GRACIÁN

     

RECONSTRUCCIONES



    Hace ya bastante tiempo que empecé, por curiosidad, a leer la obra de Gracián. Inmediatamente me di cuenta de lo difícil que es de comprender. No me desanimé por ello y seguí. Al paso siguente vi que la dificultad no estaba tanto en los conceptos cuanto en la forma de expresarlos. Eran estos alcanzables pero profundos: además, estaban sepultados por la literatura.


     Por la literatura conceptista. Todos hemos estudiado que nuestro Barroco del Siglo de Oro presentaba dos tendencias, la conceptista y  la culterana. Se nos decía que el representante de ésta era Góngora, y el de la conceptista, Quevedo. A veces se concedía que Gracián acompañaba a este último en su expresión conceptista.


     Y así es. No sólo de hecho, sino de intención. A medida que se le lee, uno se da cuenta de que las formas de Gracián no es que simplemente estuvieran determinadas por la moda: es que eran intencionadas; en más de una ocasión da a entender que es preferible ser admirado que entendido.


     Más recientemente estaba yo preparando una conferencia sobre Gerardo Diego y Soria cuando inevitablemente hube de entrar en el jardín de nuestros poetas de la Generación del 27, la que celebró el tercer centenario de la muerte de Góngora. Así me enteré, al menos, de un par de cosas:


-     Que Quevedo fue conceptista en prosa (La vida de Marco Bruto), pero tan culterano en verso como Góngora, al extremo que, según insinúa Gerardo Diego, hay poemas cuya autoría, de no conocerse, sería difícil de asignar a uno o a otro.

-     Que tan enrevesada (a la par que bella) era la obra de Góngora (sólo poeta), que Dámaso Alonso se decidió a escribir una traducción de lo más significativo del poeta cordobés, esto es, sus Soledades.

     

     En mi conferencia aludida explico lo de la traducción: “ … acompañadas de una traducción en prosa de las mismas. Con propiedad se puede llamar traducción, pues es como tratar un texto latino que ha de ser ordenado e interpretado”.


     Yo, que soy bastante aficionado a las interpretaciones, me había ejercitado ya en algo parecido con el erasmiano Elogio de la locura. Titulé ese ejercicio Cuidado con la frontera y en él no necesité hacer ninguna traducción: la encantadora obra de Erasmo no la necesita porque es transparente a la vez que divertida.


     Pero sí me apetecía incorporar mi experiencia a lo que Erasmo expresaba con más belleza y sabiduría que las que yo pudiera aportar. Por cierto que, así como en toda la obra la protagonista es la locura que se expresa siempre en primera persona, Gracián (más de cien años después) hace algo muy semejante cuando en El Discreto trata de la Galantería.

     

     Creo que con estos antecedentes queda explicado mi atrevimiento al escribir estas Reconstrucciones. Naturalmente no voy a entrar en toda la obra de Gracián: sólo modestamente, y nada menos, en su Oráculo Manual y Arte de Prudencia, y seguramente no saldré por su final.


     Quizá sea Gracián uno de nuestros escritores más y mejor estudiado y analizado por eruditos, críticos, estudiosos y especialistas españoles y extranjeros. Naturalmente yo no pretendo competir con ellos, pero sí aportar mi visión personal a riesgo de equivocarme unas veces y de inventar lo que otros inventaron antes sin yo haberlo sabido.

     

     Yo he de trocar la veneración que de mí espera Gracián, en libertad de interpretación cuando no vea las cosas claras. Es mi única reacción posible a lo que dice en su Oráculo 3: “El no declararse luego suspende, y con su misma arcanidad provoca la veneración. Aún en el darse a entender se ha de huir la llaneza”.


     Mientras no haga anotaciones bibliográficas ha de entenderse que lo que digo es de mi cosecha y bajo mi responsabilidad. Haré uso frecuente del Diccionario de Autoridades que es una verdadera maravilla de nuestra lengua. Puede que ya exista algo parecido a lo que ahora emprendo, pero ni lo conozco, ni va a ser igual en caso de existir: la experiencia personal es única.


     Por el contrario, sí conozco tres enfoques diferentes en relación con la obra graciana, y todos excelentemente desarrollados:


-     El texto original con anotaciones bibliográficas.

-     Alguna traducción abreviada al español actual, sin más explicaciones.

-     El trabajo de eruditos que se adentran en especialidades y particulares sutilezas de la obra.


     Por último tengo que explicar lo de las Reconstrucciones que va en el título. He observado que muchos de los Oráculos son resumen a escala 1/10 de capítulos (Realces) de El Discreto, desarrollo de ideas tomadas de los Primores de El Héroe, o de El Criticón, etc.


     Esa observación me ha llevado a la idea de reconstruir el material original pero sin entrar en él; lo haré mediante ampliación elaborada con mis propias apreciaciones, a mi manera (como cantaría Frank Sinatra). Es decir, voy a ejercer mi derecho hermenéutico cuando se me agote el traductorio.


     La estructura formal de estas mis Reconstrucciones es sencilla como se ve. Primero va el texto original con las necesarias llamadas que he creído oportunas. A continuación, lo consecuente con esas llamadas, se desarrolla, aclara, ilumina o anecdotiza.




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