Cayó en mis manos este libro rebotado de alguien que lo compró y luego decidió no leerlo (no sé por qué). A primera vista me interesó mucho dadas las dos partes de su título: la primera era anuncio de divertimiento y la segunda me recordó a Lichtenberg cuyos Aforismos había leído con verdadera fruición hacía tiempo (por cierto, el presente libro tiene entre sus 565 citas, una del autor alemán).

El libro empieza de manera desenfadada, ágil y entretenida, con la original particularidad (que conserva hasta el final) de ayudar a reflexionar al lector proponiéndole unas adivinanzas. Adivinanzas que suelen tener la forma de test psicotécnico para mayor cachondeo.

Sin embargo, cada vez que tomaba el libro para continuar su lectura, notaba que la ilustración de su portada me resultaba más repulsiva: muestra, en picado, la caricatura de un tonto embrutecido. El diseño en picado exagerado, tan del gusto de la época presente (del mal gusto, habría que decir) ayuda al mediocre diseñador a decidirse por el tonto más socorrido de entre los miles de tipos que la taxonomía de la estupidez tiene sistematizada, tal como muestra el propio texto del libro. En fin, una pretendida gracia se convierte en una humillación gratuita.

El título no deja de recordarme las inocentes pintadas que los críos de mi tiempo dejaban en cualquier sitio donde se podía leer: tonto el que lo lea.

Lo que está fuera de duda es el sentido del humor de nuestro autor que se manifiesta continuamente por su faceta típica: la de reírse de sí mismo. Así, afina mucho más que Gracián cuando lo cita en su afirmación de que “Tontos son todos los que lo parecen, y al menos la mitad de los que no lo parecen”. Ponte está seguro de la cantidad exacta de imbéciles que hay en el universo mundo puesto que está en contacto con su editor que le tiene al corriente de cuántos de sus libros se están vendiendo.

Lo que también está claro es que Ponte es un erudito, un investigador: leyendo la bibliografía del libro se ve que ha saqueado (lo dice él) a 216 autores. Por si alguien duda del carácter investigatorio de su obra, cita la conocida cita que reza: “Quien copia a un autor es un plagiario, pero si copia a muchos, es un investigador”.

Por hacer referencia a alguno de los más notables saqueados, recordaré a Aristófanes, Boole -ya saben, el del álgebra de idem-, Cervantes, Galileo, Einstein, Goethe … Los menos notables son legión, Peter incluido (ver su “Principio” entre mis reseñas de “libros leidos”).

Dice nuestro autor que no ha pretendido hacer un diccionario de la estupidez, lo que podría ser un “tontario”, que de esos ya hay muchos escritos, y cita el diccionario francés de la “Betisse”, que es cosa que me recuerda lo que digo en el preámbulo de mis “Greguerías, lindezas y primores” según lo que cuenta Freud: Había en el lugar un tipo con fama de estúpido redomado al que Freud sólo conocía de referencia, hasta que en una ocasión tuvo que hacer un viaje con él enfrentándolo tête a bêtte (según relata Don Sigmundo, hay que suponer que Freud se reservaba la tête para sí mismo y la bêtte para el otro).

El principio de Peter y su corolario, tan señalados por nuestro autor, tienen plena vigencia en los tiempos modernos de la sacrosanta democracia. Y es que hay que desconfiar de los elegidos (no tanto de los elegidos de los dioses, cuanto de los elegidos de las masas humanas). Los elegidos para gobernar en democracia no son los mejores para gobernar, sino los mejores para ser elegidos (Peter dixit).

El guía intelectual de Ponte es el inefable economista Carlo María Cipolla que, ¡vaya con el nombrecito para tratar de los gilipollas y sus gilipolleces! (ver el DRAE). Veamos su gráfico cartesiano (pág. 75) en el que:

Las coordenadas negativas suponen perjuicio y las positivas, beneficio (ambos derivados de las acciones de alguien). Las ordenadas (positivas o negativas), se refieren a los otros, y las abscisas (también positivas o negativas), se refieren a uno mismo.

En estas condiciones, los cuatro cuadrantes se distribuyen así:

1er cuadrante: el de los inteligentes, que producen beneficio para sí y para los otros.

2º: el de los incautos, que benefician a otros en perjuicio suyo.

3º: hábitat de los estúpidos que se perjudican a sí mismo y a los demás.

4º: Es el lugar de los bandidos que se benefician perjudicando a otros.

Estoy de acuerdo con la línea de equilibrio, la de suma cero: la bisectriz de los cuadrantes segundo y cuarto es el lugar geométrico de la igualdad de beneficios y perjuicios.

Sin embargo, cuando nuestro autor dice: “Además, está el semiplano cartesiano donde se encuentran los juegos de suma positiva y el otro donde se encuentran los de suma negativa”, debería haber dicho: “Además, está el tercer cuadrante, el de los estúpidos redomados, los que con sus acciones se perjudican a sí mismos y a los demás. Es el hábitat natural de quienes son tan estúpidos que están dispuestos a quedarse ciegos con tal de que el otro se quede tuerto. Es el lugar de los juegos de suma negativa. Análogamente, el 1er cuadrante es el lugar de los juegos de suma positiva”.


QUIÉN hay detrás

QUÉ hay detrás

INICIO

    Pgs.  1    2

Título: EL QUE NO LEA ESTE LIBRO ES UN IMBÉCIL; LOS MISTERIOS DE LA ESTUPIDEZ A TRAVÉS DE 565 CITAS.

Autor: Oliverio Ponte di Pino.

EDITORIAL: Taurus, 2000.

329 págs.


                                                                                                                                     SIGUIENTE

PAG. 1 / 2