempre a Víctor Hugo. La coprotagonista, Sofía (su hermano Carlos es un personaje intencionadamente desdibujado), y el antagonista Esteban.


El texto es rigurosamente histórico aunque las notas historiográficas están ausentes, seguramente por voluntad intencionada del autor a fin de dar una mayor apariencia novelada a su obra. Lo insinúa al final cuando escribe “ACERCA DE LA HISTORICIDAD DE VÍCTOR HUGUES”.


Que esto debe ser así me quedó claro en cuanto vi aparecer nombres que resultaban especulares en la obra de Pedro J. Ramírez El primer naufragio donde sí había sobreabundancia de referencias históricas solventes y cruzadas: Dantón; El Incorruptible; la guillotina; el Amigo del Pueblo; Saint Just; los Jacobinos; los Girondinos; la fuga del rey y su arresto en Varennes; el periodista Guzmán, amigo de Marat; Brissot; Billaud-Varenne; Collot D´Erbois, etc. etc.


La obra resulta una historia de gran valor por su originalidad. La Revolución Francesa siempre se ve como cuestión francesa y, como mucho, algo belga y un tanto austriaca. Aquí también ocurre lo que pasa siempre y en todas partes con ocasión de serios problemas internos en un país: Hay que buscar el pretexto de enemigos exteriores a los que hay que combatir concitando esfuerzos interiores que aglutinen al personal entorno a los que manejan el cotarro.


Nuestro autor, sin embargo, ha tenido la habilidad de dar cuerpo a su obra añadiendo resonancias españolas, inglesas, norteamericanas y, sobre todo, de la América hispana. Por otro lado, el fervor revolucionario no sólo tuvo que ver con guillotinas (exportadas a las colonias francesas de América: Guayana, Haití, Martinica, Guadalupe), sino con la masonería, el tráfico afroamericano de los negreros, las deportaciones masivas de los metropolitanos no adictos, los piratas ladrones del Caribe, la manumisión de negros que alimentaban luego la guillotina cuando una vez libres y con derechos, pretendían ejercer el de no trabajar…


La verdad es que los personajes importantes hablan poco, justo lo imprescindible. Quien se explica de maravilla es nuestro autor. Ya por la boca contenida del antagonista, ya, y sobre todo, por el relato de la ensoñación de éste. O mediante el desarrollo de las intimidades, afanes o proyectos de los dos protagonistas.


Con todo ello nos brinda Carpentier unos retratos sicológicos de los personajes con el valor añadido de lo dinámico: de su evolución con el tiempo. Una prolongada ausencia de la escena nos devuelve al antiguo personaje como al nuevo que es ahora sin que el lector tenga reparo en admitir que el tiempo que ha pasado ha dejado su huella.


Y por fin, una nota de gran valor a favor de nuestro autor: es una elegante, rica y vistosa enciclopedia de saberes. No sé si será fruto del contagio con enciclopedistas. Todo sobresale en el libro: teología, geografía, historia, arte de navegar, la instrumentación científica y cosmológica, la historia natural (ictiología, estomatología, ornitología), prehistoria, literatura grecolatina y castellana, arquitectura, política, religión, la práctica culinaria, la enología, la masonería y la filantropía, la vegetación, la Biblia, la música (recuérdese el concierto de clarinete de Mozart en relación con la masonería).


Lo único que he lamentado a la hora de leer el libro es no haber tenido a mano el diccionario de la RAE a fin de descubrir el significado de términos del español para mí desconocidos y en tal abundancia que merecen una nómina completa más bien que la pobre y menguada relación que me voy a permitir ofrecer a continuación. Relación que no evidencia otra cosa que mi maestría en ignorancia de la lengua que tanto quiero.


Deduzco la autenticidad del, para mí, nuevo léxico por el simple hecho de haber podido anotar dos nombres que hoy resultan poco comunes en nuestro idioma y que sí eran de uso corriente cuando mis años de infancia en puerto de mar. Ambos están avalados por el hecho de que toda la obra de Carpentier que comento está mojada en las aguas del Caribe donde se asientan las once mil islas, vírgenes o no que, ancladas unas veces y transportadas otras en los tifones que las barren, dan asiento a todo género de aventuras, heroísmos y vilezas.


Los dos nombres son muergo y tonina.


Llamábamos muergo al molusco conocido como navaja; en mis tiempos se sacaba de la arena de la playa metiendo en el agujero que lo delataba, una varilla de paraguas de aquellas que el lañador-paragüero apartaba como de arreglo imposible.


Tolina era como llamábamos a la tonina; era un cetáceo excesivo para nuestra bahía en la que ocasionalmente se colaba por despiste para quedar al final emplayado en ella y capturado; parecía un bonito  muy grande, pero resulta ser una variedad de delfín. Al día siguiente de su captura todo el pueblo comía su rica carne roja.


Aquí va, en dos partes, la nómina prometida. En la primera de ellas están solamente 28 palabras para mí desconocidas, que me dan pretexto para invitar al lector a que participe de mi misma curiosidad y consulte el diccionario; están puestas en orden según aparecen en la lectura. Muchas de ellas son de uso americano. Algunas no figuran en el DRAE pero sí en otros diccionarios.


La segunda parte contiene tan sólo ocho fonemas derivativos que, naturalmente, no están todos en el diccionario, pero que me encantan como muestra de algo que a mí me gusta hacer cuando escribo: derivar palabras plausibles, verosímiles, legales y biensonantes; eufónicas, en definitiva.