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QUIÉN hay detrás

QUÉ hay detrás

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Pgs. 1    2     

A mí me impresiona mucho el milagro de la Ascensión porque fíjense que san Lucas lo describe como el de un ser que tiene carne y huesos, y no como un espíritu que no los tiene; que pregunta a los once y a sus compañeros si tienen algo que comer; que le dieron un trozo de pez asado que se comió delante de ellos y que, poco después, mientras los bendecía, se alejaba de ellos y era llevado al cielo (San Lucas 24, 33-51), seguramente para hacer la digestión y sentarse a la diestra del Padre.


<Hemos sido invitados a la vida, sin nuestra anuencia, por lo que hay que presumir que supone un beneficio, que es bueno y que Alguien ha optado por nosotros, por esa razón. Otra cosa sería una crueldad insoportable que no cabe en un Dios benevolente. Estamos supeditados ya al tiempo y al espacio, y a una durabilidad o fecha de consumo preferente.>


Sí, hemos sido soltados al teatro de la vida como los pirandelianos personajes en busca de un autor. Cuando termina la obra y baja el telón, el Autor sabrá lo que ha de hacer con nosotros. A mí, particularmente, eso no me preocupa. Sé que hace cien años no existía, que en 1932 nací sin saber que tal ocurría, y que mi fecha de caducidad está cerca. Y sé que sea lo que Dios quiera como decía mi abuela, seguro, que Dios no querrá nada malo para mí. Pelayo menta elogiosamente, y más de una vez, a Einstein. Yo añado que éste no estaba seguro de que le conviniera la eternidad.


Tengo que hacer un alto en el camino para elogiar lo bien que administra Pelayo los tres conceptos del título. La filosofía con Kant, Comte, Heidegger, Husserl, Zubiri, Unamuno, Ortega; sobre todo Zubiri. Dios, con todos sus atributos. Y la vida con su teatro, su argumento, sus protagonistas, y su artista invitado, que es él mismo. No deja cabos sueltos de la vida:


<La música nos afecta gratamente, nos alimenta y nos da placer, como la belleza, y el otro sexo; la vida nos produce felicidad al intercambiar ideas, discutir y crear ambientes amistosos y enriquecedores. En esas circunstancias no nos planteamos nada desagradable ni apocalíptico, sino lo grato y ameno. Es el triunfo de la vida. Nos gusta vivir. Competimos en lo que nos parece mejor.


Mis padres me dijeron –como a mis hermanos- que hay Alguien que está muy por encima de nosotros, que ha dispuesto nuestra venida a esta Tierra, que nos ama como un padre y que nos tiene pensados desde la eternidad, y que ni un cabello se nos cae sin que Él lo permita y que, si lo permite, Él sabe por qué y no se le pasa inadvertido. Es un concepto que nos excede y de proporciones inconcebibles para nosotros como nos cuenta san Juan de la Cruz: Entréme donde no supe y quedéme no sabiendo, toda ciencia trascendiendo.>


La paternidad de Dios yo la tengo reflejada en el siguiente caligrama que compuse con la trama de mi credo y la urdimbre de su consecuencia: Todos somos hijos de Dios.


He de reconocer que lo de toda ciencia trascendiendo no lo he entendido hasta hace unos días. Empecé a vivir en un mundo donde todo me era desconocido. Crecí aprendiendo cosas e ignorando cada vez más y, por fin, cuando abarqué todo lo que podía, me di cuenta de que la realidad era superior a la mucha ciencia habida o por haber.

<Hay enfermedades terribles, hay dolor, hambre, soledad, angustia, accidentes … Ni la física ni la química nos perdonan. Es la consecuencia de vivir en la Tierra.

La especie humana, como otras superiores a las que se asimila en ciertas cosas, se mueve por mor del sexo entre dos criaturas, que el Génesis llama hombre y mujer.

Hay una fuerza genesiaca que se vincula a la atracción recíproca entre macho y hembra por razones físicas, químicas o espirituales, hormonales y feromónicas del uno hacia el otro, que tiende a la unión, a la cópula sexual productiva, que aprovecha la naturaleza en la suavidad, el perfume, la virilidad, la feminidad, el ciego instinto que nos apremia con los deliciosos prolegómenos excitantes de caricias que abocan a la penetración del macho en la pasiva hembra que lo busca y a los afectos irresistibles para interesar ciegamente a la especie de otro ente. Otro ser procedente de ambos, de nuevo cuño, y todo ello en base al placer que procuran las presencias del uno al otro y la impenetrabilidad de los cuerpos, principio que desafían en el acto sexual buscando la mayor unión que más les satisfaga hasta explotar y luego, sus capacidades de mantener ese vínculo para bien del tercero en discordia. Las voces, los gestos, los cariños … impregnan nuestras vidas y nos procuran paz.>


Esa atracción genesíaca que Pelayo describe, la materializo en la metáfora de los dos imanes de signos contrarios que llevamos en nuestro sexo el hombre y la mujer. El imán del hombre tiene hacia fuera el polo norte de donde salen las líneas de fuerza del campo magnético-amoroso para entrar en el polo sur del imán femenino que permite la entrada de dichas líneas de fuerza. Al final, los dos imanes de polos opuestos se quedan pegados, contagiados (contagio = contacto), porque la reluctancia del hierro es mucho menor que la del aire: Se consuma la atracción.

Lo de la impenetrabilidad de los cuerpos (del hombre y de la mujer, en este caso), que resulta superada en el acoplamiento sexual, recuerda la fusión nuclear de deuterio y tritio que al fusionarse producen helio, un neutrón libre y energía. Esta energía resulta como consecuencia de que el helio formado tiene de masa atómica 4 (redondeando a enteros) que es menor que la suma de las del deuterio (2) y el tritio (3). La diferencia expresa la energía que rige la fórmula de Einstein E = mc2.


No quiero terminar sin aconsejar al lector que no se pierda los detalles con que Pelayo ilustra la existencia del fabuloso e inmenso cosmos que nos rodea, con noticia de velocidades, distancias y tiempos que nos asombran, que nos superan.


NOTA FINAL

Di a conocer a nuestro autor este mi comentario a su ensayo y, su respuesta fue:


Es perfecto el análisis que haces y muy razonado.