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ITER


Título: TRES SABIOS PARA REINVENTAR LA ENERGÍA

Autores de las entrevistas: Carlos Manuel Sánchez, a Vaclav Smil (checo-canadiense Profesor científico en la Universidad de Manitova). Ana Tagarro, a William Nordhaus (Dr. En Economía por el MIT y Premio Nobel 2018). El propio Bill Gates (cofundador de Microsoft).

Edita: Especial XL Semanal del diario ABC, 6-12 de junio de 2021.


Se incluye, además, un estupendo resumen en 8 breves capítulos titulado “Historia de la energía”, y otro, en 10, bajo el título “Todo sobre el hidrógeno”. No aparece el autor de ellos y yo apuesto por el nombre del académico Sánchez Ron.



Han transcurrido doce años desde que pronuncié (diciembre de 2009) en el Ateneo de Madrid mi conferencia que titulé LOS LÍMITES DEL CRECIMIENTO EN EL UMBRAL DE UN NUEVO PARADIGMA. Está inspirada, fundamentalmente, en la lectura de estos libros: LOS LÍMITES DEL CRECIMIENTO, 30 AÑOS DESPUÉS, de Dennis Meadows; PARA SALIR DE LA CRISIS GLOBAL. ANÁLISIS Y SOLUCIONES, de Ramón Tamames; LA PRIMERA REVOLUCIÓN MUNDIAL, de Alexander King y LA SOCIEDAD MADURA de Dennis Gabor.


Ahora tenía curiosidad por ver a través de estos tres nuevos sabios cuánto había progresado la humanidad en estas materias asociadas al crecimiento. Desgraciadamente he podido comprobar que seguimos creciendo hacia peor, como era de esperar, visto que nadie toma el toro por los cuernos, es decir que a nadie le interesa ir al fondo de la cuestión.


Detrás del libro de Meadows está el soporte de 300 ecuaciones que modelizan el comportamiento de la humanidad según datos reales. Resume el trabajo que hizo el MIT a petición del Club de Roma de A. Peccei, para llegar a este par de conclusiones básicas (aparte de otras muchas, de ellas derivadas):


Representan el supuesto de que los propietarios del capital seguirán tratando de incrementar su riqueza por tiempo indefinido y de que los consumidores siempre desearán incrementar su consumo.


La huella ecológica de la sociedad mundial ha sobrepasado la capacidad de abastecimiento de la tierra. Nos hemos extralimitado en un 20%.


Reacciones que se citan en el mismo libro de Meadows:

-Acuñada por Exon Mobile en 2002: “En 1972 el Club de Roma publicó Los límites del crecimiento que ponía en tela de juicio  la sostenibilidad del crecimiento de la economía y de la población … El Club de Roma se equivocó”.


-Del Presidente G. Bush senior en 1992: “Hace 20 años algunos hablaban de límites del crecimiento. Pero ahora sabemos que el crecimiento es el motor del cambio. El crecimiento es amigo del medio ambiente”.

¡¡Voilà!!

Según Dennis Gabor (Nobel de Física e inventor de la holografía), “El crecimiento exponencial hasta el infinito sólo se da en las matemáticas, no en la vida real. En ésta, un tal crecimiento, o se adapta oscilantemente a un límite, o se colapsa. Con esta visión tenemos una idea de lo que nos puede pasar en la tierra si seguimos creciendo”.

Veamos ahora lo que nos dicen los tres sabios de la energía. Están de acuerdo en que frenar el cambio climático es urgente. Por lo que dicen, también se ve que están de acuerdo en que el crecimiento no tiene nada que ver con dicho cambio: lo que sí hay que modificar es el uso que hacemos de la energía. Parecen concluir que, con energías limpias podremos crecer indefinidamente.

A menos que inventemos una energía milagrosa, tendremos que reducir deliberadamente nuestro nivel de vida. Es imposible que todos los habitantes del planeta vivan como los de un barrio de Los Ángeles. Nuestra esperanza pasa por percatarnos de lo derrochadores que somos. (Vaclav Smil).

Pero si damos con ese milagro, ¡A seguir creciendo! Es cierto que somos derrochadores: de energía y de todo lo demás. Pero sobre todo, somos crecimientistas: crecemos en derroche.

Por mucho que se empeñe Bill Gates en promocionar una nueva generación de centrales nucleares más seguras, ya nadie las quiere Zanja Smil, después de considerar los accidentes de Chernóbil (1986) y Fukushima (2011).

El texto del XL semanal padece de ciertas incongruencias: Se descartan las más modernas centrales nucleares de fisión y no se menciona la fusión nuclear que es, según los expertos ITER mucho más segura.


Del hidrógeno, en cambio, se hace toda clase de elogios como combustible del futuro, aunque se menciona la explosión del zepelín Hindenburg en Lakehurst, (causada por la electricidad estática durante una tormenta, a aeronave varada) cerca de Newark (estado de New Jersey, 1937). Allí murió un tercio de las 108 personas que iban a bordo, pero ahora se blanquea el hidrógeno diciendo que fue el que nos llevó a la luna (20-7-1969). Se oculta, sin embargo, que el 28-1-1986 se produjo en el estado de Florida otra tremenda catástrofe auspiciada por el hidrógeno, a partir de un fallo mecánico: fue con ocasión del lanzamiento del transbordador espacial Challanger en el que murieron los siete astronautas que iban a bordo.


La pregunta inmediata es: ¿Qué podemos esperar de un hidrógeno tan peligroso y de uso tan extensivo como pudiera ser a lo largo de toda una era y a lo ancho de todo el mundo. Y tratado con una esperanza tan firme y tan capaz de minimizar los riesgos que esconde?


La incoherencia del Nobel William Nordhaus:

Hay buen crecimiento y mal crecimiento. Parte del crecimiento son nuestros sistemas educativos y sanitarios, y eso es bueno y es lo que me gustaría ver. No me gusta ver la cantidad de basura que tenemos alrededor, No tenemos que producir tanto desperdicio, es cierto, pero decir que tenemos que dejar de crecer es una propuesta vacía.

De acuerdo con lo de los dos crecimientos. El bueno es el que yo llamaba crecimiento desmateriaizado que se sustancia en el desarrollo de las facultades más valiosas que posee el ser humano. El Nobel no se da cuenta de que producimos tanto desperdicio porque producimos más de lo que necesitamos, y ello porque ya hay quien se encarga de producirnos nuevas necesidades ficticias que, al final, ya se ve que no conducen más que a la insatisfacción, al desperdicio, al deterioro de nuestro entorno y al cambio climático. Eso es el mal crecimiento. Y continua nuestro Nobel:

Yo creo que comprarme un nuevo par de zapatos o una camisa y meterla en el armario no va a hacer mucho daño. Son cosas mínimas.

Espero que esas compras que hace nuestro Nobel sean debidas al mantenimiento de su “quita y pon” y no a su necesidad de comprarse tres pares de zapatos distintos, según dicta la moda, cada quince días. Vean lo que decía su colega Nobel en 1974 en La sociedad madura:

El ahorro sería incluso mayor tan sólo con que hiciéramos los bienes de consumo más duraderos y frenásemos un poco los cambios de la moda que he calculado representa una cuarta parte del esfuerzo industrial.

Pero claro, luego van y nos dicen: Es que si ahorramos, ¿de que van a vivir los que fabrican moda?

La respuesta nos la da el propio entorno inclusivo, progresista y globalizante que disfrutamos: ¡de dar satisfacción a las necesidades reales que hay por ahí y no a las ficticias que hay por aquí!


Pondré otro ejemplo de moda distinto que, esta vez, viene de la mano de Vaclav Smil:

Podemos reducir mucho la huella de carbono comprando coches más pequeños y no todoterrenos y SUV de dos toneladas.

Me decía un colega, gran preboste de la industria de la automoción cuando los SUB se veían en el horizonte pero todavía no tenían ni nombre: “Es que van a ser muy útiles para ir a tomar el aperitivo a los Campos Elíseos”. Tenía y espero que siga teniendo, un sentido del humor insaciable.


Una muestra de la ingenuidad de W. Nordhaus:

Mi club climático es un grupo de naciones que tienen ciertas obligaciones y ciertos beneficios. En este club aceptas un precio mínimo del carbono y, si no lo aplicas, tienes penalizaciones. Esto es diferente a todos los acuerdos firmados hasta ahora [Kioto, Copenague, París] porque es el único en el que hay consecuencias.

El Nobel piensa que alguien va a instar a un club cuyo objetivo es sufrir dolor de cabeza. Por otra parte, lo del precio del carbono y consecuente mercado de los derechos de emisión es una pura filfa además de un disparate. Me quedo con la visión realista de Bill Gates:

El clima viene a ser como una bañera que poco a poco está llenándose de agua. Incluso si reducimos el flujo de agua a un goteo, la bañera terminará por llenarse del todo e irá encharcando el suelo. Para evitar que las temperaturas sigan en ascenso, para evitar el desastre, tenemos que cerrar el grifo del todo. Tenemos que poner fin a las emisiones, reducirlas a cero.

Para terminar, volveré al principio, cuando citaba al Nobel D. Gabor con estas palabras:

El crecimiento exponencial hasta el infinito sólo se da en las matemáticas, no en la vida real. En ésta, un tal crecimiento, o se adapta oscilantemente a un límite, o se colapsa.

Hay que entender esa adaptación a un límite oscilante como lo que ahora se llama transición. Y yo completo como transición a una estabilidad y no a una nueva forma de crecimiento. Y añado la aclaración que nos brinda D. Meadows al final de su ya referido libro:

La sostenibilidad se contempla como un mundo al que hay que aspirar, no a regañadientes, sino con alegría, no con espíritu de sacrificio, sino de aventura. Un mundo sostenible podría ser mucho mejor que el mundo en que vivimos hoy.

Un estado sostenible no sería una sociedad de desencanto y estancamiento, desempleo y quiebra que experimentan los sistemas económicos actuales cuando se interrumpe su crecimiento.

Una transición deliberada a la sostenibilidad se produciría con lentitud suficiente y con bastante tiempo de preaviso para que las personas y las empresas pudieran encontrar su sitio en la nueva economía.