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QUIÉN hay detrás

QUÉ hay detrás

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TÍTULO del Artículo: El precio de la estabilidad.

AUTOR: Fernando Fernández, Rector de la Universidad Antonio de Nebrija.

MEDIO: ABC, 25-9-09.


     Antes de empezar mis connotaciones al artículo, habré de explicar por qué las incluyo en el capítulo de “Libros leídos”,  como si el tal artículo fuera un libro más.

     Aparte de que el artículo es, efectivamente, un libro abierto en el que se ve a su autor de cuerpo entero proclamando sus ideas, convicciones y recomendaciones, es también como el índice y el prólogo de un libro inexistente pero consistente en el liberalismo económico de pura cepa.

     Se da además una circunstancia muy particular, y es que estoy en la 2ª lectura del libro Los límites del crecimiento, 30 años después, del profesor Meadows en el MIT. De la primera ya salió el contenido de una ponencia que proyecté para presentación en el Instituto de la Ingeniería de España (y que finalmente se hizo en el Ateneo de Madrid). Al leer el artículo que ahora me ocupa, me he sentido aludido (que no atacado), y la alusión me lleva a nuevas reflexiones. Helas aquí:

     Al Rector Fernando Fernández yo lo conocía por su asidua participación en el programa de Tele Madrid “Madrid opina” y por otros artículos suyos en ABC. Siempre lo sigo con interés porque lo encuentro ponderado, gran conocedor de las cuestiones económicas, inteligente, elegante, con ideas claras y, valiente para defender sus convicciones. Otra cosa es que se esté o no de acuerdo con ellas.

Precisamente una de las cosas que más me han chocado en las ya muchas emisiones del programa de TV a que antes aludo es, precisamente, la prácticamente nula oposición que suscita en sus contertulios. A tan sólo uno de ellos he visto asomar la oreja una única vez, pero de manera tan ocasional y marginal que, ni él mismo pareció estar demasiado interesado en un debate cuya materia parecía sobrepasarle profesionalmente. Además, tendría que enfrentarse nada menos que a un Rector.

Pues a un Rector que lo fue (de la U. Complutense) quisiera yo enfrentar ahora al de la Nebrija. Es Ricardo Díez Hochleitner, Presidente de honor del Club de Roma y prologuista del libro de Meadows que antes mencioné.

Comienza su prólogo diciendo: “ … [el libro] es el tercer aldabonazo de sus autores sobre nuestras conciencias de ciudadanos del planeta Tierra” … “Seguimos sin percatarnos plenamente de que si no se producen cambios sustanciales de nuestros hábitos egoístas y derrochadores, esos riesgos [los que acechan a la humanidad, que son ahora mayores y más inminentes] se convertirán en situaciones muy peligrosas, prácticamente irreversibles e imposibles de gestionar a favor de todos …”

El prologuista termina: “ … La realidad de hoy se presenta tan llena de amenazas y límites como de esperanzas y posibilidades que, para hacerlas realidad, requieren de nuestra parte algunos compromisos personales y colectivos, sin los cuales de nada servirán los avances científicos o nuestras buenas palabras, ya que ambos -saberes y voluntades- resultarán totalmente inútiles si no actuamos con decisión a favor de una convivencia más respetuosa con la Naturaleza, más solidaria y equitativa con todos, además de ecológicamente más perdurable.”

Y salto ya al artículo (en cursiva, el texto original).

Los líderes mundiales nos prometen en Pittsburgh (habrá que advertir al corrector de pruebas que se ha comido la h de mi querido pueblo. Yo suelo llamar “mi pueblo” a cualquier sitio en el que haya vivido, y en Pittsburgh viví un año -1957 / 58-) un crecimiento equilibrado y sin sobresaltos. Como si fuera posible.

Lo que se lee en el artículo se presta a diversas interpretaciones.

¿Se está acusando a los políticos de mentirosos, de ignorantes o de las dos cosas a la vez?

¿Es que el articulista sabe que un crecimiento equilibrado es imposible?

¿O sabe que es posible, pero con sobresaltos?

¿En qué consistirán esos sobresaltos, y quien se los llevará?

¿Es que el articulista no es partidario de un crecimiento equilibrado para evitar los sobresaltos de alguien? ¿De quien?

¿O es que prefiere un crecimiento desequilibrado como el que conocemos que parece no sobresaltar a nadie?

Haré mis propias interpretaciones pero antes he de clarificar una cosa. Supongo que en Pittsburgh están pensando en la crisis actual, la de corto plazo que tenemos entre manos (la que yo llamo “de 2007 en adelante”, no la de largo plazo que se nos echará encima si no hacemos algo extraordinario (la que prologa Hochleitner). En realidad, la de corto plazo es de cortísimo, y la de largo es de no tan largo.

Con este presupuesto, voy a intentar responderme.

A que los políticos nos mientan o sean unos ignorantes ya hace que estamos acostumbrados, así que no perderé en ello más tiempo.

Es evidente que el crecimiento que venimos padeciendo es desequilibrado porque no puede ser de otra forma. Consumismo (o crecimiento del consumo) equilibrado es un oxímoron en sí mismo.

Pretender resolver la crisis actual con cuatro parches técnicos es pura entelequia. Si se hiciera, dentro de nada estaríamos en las mismas: el sobresalto se pospondrá algo, pero la otra crisis de largo plazo, se nos habría acercado. Sin embargo, es esto lo que se hará seguramente.

Una media aritmética simple de los quince últimos años, incluidos los de crisis, aún nos da el mejor balance de la historia mundial en términos de crecimiento, empleo y reducción de la pobreza.

Un momento que, como diría don Leonardo, el Alcalde de Linares, “Los cuernos y los números los sabe el que los pone”. Y yo añado que, una vez puestos (los números), ya los sabe todo el mundo.

Así pues, yo invito al articulista a que además de admirar las medias aritméticas que desee, se asome a la Figura 2-10 del libro de Meadows (cierto que sólo llega al año 2000) para que constate cómo ese “mejor balance de la historia mundial” es cierto y sobresaliente para Japón, EE.UU y la UE, pero que para China, Indonesia, India, Pakistán, Bangladesh y Nigeria, los 6 países que soportan la mitad de la población de la Tierra, ese crecimiento es prácticamente nulo cuando se representa a una escala donde se le quiere hacer visible junto con el de las otras tres entidades de población.

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